UN LUGAR PARA SOÑAR

UN LUGAR PARA SOÑAR
puesta de sol en la Alhambra

jueves, agosto 30, 2007

Superando retos

" DOS TRIATLETAS VALENCIANOS CULMINAN CON ÉXITO LA TRAVESÍA A NADO DEL ESTRECHO DE GIBRALTAR"
http://www.valencianoticias.com/search/node/dos+triatletas+valencianos
http://www.europasur.com/149444_ESN_HTML.htm


Es la primera vez que en este blog me remito a una noticia, pero en esta ocasión es por un motivo de peso, y, es que el protagonista de la noticia no es, ni más ni menos, que mi hermano Apolo.

Mi hermano Apolo es un ser excepcional, bueno, mis cuatro hermanos lo son, pero sus continuos retos hacen que él sea el que más destaque, aunque, como ya he dicho antes, tengo cuatro tesoros de hermanos de los que me siento muy orgullosa, y por ende, de mis padres, que han conseguido hacer de todos nosotros muy buena gente.


Bueno, vuelvo a mi hermano Apolo. Para él, este reto ha sido una vuelta de tuerca, un más difícil todavía, pero, costase lo que costase tenía que lograrlo. Él siempre ha sido deportista y siempre superándose a sí mismo; en el instituto, a pesar de su estatura, destacó jugando al baloncesto. Después empezó su afición a la bicicleta, especialmente a la de montaña, y cada barranco tenía que ser más pronunciado, cada ascenso más elevado. Después se pasó al triatlón, y, no se conformó sólo con realizar alguna prueba de vez en cuando, además participó en el Ironman de Austria en el 2004, una de las pruebas más duras a las que alguien puede someterse, y logró finalizarlo. Hace rutas por España en bicicleta (la ruta del Cid, la ruta del Quijote...) y siempre está buscando un nuevo reto personal, una nueva meta que batir, y con su entusiasmo consigue contagiar a los demás, incluyendo patrocinadores que cubren la mayor parte de sus gastos.

Como decía, en esta ocasión, era, si cabe, un desafío mayor que los demás, porque el mar no es el elemento en el que mi hermano se encuentra más a gusto. Hace 10 años, uno de sus mejores amigos, Nacho, al que ha dedicado esta travesía, murió desangrado en sus brazos, mientras practicaban buceo en el Mediterráneo, víctima de un insensato que no respetó la boya ni la velocidad. Desde aquel momento, el mar y mi hermano terminaron su relación.

Por eso esta ocasión era tan especial. En poco menos de tres meses decidió su nuevo desafío, se preparó un par de pruebas en el mar, se buscó un patrocinador y un acompañante y... culminó con éxito, aunque extenuado, una travesía complicada.

Por desgracia, esta gesta ha pasado casi inadvertida para la prensa al coincidir prácticamente con la hazaña del nadador paraolímpico Dani Vidal, al que no voy a quitar ningún mérito, pero Dani tenía mucha más preparación que Apolo y ha copado todas las reseñas deportivas.
Como he dicho al principio, mi hermano siempre ha estado en una continua lucha, superando obstáculos, y no sólo en el deporte, también en la vida ordinaria. En el colegio todos decían que no valía para estudiar, que siempre estaba en las nubes (o en la Luna, como su nombre indicaba), que no merecía la pena que siguiese... pero él continuó. No se veía capacitado para hacer una carrera, y optó por estudiar un ciclo de formación profesional. Pero, descubrió que tenía una facilidad extraordinaria para los idiomas, y se marchó a estudiar fuera. Consiguió varios trabajos, y prosperó hasta llegar a ser director de exportaciones de una empresa, para lo que sacó tiempo y fuerzas de donde no había y estudió y se preparó a conciencia.

Hoy en día Apolo es Director Ejecutivo en una empresa, viaja por el mundo entero, sigue practicando triatlón, está estudiando la carrera que siempre soñó, tiene una mujer y una niña maravillosas, una buena casa, muchos amigos, una familia numerosa con la que le gusta reunirse... y miles de ideas en la cabeza que antes o después llevará a cabo.

No es un supermán, es sólo un hombre, una persona con una fe ciega en si mismo que se crece ante las adversidades.

Creo que mi hermano Apolo es un buen ejemplo; hay que luchar por lo que uno quiere y en lo que uno cree, da igual el tiempo que tardes, da lo mismo no ser el primero, lo que importa es hacerlo, y terminarlo, y buscar siempre nuevos retos que cumplir, porque en eso, también consiste la felicidad.

lunes, agosto 20, 2007

Decálogo para ser una mujer feliz


Apréndete bien este decálogo, ponlo en práctica, y te aseguro que serás un poco más feliz. Si no lo ves correctamente, pincha sobre la imagen para que te aparezca ampliado. Y recuerda, quiérete a ti misma por encima de todas las cosas.

martes, agosto 14, 2007

La vida Bárbara

Cap. 7 De Fiesta ( Versión extraída directamente del diario personal de Bárbara )

Puede decirse que el cumpleaños de Laura, como fiesta, fue todo un éxito. Acudieron a la cita más de una treintena de amigos, compañeros de trabajo y conocidos de la homenajeada, todos portando algún regalo para la anfitriona y la mayoría añadiendo algún licor con alto contenido etílico a la ya de por sí amplia bodega. He de reconocer que la selección musical escogida por Nacho fue del agrado de la mayoría, incluyéndome yo misma entre los adeptos, y que todo el mundo bailó al compás de las melodías seleccionadas. Las ensaladas, canapés y demás viandas preparados por nosotras debieron ser también del gusto de todos los presentes, porque desaparecieron con gran rapidez de las bandejas. El buen ambiente, la diversión y la juerga se prolongaron hasta muy altas horas de la madrugada, cuando el cansancio y el exceso de alcohol hicieron estragos entre nosotros. Pese a todo, hubo quien decidió continuar la juerga por separado en alguno de los locales nocturnos - o más apropiado sería decir diurnos - situados entre la urbanización donde nuestra amiga tenía su chalet y Madrid.
Sería acertado decir que la mayoría de los asistentes se marcharon de la fiesta con un buen sabor de boca, aunque no en el sentido literal, claro.
Sin embargo, yo he de decir que en lo que se refiere a mis planes, la fiesta no cumplió todas las expectativas que yo deseaba.
Es cierto que un considerable número de los invitados eran del sexo masculino, pero hay que tener en cuenta que algunos de ellos se presentaron con sus parejas, lo que los hacía totalmente descartables para mis intenciones. Eliminados los “comprometidos” quedaron un grupo de solteros entre los que encontré a los especimenes más variopintos.
El primero en acercárseme fue un viejo conocido, José Hidalgo. Un grupo de viejas amigas estábamos charlando animadamente sobre algo intranscendental, cuando mi antiguo compañero de Facultad se aproximó para piropearme efusivamente y pedir mi opinión a cerca del original retrato que había regalado a mi amiga Laura. Decidí ser educada y mentí, y tanto pareció complacerle mi respuesta que me invitó a acudir a su estudio para poder realizarme un retrato, a ser posible un desnudo. Tardé mucho tiempo en conseguir quitármelo de encima, tuve que recurrir con miradas de auxilio a la ayuda de mis amigas, pero en toda la noche ya no cesé de notar como su mirada me desnudaba y me colocaba en las más incómodas y extrañas poses.
Con el ánimo todavía muy alto pese a mi paréntesis con Pepito Hidalgo, decidí que era yo quien debía dar el primer paso para acercarme a alguno de los candidatos. El elegido fue un chico que me había impactado desde el primer momento. Tenía un aire un poco ausente, parecía no cuadrar del todo bien en la fiesta, pero resultaba extrañamente atractivo pese a su larga y lacia melena de color pajizo y las gafas redondas, algo pasadas de moda, pero que le daban un aire a medio camino entre intelectual y místico. Aproveché un cambio de música para acercarme a él y hacerle algún comentario nimio sobre la comida. Noté en seguida que pareció sentirse halagado de que alguien como yo hubiera reparado en él, y rápidamente comenzamos a mantener una conversación. Al principio hablamos sobre generalidades, pero muy pronto comencé a aburrirme mientras él me soltaba un tedioso discurso sobre los compromisos sociales, las diferencias de clases y el tercer mundo, un tema por el que yo nunca sentí una especial preocupación y que me parecía totalmente inadecuado para una fiesta. El muchacho al que yo creí un compañero de trabajo de Laura resultaba ser uno de los amigos de Nacho, con una concepción de la vida bastante parecida a la de él, tan diferente de la mía. Creo que ya empezaba a bostezar cuando Laura apareció como un salvavidas con la excusa de presentarme a alguno de sus compañeros de trabajo.
Mi buena amiga se me llevó hacia un pequeño corrillo, estratégicamente situados junto a las bebidas estaban los que resultaron ser sus compañeros de trabajo. Me los fue presentando uno a uno, e hizo especial hincapié en un tal Alfredo, con el que según ella tendría mucho puntos en común ya que las familias de ambos procedían de Santander. He de reconocer que a primera vista Alfredo me gustó. Destacaba un poco entre la multitud, porque era el único que había acudido vistiendo traje y corbata, pero resultaba elegante, con su pelo engominado y oliendo divinamente. Estuvimos hablando un largo rato, y nos intercambiamos los teléfonos, pero de pronto, desapareció de la fiesta, eso sí, él solo, y volví a quedarme como estaba, compuesta y sin novio. El resto de los compañeros de Alicia habían acudido con sus respectivas parejas, algunas de las cuales trabajaban también en la misma empresa, salvo un chico al que todos llamaban “Pi”. El tal “Pi” era el típico gracioso, y verdaderamente, no tenía el menor interés en conocerle en profundidad.
Cuando Alfredo desapareció de la fiesta me quedé un tanto desconcertada, así que para recobrar el ánimo me dirigí al grupo formado por mis viejos amigos. La mayoría están ya casados o a punto de hacerlo, pero pasamos un buen rato recordando viejos tiempos y bailando la música de nuestra adolescencia y juventud, la música de los años `80, que con tanta maestría estaba pinchando Nacho. Estábamos dejándonos llevar por sonidos de grupos ya desaparecidos cuando hizo su entrada al garaje un hombre incapaz de pasar desapercibido en cualquier ambiente. Era un hombre excesivamente alto y corpulento, aunque no era grueso ni estaba deforme. Sus manos, en las que portaba un paquete deliciosamente envuelto eran las más grandes que yo nunca había visto, y su cara se unía al tronco sin dejar distinguir claramente el cuello. Sin embargo, su cara expresaba bondad, tal vez por sus mejillas excesivamente coloradas y la ausencia de toda sombra de barba.
Entró portando el primoroso paquete y una amplia sonrisa y saludó a todos con una voz profunda y grave, una voz que retumbaba. Se dirigió sin vacilar hacia Laura, y le abrazó al tiempo que la elevaba un par de palmos del suelo. Casi todos los presentes nos quedamos petrificados, pensando en que le iba a hacer daño, y de pronto, le estampó un par de ruidosos besos a los que Laura respondió de igual manera. Aquel gigante se echó a reír estrepitosamente, de tal manera que se podían escuchar sus carcajadas desde puntos bastante alejados.
Tras su particular entrada, la fiesta recobró su tono habitual, aunque su voz sonaba por encima de todas las demás. Yo no podía quitarle ojo, me sentía extrañamente hipnotizada por aquel ser descomunal, que sin embargo se movía con bastante gracia en la pista y que parecía conocer a todo el mundo.
Lo reconozco, estaba intrigada. Laura me sacó de dudas. Alejadas de oídos indiscretos en el cuarto de baño de la primera planta de la casa, me explicó, a grandes rasgos, que Pedro, pues ese era el nombre del gigantón, era uno de sus amigos de la infancia, vecino de la urbanización, y resultaba ser además uno de los socios de la compañía para la que mi amiga trabajaba como informática. Pedro, al parecer, era un buen partido, pues además de tener una participación en esta sociedad, era propietario de otras dos empresas y tenía una pequeña ganadería que le rentaba unos buenos beneficios. Y, lo más importante, estaba soltero. Con estos antecedentes, es lógico que insistiese en ser presentada a él, y aunque Laura rezongueó un poco, terminó por acceder a mis deseos, para lo cual, y aprovechando mi estancia en los lavabos me retoqué un poco.
Cuando nuestra común amiga nos presentó alabó todas mis virtudes ante él, haciendo especial mención a mi buen gusto tanto en lo referido a la decoración como al arte. A Pedro esto pareció interesarle, pues no en vano, una de sus empresas se dedicaba a la fabricación y venta de muebles. Estuvimos hablando unos minutos del tema, me pidió mi teléfono y la dirección exacta del estudio de decoración, pero no conseguí retenerle más de diez minutos seguidos, pues parecía ser una persona muy sociable y todos querían contar con su presencia.
En el fondo, me molestó, y tampoco sé muy bien por qué. Realmente no me gustaba, más bien al contrario, su físico llamaba la atención pero no resultaba atractivo, pero, por otra parte me disgustaba su indiferencia hacia mí. ¿Cómo un hombre como aquel podía ser insensible hacia los encantos de una mujer como yo? Además, estaba claro que entre todos los asistentes a la fiesta, este era el que más convenía a mis planes, y por tanto, a mí.
Un poco desilusionada me refugié en un vaso de ron con cola. No fue suficiente, aquel cubata no había conseguido alegrarme, así que lo intenté con un segundo. Hubiera seguido hasta acabar con la botella de no ser por Alicia, que me invitó a unirme de nuevo al grupo de rompepistas.
Las horas iban pasando sin darnos cuenta. Poco a poco la gente fue abandonando el lugar, y cada vez el intercambio de besos y despedidas resultaba un poco más corto. Llegó un momento en que el número de invitados se había reducido a algo menos de la mitad, la fiesta estaba decayendo. Un pequeño grupo aprovechamos para descansar y hablar en un tono más relajado sentados sobre los viejos cojines. La voz de Pedro resonó desde la otra esquina del garaje invitando a tomar una última copa en un lugar diferente, a lo que unos cuantos se apuntaron, y Alicia aprovechó el momento para insinuarse y conquistar al tal “Pi”, objetivo que cumplió sin excesivo esfuerzo. El cansancio, el exceso de alcohol y el sueño terminaron por vencernos, y de ese modo, la fiesta concluyó.
A la mañana siguiente, cuando desperté resacosa descubrí que Alicia no había dormido en la habitación, y que contábamos con una persona más para que nos ayudase a recoger los restos de la fiesta. Al parecer, la única persona que había dormido sola era yo.

sábado, agosto 11, 2007

El abuelo

El abuelo tenía la costumbre de finalizar sus frases con un sentenciador ¡coño! para remarcar con énfasis cualquiera de sus afirmaciones. Cuando algo le sorprendía o le llamaba la atención, simplemente dejaba escapar un ¡coño! y con eso tenía bastante. Y, cuando quería que algo quedara bien claro empezaba la perorata con un ¡coño! que llamaba la atención de su interlocutor.

Con el tiempo, el abuelo cada vez hablaba menos, pues menos tenía que decir, pero cada vez utilizaba más la dichosa palabrita, y dependiendo de la entonación que le diera significaba una u otra cosa, lo que indignaba bastante a su hija, quien le había recibido como herencia muchos años atrás.

Aquel día su hija acababa de servirle la sopa de cocido, y, el abuelo, sin esperar, se llevó a la boca una colmada cuchara de fideos y humeante caldo, quemándose los labios, la lengua y el paladar, por lo que exclamó

- "¡Coooooooño!"

- " Padre, ¡ deje usted de utilizar la dichosa palabrita para todo, que un día se va a morir con el coño en la boca!"

Y el abuelo, que hacía más de cuarenta años que había enviudado, suspiró profundamente, y en voz baja musitó

- " ¡Qué más quisiera yo, hija mía, que más quisiera yo!"

La vida Bárbara

Cap. 6. Preparando una fiesta
La primera en despertarse fue Bárbara, pero al encontrarse en casa ajena no se atrevió a levantarse. Pasadas las doce del medio día oyó ruido en la cocina y decidió salir de la habitación. Pero, para su sorpresa, no se encontró con la anfitriona, si no con el eterno novio de ésta, Nacho. Se saludaron con frialdad. Nacho le indicó donde podría encontrar lo necesario para prepararse un desayuno y mientras, siguió ordenando las provisiones que había traído del cercano pueblo de cara a la fiesta.
Bárbara estaba sirviéndose una taza de café con leche cuando hizo su aparición en la cocina Laura. Al encontrar en ésta a su novio no pudo disimular su sorpresa ni su alegría, y le dedicó una efusiva bienvenida, tanto que pareció ignorar la presencia de su invitada.
Poco después y con aspecto de gran somnolencia hizo su entrada en la cocina Alicia. Los cuatro juntos se sentaron alrededor de la mesa de la cocina para degustar humeantes tazas de café y tostadas con mermelada, mientras hablaban de los viejos tiempos y de la fiesta que se preparaba.
La presencia de Nacho parecía incomodar bastante a la otrora dicharachera Bárbara. No eran pocas las desavenencias que habían tenido a lo largo de los años. Nacho había acusado en numerosas ocasiones a Bárbara de egocéntrica, malcriada, caprichosa, materialista, superficial, prepotente y engreída, entre otras lindezas. Por contra, ésta le acusaba de ser una persona excesivamente egoísta, inmadura, inestable, soñadora, sin ambiciones ni aspiraciones, fantasiosa, atolondrada, imprudente e irreflexiva, un tarambana oportunista. Sinceramente, la química entre ellos no funcionaba.
Una vez que hubieron terminado de desayunar empezaron con los preparativos de la fiesta. Por común acuerdo habían decidido celebrarla en el sótano, que hacía las veces de garaje y de trastero. El acondicionar el local les llevó varias horas de intenso trabajo, pero una vez que hubieron terminado la tarea comprobaron que el resultado había merecido la pena. Después improvisaron mesas con dos viejas puertas, borriquetas de madera y manteles de papel, colocaron los cojines de un desvencijado sofá en una de las esquinas creando una relajante zona de descanso y cubrieron buena parte del techo con globos de colores. Mientras las chicas se encargaban en la parte superior de preparar aperitivos y ensaladas, Nacho se quedó en el sótano instalando el equipo de música y seleccionado los discos que amenizarían la fiesta.
Prácticamente estaba todo preparado y todavía quedaban varias horas para que llegaran los primeros invitados. Laura y Nacho prefirieron echarse una plácida siesta mientras que Bárbara y Alicia descansaban viendo la televisión en el salón, pero pronto acabó venciéndoles el cansancio y las dos acabaron dormitando en el sofá con el eco de las voces de una vieja película como fondo.
Cuando se despertaron Laura y Nacho ya estaban apropiadamente vestidos y habían comenzado a bajar las botellas y la vajilla de plástico. El tiempo se les estaba echando encima, y ellas empezaron también a arreglarse.
Bajo el chorro de la ducha Bárbara decidió aparcar momentáneamente las diferencias con Nacho para concentrarse en disfrutar de la fiesta y de los amigos. La hora de la verdad estaba llegando, era el momento de enterrar a la deprimida y resentida Bárbara y hacer emerger de nuevo a la joven con ganas de diversión. El cumpleaños de Laura era la excusa idónea para volver a relacionarse con gente de su edad, y tal vez, ¿por qué no? de poner nuevamente en funcionamiento sus armas de seducción.

martes, agosto 07, 2007

¿Quién acudirá al funeral de la turista española fallecida en Egipto?

Leía ayer en el periódico que regresaban a España 14 de los turistas españoles que sufrieron un accidente de tráfico en Egipto, y que hoy será repatriado el cadáver de la única víctima mortal, una mujer de 59 años madre de cuatro hijos, y abuela de dos nietas, y me preguntaba si los Príncipes de Asturias, Felipe y Letizia, serían capaces de interrumpir su descanso vacacional en Palma para acudir a consolar a los familiares de esta mujer, Mª Dolores Sali, como hicieron hace un mes cuando acudieron a dar el pésame a los familiares de los turistas fallecidos en Yemen.
Que sí, que ya sé que más de uno me dirá que no hay punto de comparación entre un suceso y otro, que lo de Yemen se trataba de un atentado terrorista con un coche bomba y que lo de Egipto ha sido un desafortunado accidente de tráfico en el que el conductor de un camión, (sin motivo aparente, a lo mejor también era un suicida), se cambió de carril y chocó frontalmente con el autobús ocupado por turistas.
Pero, eso que se lo expliquen a los familiares y amigos de Mª Dolores, a la que, por cierto, nadie desde España le recomendó que viajara con escolta militar, como era preceptivo en Yemen, a la que, seguramente, nadie la tachó de insensata por querer viajar a Egipto a conocer las monumentales pirámides.
Yemen está considerado por nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores un destino poco seguro, las regiones de Sada y Al Jawf deben evitarse a toda costa , y las regiones de Mareb -donde se produjo el atentado- y Shabwa no resultaban recomendables y en caso de viajar hasta ellas es imprescindible el acompañamiento de un guía local y escolta militar; además Yemen es un destino con escasas infraestructuras hoteleras, al que se recomienda viajar vacunado de hepatitis, tifus, polio y malaria. Sin embargo, el Ministerio no tiene ningún tipo de alertas de este tipo sobre Egipto, por cierto, uno de los destinos internacionales más solicitados.
No tenía por qué pasar, pero, los turistas que se dirigieron a Yemen sabían que estaban realizando un viaje plagado de peligros, una aventura de alto riesgo. Digan lo que digan, sabían sobradamente a lo que se estaban exponiendo.
Por supuesto, los accidentes ocurren, y el peligro acecha en cualquier lugar, también ha habido fallecidos este verano en las tranquilas aguas del Mediterráneo, y en cientos de carreteras de todo nuestro país, y que yo sepa, los príncipes no han acudido al entierro de ninguna de esas personas.
En España no hay ciudadanos de segunda y de tercera, todos somos de primera, y, personalmente, si una de las víctimas de un accidente en el extranjero fuera familiar mío, a mí me molestaría mucho que se hicieran distinciones, y que no se me malinterprete, no estoy pidiendo a Felipe y Letizia que acudan a todos los funerales, muy al contrario, lo hicieron mal acudiendo a uno, porque pienso que no es esa su misión, que bastante tenemos con tenerlos como Relaciones Públicas internacionales. Mientras no nos quede otra, que cumplan con su agenda, y que a los españolitos de a pié nos dejen en paz.

jueves, agosto 02, 2007

La fama a cualquier precio


Andy Warhol, el maestro del pop-art, dijo que en el futuro todo el mundo tendría derecho a sus quince minutos de fama, lo que no dijo es que consecuencias podrían acarrear esa efímera fama.

Hace un par de meses yo disfruté de algo más de 15 minutos de protagonismo en un programa de televisión, en concreto, en el concurso "1 contra 100". Cuando me dijeron cuando se iba a emitir el programa, y sabiendo ya el resultado, avisé a los íntimos, la familia y algunos amigos. No pensé que nadie más fuera a verlo, y máxime cuando el mismo día en horario similar y en diferentes canales televisaban el final de la Liga de fútbol y una carrera de Alonso. ¡Qué ilusa! Aún hoy, dos meses después de la emisión, me dicen "te vimos el otro día en televisión; hay que ver qué lástima, con lo bien que lo estabas haciendo y al final... lo perdiste todo". Y, el de hoy no ha sido de los crueles, porque los hay que directamente te dicen " ¿eras tú, verdad? Y ¿cómo se te ocurrió perder quedándote un comodín? ¡Qué tonta!" y tú, claro, aguantas estoicamente y respondes con toda la educación que un buen colegio de pago te ha otorgado que pecaste de ingenua e inexperta. Claro, que peor fue lo de mi madre, a la que en plena cola de la caja del supermercado, y mientras educadamente estaba respondiendo a una conocida que, casualmente, había visto el programa, se le arrimó una señora con unos pabellones auditivos que para sí los quisieran los espías rusos, y sin más le dijo "¿La de la camisa rosa era su hija?, pues hay que ver que tonta fue, con lo fácil que lo tenía, lo que debía haber hecho es utilizar el comodín y así por lo menos hubiera ganado algo". ¡Toma ya! Por el hecho de haber visto el programa, se permite el lujo de asaltar a una desconocida e interrumpir una conversación para insultar a su hija.

Que no quiero yo ni pensar lo que hubiese ocurrido si, en vez de participar en un inocente concurso de televisión, me hubieran relacionado con un famosete de estos de tres al cuarto. Porque ese es el problema, todo el mundo quiere tener derecho a sus quince minutos de fama efímera al precio que sea, preferiblemente vendiendo sus intimidades y miserias a cualquier postor. Todo vale, desde inventarse una relación con el hijo de una famosa, insultar a una hija que un día fue famosa, hablar sobre las miserias de un muerto, reclamar una paternidad, airear un calentón de verano con un torero o ser el hijo del criminal más buscado del país. Y, después, se agregan los familiares y conocidos del famosillo de turno: desde la madre hasta el abuelo pasando por un compañero de trabajo o uno que dice llamarse amigo.

Recientemente leí que una psicóloga había realizado un trabajo de campo con niños de primaria y estos a la pregunta de ¿qué quieres ser de mayor? en su gran mayoría habían contestado famoso; no habían dicho tenista, ni futbolista, ni actriz, ni cantante, habían dicho famoso. ¡Qué triste! Porque los niños de hoy en día no son tontos, ser famoso por méritos propios es un trabajo arduo, muy laborioso, y, si realmente no eres bueno, no te garantiza la fama, pero aparecer en un programa de televisión en prime time es algo al alcance de casi todos, y, con suma facilidad se embolsan cantidades económicas nada despreciables, de esas que tú y yo, en una jornada de trabajo habitual no ganamos.

Es vergonzoso, pero es lo que estamos creando: monstruos de usar y tirar, capaces de venderse por unas semanas de fama y un dinero fácil, seres sin escrúpulos, juguetes rotos que una vez que prueban la luz de las cámaras y el olor de la celebridad necesitan de ella y son capaces de cualquier cosa por volver a aparecer en una pantalla o en una hoja de papel cuché. No hace falta que ponga ejemplos, son demasiado numerosos, basta con ver cualquiera de los llamados "programas del corazón" y preguntarse, ¿y este, qué ha hecho para estar ahí?.

Al final, los responsables últimos somos nosotros, los espectadores, porque, aunque todos digamos que no vemos esos programas, ¿quién puede decir que no sabe quién es Antonio David, o Paquirrín o Nuria Bermúdez?

miércoles, agosto 01, 2007

Contra el fuego


Otro verano más, la noticia que abre los telediarios son los incendios, los malditos y devastadores incendios que, poco a poco, están desertizando nuestro país. Quemada ya gran parte de Galicia, casi todo el litoral catalán, amplias zonas del Levante y numerosas extensiones castellanas, este año parece que el turno le ha tocado a Canarias.
¿Cómo puede considerarse ser humano un tipo que prende fuego de manera intencionada a un bosque, una pinada o, simplemente un monte? No hay nada más destructivo ni más incontrolable que un incendio en el monte, no sólo acaba con miles de plantas y árboles, destruye la tierra, que queda calcinada e inservible por mucho tiempo, acaba con animales, cultivos, casas,
la vida, los sacrificios e ilusiones de muchas personas, el oxígeno que respiramos, pero sobre todo, acaba lentamente con nuestro futuro.
Lo más terrible de todo es que el pirómano de Gran Canaria ha resultado ser un empleado forestal que finalizaba su contrato en el mes de Octubre. Una persona para vigilar que nada ocurriese en los montes ha acabado con miles de hectáreas, arrasando pinares, matorral, casas, pueblos y todo lo que el fuego ha encontrado a su paso.
¡Qué paradoja! Aquel que debe prevenir los incendios ha sido el causante del mayor fuego en Canarias, y, alega que lo hizo para que le renovaran un contrato laboral. Señor mío, esas no son formas, no ha dejado usted ya nada que vigilar, ni a partir de octubre, ni el año que viene, ni en mucho tiempo, y no sólo no ha defendido su trabajo, sino que ha acabado con el de muchísimas otras personas, y lo peor, ha marchitado las ilusiones de miles de vecinos, y, a todos, nos ha acortado un poco más la vida.
Canarias seguirá siendo un paraíso, se repondrá de este incendio y su principal fuente de riqueza, el turismo costero, no se verá afectado, pero, el que ha recorrido el interior de Gran Canaria y se ha topado con sus pinares, con las verdes cumbres de Tirajana, con los paisajes de sus barrancos, a partir de ahora echará de menos toda esa exuberante vegetación.
Este post está acompañado de algunas imágenes de algo que me temo que el fuego ya ha extinguido.

Ojalá no demos cuenta de que de verdad cuando el bosque se quema algo nuestro se quema, y llegue un verano en el que los incendios no sean el pan nuestro de cada telediario.