UN LUGAR PARA SOÑAR

UN LUGAR PARA SOÑAR
puesta de sol en la Alhambra

miércoles, septiembre 13, 2006

The dancing queen


Una ducha rápida, una ropa interior cómoda al tiempo que sugerente, unas finas medias, una falda corta y un buen escote. Rojo para los labios y negro para los ojos... la noche, mágica y envolvente hará el resto. La noche que todo lo cambia, lo renueva, lo hace interesante, fascinante e insinuante. Se ve, pero no se toca.
Todos pendientes de ti, ellas con envidia y ellos con deseo. Y tú moviendo tus caderas y todo tu cuerpo al ritmo de esa música que suena sólo para ti, para que tú la bailes. Y todos pendientes de ti, envidiosas ellas, lujuriosos ellos.
De pronto hace su aparición él, destacando entre los demás. Te mira, pero no como los otros; te desea, pero de manera diferente a los demás, él lo hace desde un pedestal imaginario creado por el deseo compartido.
Miras hacia el infinito, pero sólo le ves a él, porque para ti los otros han desaparecido, y sabes que él también te mira sólo a ti y que para él ya no hay nadie más.
Bailas, balanceas tu cuerpo sólo para él, que lentamente te está desnudando, y tu deseo se acrecienta más.
Las ropas van cayendo al suelo con lentitud y ligereza. Estáis frente a frente, desnudos. Te balanceas insinuante y esperas que sus manos cubran todo tu cuerpo, de arriba abajo, de adelante a atrás, de abajo a arriba, de atrás a delante.
Abres tu boca y entornas los ojos.
Tu cuerpo está caliente pese a estar desnudo, toda tu piel está tibia y húmeda. Y sientes las yemas de sus dedos recorriendo tu piel y sus manos ardientes que te acarician cada vez con mayor intensidad. Primero sientes sus dedos, largos y afilados como calientes dagas, luego sus manos, más tarde el contacto de su piel, todo su cuerpo y por último ese aliento que te está derritiendo. Y sabes, o intuyes, que él también siente tus dedos, tus manos, tu cuerpo y tu aliento.
Y sigues contoneándote y él lo hace al ritmo que tus caderas le van imponiendo.
Paseas tu lengua con dulzura por tus labios intentando acrecentar más, si cabe, ese deseo que os envuelve y os arrastra.
Estás ya muy cerca de alcanzarlo, sigue, sigue así, al ritmo de esta música, sí sigue así, sigue, sigue, así, sí, así...
Abres los ojos y él sigue ahí, a unos metros frente a ti, en su mano izquierda sostiene un cubata y con la derecha manosea el culo del propietario de una anchísima espalda, propiedad de algún Adonis nocturno. Y poco a poco los demás van surgiendo ante tu vista, con sus deseos y sus envidias. Y tú sigues bailando, excitando al personal, mientras él se enzarza en un largo y húmedo beso con el propietario de la anchísima espalda.

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