UN LUGAR PARA SOÑAR

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puesta de sol en la Alhambra

martes, septiembre 19, 2006

Cibeles y la discriminación por la talla

Ha comenzado en Madrid la Pasarela Cibeles, y en todos los corrillos y medios de comunicación se habla del rechazo por parte de la organización de cinco modelos por no llegar a un peso mínimo.
El escándalo está servido, hay debates y enfoques para todos los gustos.
La noticia no es que Cibeles imponga un mínimo de masa corporal para poder desfilar, la noticia es que por primera vez alguien ha sido rechazada por excesiva delgadez.
En esta sociedad de culto al cuerpo y a la estética estamos acostumbrados a lo contrario; es frecuente el caso de alguien que no fue aceptado en un puesto de trabajo por tener una talla de más, y no estamos hablando de casos de obesidad extrema, pero ¿alguien ha visto alguna vez una dependienta de Zara o de Mango con una talla 46 ó 48?
Nadie te dice “tu currículum es perfecto, pero lo lamentamos, no te damos el trabajo por gorda”, pero hay maneras muy sutiles de decir eso mismo: “no tenemos uniformes de tu talla”, “la imagen es muy importante en nuestra compañía” o simplemente “no das el perfil que buscamos”, frase muy utilizada y que hay que tomarse de forma literal.
Yo sufrí una experiencia similar hace unos años. Junto con otras compañeras me presenté a las pruebas que una televisión convocaba para unas prácticas. Llegué junto con otra compañera hasta la prueba de cámara, pero me rechazaron diciendo que “no daba buena imagen porque la cámara engorda un poco y... llenaba demasiado la pantalla”. Yo me quedé con cara de tonta pensando que tendría que ver el culo con las noticias. Escogieron a mi compañera, que ha demostrado ser una muy buena profesional, pese a tener un ojo de cristal que entonces era muy visible en pantalla. Por cierto, su padre había sido delegado sindical en la televisión pública.
Hasta ahora había quien pensaba que nunca se está bastante delgada. A lo mejor, a partir de ahora, las cosas empiezan a cambiar un poco, y puede que llegue un momento en que a la gente se la juzgue y se la contrate por lo que es y lo que vale, y no por el simple criterio estético de un misógino (diseñador, jefe, superior o responsable de personal), incluso cuando se hable de moda.

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