UN LUGAR PARA SOÑAR

UN LUGAR PARA SOÑAR
puesta de sol en la Alhambra

sábado, diciembre 29, 2007

Emigrante por miedo

Hubo un tiempo, entre finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX que la emigración hacia Amérca en nuestro país fue una constante; multitud de aldeas, pueblos y ciudades, especialmente del norte de la península conocieron bien aquel movimiento migratorio en busca de fortuna.

El personaje de mi anécdota, completamente real, se convirtió sin querer en uno de aquellos emigrantes. El no tenía ninguna intención de serlo, de hecho, había desarrollado una prometedora carrera en España como crítico taurino, y sus crónicas eran publicadas en varios diarios del país. Durante la temporada se dedicaba a seguir a los toreros de plaza en plaza por toda la piel de toro, viajando en tren o en los autobuses conocidos como "correos".

Sucedió que le surgió la oportunidad de seguir a alguna de las grandes figuras de la época en la temporada taurina americana; era una gran ocasión que no se podía despreciar, y aceptó el trato. Su familia fue a despedirle al aeropuerto, e incluso se hicieron juntos una última foto junto al aparato en el que iba a cruzar el Atlántico.
Jamás un hombre pasó tanto miedo en una travesía como el protagonista de mi historia, que durante casi veinte horas se aferró a su asiento y soportó el ruido de las hélices, los vaivenes, las sensaciones más diversas, intentando guardar la compostura ante aquellos hombres a los que criticaba por sus faenas en la plaza, e incluso en alguna ocasión llamaba cobardes por no acercarse más al toro.
Cuando por fin el avión aterrizó en Méjico, besó el suelo y se juró a sí mismo que nunca más volvería a montar en uno de aquellos cacharros infernales, y así fue. Nunca regresó a España por el miedo que tenía a volar, y aquí se quedó su familia, separada por un inmenso océano de agua y miedo.
En Méjico se convirtió en corresponsal de los diarios españoles, pero nunca volvió a montar en un avión, y tampoco reunió el dinero suficiente para poder pagar los pasajes a su familia. Y allí se quedó, echando de menos su país, pero incapaz de regresar a él si no le ponían una carretera o una vía ferroviaria por la que volver.

Visiones artísticas


Este mes de Diciembre he aprovechado el tiempo libre para, entre otras cosas, ver dos exposiciones pictóricas muy distantes entre sí en el tiempo y el espacio, pero a su vez con interesantes puntos en común, en especial, la luz, y más concretamente, la luz del Mediterráneo.

Me estoy refiriendo a dos pintores muy distintos, el maestro Sorolla y Michele del Campo, del que creo que ya he hablado en alguna ocasión en el blog.

Sorolla. Visión de España

La exposición que actualmente puede verse en Valencia, en el edificio de Bancaja, son los murales que el pintor valenciano pintó por encargo para la Hispanic Society, una oportunidad única de contemplar estas pinturas. Es un recorrido tópico por una España decimonónica, aunque ya se pintaron en el siglo XX, y aunque Sorolla evitó tratar temas más folclóricos y retrató también temas sociales, como la pesca del atún de Ayamonte, o el pescado de Cataluña, puede hacerse un recorrido por la piel de toro en la que se destacará lo más "castizo" de cada zona.

En cada uno de los murales el maestro de la luz ha sabido plasmar el color de sus cielos de una manera diferente; los luminosos azules de Cataluña, Valencia y Elche; el cielo casi invernal del montaje mesetario de Castilla y la fiesta del pan; los grises de Guipúzcoa; el primaveral que se cuela entre las hojas en Galicia y la luminosidad que casi daña al espectador en Andalucia, especialmente en la última tela que pintó, Ayamonte, la pesca del atún, donde el reflejo del sol en el mar es tan realista que llega a dar la impresión de cegar.
Por supuesto hay que destacar en esta exposición la variedad de ropas y telas que retrata y el realismo con el que las plasma. En La fiesta del pan se pueden observar más de 40 modelos diferentes de trajes típicos de cada una de las regiones que recorrió para pintar este gran mural,y en algunos casos el detallismo es tal que se percibe la pesadez de las telas, la riqueza de los adornos, la complejidad de las joyas, las diferentes texturas de los terciopelos, las lanas, el algodón de las camisas, la seda de las medias y los pañuelos, la arpillera, los bordados... Este mismo detallismo en los vestidos puede comprobarse en Aragón, La jota y en Extremadura, El mercado.

No se puede destacar un sólo cuadro en concreto, pero, si tuviera que hacerlo me quedaría con Ayamonte, La pesca del atún, último cuadro de la serie, y, seguramente también último cuadro que terminaría Sorolla. En él la luz, el movimiento, el realismo, el esfuerzo son notorios. Es un cuadro lleno de realismo y a la vez de impresionismo, con pinceladas más largas, menos acabadas en el detalle pero que transmiten toda la esencia de la pintura de Sorolla.

La exposición podrá visitarse durante casi todo el año 2008 en Valencia, y posteriormente viajará a Madrid, Barcelona y Bilbao.

Michele del Campo

A Michele tal vez todavía no se le pueda considerar un maestro, pero todo se andará. Llevo siguiendo a Michele y su obra varios años, desde que coincidió estudiando en Dundee, Escocia, con mi hermana Azucena, y he notado a lo largo de estos años una evolución en él que me encanta y que presagia un gran futuro.



Michele es el pintor de lo cotidiano. Sus grandes lienzos plasman momentos únicos, pero que vemos a diario en nuestras calles, en nuestras playas. Su técnica se ha ido depurando cada vez más consiguiendo imágenes hiper realistas en las que destaca un colorido alegre y vivaz y una luz única, una luz Mediterránea, por mucho que ahora pinte desde su estudio de Madrid, la luz de su Italia y de Valencia siguen estando presentes en sus grandes murales.

Mucho ha evolucionado desde que pintara sus primeras obras desde una perspectiva con la altura casi de un niño, evitando las caras de sus anónimos modelos. Ahora su obra está plagada de rostros, a veces anónimos, a veces inventados, siempre juveniles y alegres, y los pequeños detalles y los fondos son cada vez más realistas. En esta última exposición los fondos de calles con grafittis cobran más protagonismo que las deliciosas tiendas que pudimos ver en la anterior, y su obra se ha vuelto más urbana, apenas aparecen playas, aunque hay un cuadro que plasma perfectamente las dunas de la playa del Saler.


La exposición puede verse en la Galería de Jorge Alcolea, C/ Claudio Coello 28 de Madrid, hasta el próximo día 10 de Enero y, si podéis, es algo que no deberíais perderos.

PD.:Si alguien quiere hacerme un buen regalo de Reyes, las paredes de mi casa admiten cualquiera de los cuadros de Michele.


jueves, diciembre 20, 2007

como me transformo en Susan Sarandon

Dicen que me parezco mucho a Susan Sarandon, y yo siempre respondo que no encuentro tal parecido, aunque a partir de ahora voy a tener que creérmelo. Compruébalo por ti mismo.



miércoles, diciembre 19, 2007

Pasadas por agua (... por fin sol)

3º Parte
Los fines de semana, incluso los pasados por agua, acaban en domingo, el nuestro también, y es el día en el que hay que regresar a la realidad habitual.

El domingo nos levantamos con una pequeña resaca y mucho sueño, y, con un sol espléndido y radiante, una luz que hacía daño a la vista. ¡Hay que joderse, el día que toca recoger los bártulos para volver a casa, el cielo brilla sin una sola nube a la vista!

Aprovechamos la mañana para pasear por el centro de la ciudad y por gran parte del cauce del Turia, y, como no, por la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Tomamos el sol, mientras paseábamos por una ciudad, que, aún llena de charcos, recobraba su brillo, su tranquilidad y su gente.
Pero, como ya digo, no dio para mucho más, porque había que regresar.
Por cierto, ellas se marcharon y el sol siguió brillando con una temperatura casi veraniega toda la semana.

La Navidad ya no es lo que era

Ya está aquí, ahora, ya sí que sí, estamos en la semana de la Navidad; lo que ocurre es que yo he tardado en reaccionar más que otras veces, porque ya no es lo que era, por mucho que nos lleven dando la lata todo el mes con villancicos, anuncios de fragancias, langostinos, decoraciones navideñas y demás zarandajas. Yo he echado en falta a los clásicos: al calvo de la lotería, con su melancólico anuncio en blanco y negro y el soniquete del vals; el posado navideño en la portada de Hola! de Isabel Preysler con todos sus hijos, o a la misma Isabel anunciándome los bombones dorados; el anuncio de turrón de "vuelve, a casa vuelve" que este año aún no he oído por ninguna parte, tal vez porque ya no haya quien tenga que volver a casa, si no a quien echar de casa...; la jamona embutida en un traje de cuero que busca desesperadamente a Jaks, aunque sólo en Navidad; ¿dónde se han escondido las burbujas doradas del cava?; incluso echo de menos a Edu, llamando a todo el mundo para desear feliz Navidad y a Rodolfo diciendo aquello de "lleváme a casa", y, sobretodo, a Martes y trece, que las Navidades sin ellos no han vuelto a ser las que eran.
¿Cómo quieren que nos contagiemos de espíritu navideño si nos quitan a los clásicos? Ahora para descubrir que estamos en adviento tengo que fijarme en las fachadas en las que, por doquier, desde hace un mes, un tipo vestido de rojo hace esfuerzos ímprobos para colarse por la ventana o el balcón. Que esa es otra, hemos adoptado un personaje que nada tiene que ver con nuestra cultura, y, como aquí no tenemos chimeneas, pues le hacemos entrar por el balcón.
Será que me estoy haciendo mayor, pero, esto ya no es lo que era.

miércoles, diciembre 05, 2007

Como elegir un buen amante

Este post va dirigido a una amiga que lleva mucho tiempo sin pareja, y por ende en el dique seco.

A menudo hablamos del tema, porque últimamente está un poco, como decirlo, desesperada, y, en esta cuestión yo tengo una teoría. Nada que ver con el mito del tamaño de los pies o de las narices, porque, aunque el tamaño tiene su relativa importancia, de nada vale si no se sabe utilizar. Además, no existe ninguna relación entre unas extremidades y otras.

No, mi teoría es otra bien distinta: para saber si un hombre será bueno en la cama hay que verle bailar antes. Si en la pista de baile es un patoso, incapaz de coordinar manos y pies, soso, o no tiene gracia alguna moviendo las caderas... más vale que te olvides de él, a no ser que estés dispuesta a sacrificarte en aras de su beneficio, o que te contentes con otras prácticas. Ahora bien, si te encuentras con un hombre que sepa llevar el ritmo, que se acople bien a ti bailando, que sepa mover decentemente las caderas, aunque no sea un experto bailarín, aunque desconozca los pasos de baile... nena, vete a por él, que seguro que el éxito en la cama estará garantizado.

Ya, ya sé que no es lo único, pero supongamos que has conocido a un chico que te resulta atractivo, que te hace reír y con el que estás a gusto. Llega el momento de dar el paso siguiente. Primero, deberás probar cómo besa. Si es de esos que te lavan la cara para darte un beso, yo lo descartaría, aunque hay a quien le gusta. Lo mismo digo si son de esos que te meten la lengua hasta la garganta y no te dejan respirar, o de los que sólo conocen un tipo de beso, que son aburridos y poco imaginativos. Del tema besos hay mucho para hablar, pero no es esta la cuestión, además, seguro que sabrás distinguir rápidamente a un buen besador de uno que no lo sea.

Por desgracia, un buen besador no siempre garantiza un buen amante, así que deberás pasar al segundo paso: la música.

Yo tengo mi propia selección, a base de un poquito de jazz, algo con saxo,un blues, tal vez un poco de bossa nova, de swing, algún tema de Sinatra, de Gershwin, de Aretha, de Bublé, Fever o This boots are make for walkin... tampoco hace falta mucho más. Si con esta música no se mueve con elegante cadencia y no se pone un poquito tontorrón, mejor que te despidas.

Claro, que el baile tampoco te garantiza un buen amante, aunque ayuda, pero si el chico en cuestión es un egoísta y no sabe jugar un poco, todo lo anterior está de más.

De todos modos, chicas, si el muchacho en cuestión os ha gustado, aunque esa primera vez os haya decepcionado en la cama, os recomiendo que le deis una segunda oportunidad, porque a veces la sorpresa puede ser muy grata, pero nunca una tercera, que ya no estamos para enseñar a nadie, y que vuestro tiempo y vuestro gozo, valen su peso en oro.

Por cierto, esta teoría no es aplicable a las mujeres, pues la mayoría sabemos oscilar nuestras caderas perfectamente, no hay más que vernos caminar sobre tacones (... y que conste que yo soy muy sensual bailando, y no digamos nada andando sobre tacones y con falda estrecha).

lunes, diciembre 03, 2007

Pasadas por agua (LA P... GOTA FRIA SIGUE)

2ª Parte
Sábado por la mañana. Los despertadores han sonado y corremos como locas a la balconada a ver el cielo. Ha dejado de llover, Valencia está mojada, gris, húmeda y oscura, pero nos conformamos, y tenemos esperanza de que la lluvia sea ya un recuerdo pasajero y el sol pueda abrirse camino en un día tan gris como este.

Desayunamos abundantemente para coger fuerzas ante el largo y completo día que nos espera. La primera parada va a ser, como no, la playa, y, para ir bien equipadas hay que llevar los biquinis puestos. ¡Optimistas! Como no me lo creo soy la única que sal de casa sin él.

Salimos de casa con grandes dosis de energía y esperanza, y con una bolsa de más de 1 kilo de golosinas variadas, y tomamos el autobús que en pocos minutos nos dejará de nuevo en la playa de la Malvarrosa. De todos modos, no nos fiamos totalmente y llevamos los chubasqueros y los paraguas por si acaso.

Decidimos dar una vuelta por el Puerto, donde meses atrás se ha celebrado la America`s Coup, especialmente por el edificio Veles e Vents, emblema de la citada competición y un lugar donde por las tardes y noches se puede disfrutar de un buen ambiente además de buenas vistas. Accediendo al edificio se levanta una ráfaga de aire húmedo acompañado de grandes gotas de agua. Bueno, puede ser un mal presagio, pero vamos a pensar que sólo ha sido un recuerdo de la pasada noche.

Paseamos por las cubiertas de las plantas del edificio, disfrutamos de las vistas, nos hacemos fotos y el cielo sigue de un amenazador gris. Teresa no para de insistir con que ella quiere ir a la playa, y parece que de nada le sirve que le diga que está a escasos 100 metros de ella, e Isabel repite casi una docena de veces que hay que ir a buscar un restaurante para reservar una paella, y yo no me canso de decirle lo mismo que a Teresa, ¡ van a acabar con mis nervios y mi paciencia!
Bajamos las gradas para dirigirnos al kiosco. Era justo ese momento y ese lugar en el que no tienes donde refugiarte... y las nubes que llevaban siguiéndonos ya un rato lo sabían. En escasos segundos comenzó una descarga de agua tremenda y un viento de gran fuerza que no sabíamos si soplaba del este, del oeste, del norte o del sur. Yo intentaba correr hacia la Avenida de Neptuno, pero avanzar se hacía difícil y entretanto no había lugar donde guarecerse. Por fin encontramos una especie de pérgola bajo la que refugiarnos mientras esperábamos a que aquella tormenta pasara. Isabel volvió a la carga con lo del restaurante y, reconozco que un poco irritada, le mostré los restaurantes de los que nos separaban unos metros y la playa que tanto ansiaba Teresa.
El chaparrón (es un decir, aquello fue bastante más que un chaparrón) cesó y por unos minutos un pequeño rayo de sol apareció en el cielo, momento que aprovechamos para dirigirnos a la playa.
Teresa salió corriendo, como si estuviera poseída por una fuerza invisible, y las demás le seguimos. Después de encargar una paella de bogavante en uno de los muchos restaurantes de Neptuno, nos dirigimos nuevamente a la playa, y tuvimos la osadía de pasear por la orilla y meternos hasta la pantorrilla. Bueno, hubo alguien a quien si no frenamos se nos mete de cabeza....

Comimos una estupenda paella de Bogavante regada con sangría en un sitio que no pienso recomendar a nadie, porque el servicio fue malo hasta decir basta y los postres no había quién se los comiera; como anécdota en cuanto a los postres, sólo diré que la mega-hiper-súper-extragolosa Isabel dejó prácticamente intacto el tiramisú que había pedido y para el que se había hecho hueco en el estómago. Ante su decepción por el postre, conseguimos que le trajeran un trozo de tarta del bautizo que se estaba celebrando en el interior del restaurante, y también se la dejó porque no era de su agrado... y puedo decir que Isabel es golosa hasta extremos nunca vistos y casi cualquier cosa con azúcar o chocolate es de su agrado. Como nos lo iban a cobrar, y después de la lata que dio con el postre, intentamos hacérselo tragar de cualquier manera, hasta por el escote si fuera necesario.

Para bajar el arroz y hacer una buena digestión , nada como pasear por la orilla de la playa, viendo los destrozos que la lluvia había ocasionado la noche anterior, corretear un poco por la arena, jugar entre las barcas y pasear por el paseo marítimo. El cielo nos había dado un armisticio y había que aprovecharlo. Y, para finalizar la tarde, nada mejor que visitar el centro de la ciudad, moviéndonos para ellos en un medio de transporte tan evocador y mítico como el tranvía (aunque ahora es tan moderno como la mejor red de metro). Así que cuando comenzaba otra vez a llover hicimos nuestro particular viaje en "tranvía desde la Malvarrosa".
Cuando llegamos a la conocida como estación de madera el cielo había abierto de nuevo sus compuertas y el agua lo cubría todo de nuevo: no exagero, las marquesinas de la estación no eran capaces de guarecernos, y cuando nos decidimos a salir de su protección, el agua nos cubría hasta los tobillos. Había que ver a la digna Isabel, con su paraguas rosa a juego con su camisa, bordeando todos los charcos para no mojarse sus zapatos de piel. A las demás nos daba igual, porque, habiendo aprendido del día anterior, llevábamos chanclas de goma, lo mejor para estas ocasiones (salvo que dispongas de unas katiuskas). Por fin, tras los rodeos de Isabel, conseguimos salir de la estación y cruzar el puente de Serranos, para que mis amigas admiraran las famosas torres, emblema de la ciudad. De allí, intentando no pisar los charcos, ni quedarnos embarradas en los jardines, ni que los coches que circulaban por Conde Trenor nos hicieran blanco de sus salpicaduras, nos dirigimos hacia la Casa de los Caramelos, donde las golosas hicieron acopio de mercancías, para entrar por la calle de Navellos hasta la Plaza de la Virgen.

No voy a decir que la imagen no fuera bella, pero le faltaba la intensa luz con la que el cielo valenciano suele iluminar esta plaza donde se mezclan estilos arquitectónicos, formas variadas, lo civil con lo eclesiástico, el ocio y la devoción.

No había muchas ganas de posar ante la fuente de Neptuno y las acequias de la Albufera, así que decidimos hacer visita cultural y,de paso refugiarnos de la lluvia, entrando en la catedral. Lo malo que tiene una visita a la catedral en sábado es que es habitual encontrarte con unas cuantas bodas de alto postín, entre las que destacábamos, y no precisamente por la elegancia de nuestros modelos, o que incluso te topes con alguna conocida que se extrañe de verte en tal lugar y más con esas pintas... pero en mí, es algo habitual.

Terminada la visita cultural, y habiendo hecho un buen escudriñaje de los modelos de las novias y los asistentes a las bodas, llegó la hora de la merienda, y ¿qué mejor que llevar a un grupo de golosas a Santa Catalina a tomar un chocolate o una buena horchata con fartons?. Desde luego, he de reconocer que esa tarde Isabel estaba un poco espesa; mientras todas las demás nos decidimos por la clásica y tradicional horchata ella se decidió por un chocolate, eso sí, acompañado por dos o tres fartons rellenos de crema. Como el chocolate no terminó de gustarle, para pasar el mal trago, decidió hacerlo acompañada de otros dos fartons, eso sí, esta vez sin relleno. ¡ Y el tipazo que tiene la condenada con el hambre que pasamos las demás!

A todo esto, y que nadie se confunda, seguía lloviendo, aunque con menos intensidad. Seguir visitando el centro de la ciudad con la humedad que rezumaban nuestros cuerpos no nos parecía una buena idea, además estábamos cansadas.
Aún tuvimos ganas de subir hasta la Plaza del Ayuntamiento, hacer compras para la cena y cargarnos con un poco de agua de Valencia para animarnos la noche... quién nos iba a decir que iba a dar para tanto.

Llegamos al apartamento muertas de cansancio. Unas buenas duchas (con escasez de toallas) nos hicieron entrar en calor. Preparamos una cena ligera y, después hacer recolección de toda nuestra medicación, y una competición de quién era la más dopada, (no voy a decir quién ganó por goleada), nos relajamos tomándonos una copita de agua de Valencia. La idea era acostarnos pronto, pero, ya se sabe, el alcohol suelta la lengua y terminamos por crear el grupo de resistencia. Algún día os contaré en qué consiste y las conspiraciones que descubrimos. Sólo puedo contaros que descubrimos que hasta el agua embotellada está manipulada (El agua Pascual para los que lo hacen poco y mal, y la Bezolla para alargar la ....) En fin, el grupo de la resistencia está ya en marcha, pero eso es otra historia.

Cruzando el Estrecho de Gibraltar


Hace unas semanas os hablé de mi hermano Apolo, de su determinación para llevar a cabo todo lo que se propone, y de su última odisea, el cruce del Estrecho de Gibraltar a nado. Por fin tengo las imágenes, y aquí las pongo para tod@s.


¡ Qué las disfrutéis!

Si por motivos técnicos, totalmente ajenos a mí, no pudierais verlo correctamente, pinchad esta dirección http://es.youtube.com/watch?v=cYBYxhXsSpU


martes, octubre 30, 2007

La conspiración Z

"ModernidaZ, lealtaZ, solidaridaZ, honestidaZ, sinceridaZ,verdaZ".
No sé quién ha sido el responsable de la campaña de Zapatero, pero ha dado con la clave del poder: la Z. Sí, no hay que hacer más que un poco de memoria histórica para darse cuenta de un pequeño detalle: todos los presidentes del gobierno de España desde 1978 llevaban en ambos apellidos una Z, repásalos tú mismo y te darás cuenta:


  • Adolfo Suárez González
  • Felipe González Márquez
  • JoséMª Aznar López
  • José Luis Rodríguez Zapatero.

Ya, ya sé que me vas a decir que hubo otro presidente, Leopoldo Calvo Sotelo, y que no tenía Z, pero es que Calvo Sotelo no fue electo, y cuando se presentó a unas elecciones perdió estrepitosamente ante Felipe González.

¿Casualidad? Puede ser, yo no voy a decir que no, pero llamándote Mariano Rajoy Brey a no ser que de la Z saltemos hacia atrás a la Y, lo tiene muy difícil. Por si acaso, yo empezaría a buscar en el PP candidatos a la presidencia con Z: Esperanza Aguirre la lleva en el nombre, y eso pesa mucho, y, le pese a quien le pese Alberto Ruíz Gallardón Jiménez, es el candidato con más posibilidades y dos Z.

Lo bueno que tiene esta teoría es que a su vez también sabemos que Josep LLuís Carod Rovira, Iñaki Anasagasti Olabeaga, Anxo Quintana, y otros muchos, no tienen nada que hacer en las próximas elecciones.

Por cierto, un dato más que apoya mi teoría del poder de la Z: en un país en el que la monarquía empieza a entrar en crisis, un país que se define más juancarlista que monárquico, el heredero al trono elige como compañera a Letizia (con z) Ortiz, dos z; tal vez con esto se garanticen ocupar el trono el día de mañana...

domingo, octubre 14, 2007

Pasadas por agua (LA P... GOTA FRIA)

1ª parte.

Más de 4 meses planeando un fin de semana en la playa con amigas; decidiendo cuál iba a ser el destino, las fechas, las invitadas, qué hacer, cómo ir... está claro, cuanto más lo planifiques peor, las cosas hay que hacerlas sin planificar apenas, porque si no pueden torcerse, y mucho.
La cosa empezó a desviarse un poco cuando a 4 días para la partida aún nos faltaba por confirmar la asistencia de un par de personas, y con una de ellas no podíamos hacernos de ninguna de las maneras. Se ladeó un poco más cuando el hijo de una de mis amigas, a 24 horas para la partida, cae enfermo y no tiene con quién dejarle y se quebró otro poco cuando la hora de partida hubo de cambiarse a las 15:00 horas porque a última hora otra de mis amigas no pudo cambiar la hora de salida del trabajo.
A todo esto, yo he de decir que estaba ya desde hacia varios días en Valencia, disfrutando de buen tiempo, de playa y ultimando los detalles para la llegada de mis amigas
.
Viernes, 19:00 horas, hora de llegada prevista. He cogido mi bolsa de fin de semana, he dejado a mi sobrino con su madre, he cerrado la casa, he hecho la compra, y cargada como una burra me dirijo a la estación de autobuses a recibir a mis amigas. Por el camino comienzan a caer algunas gotas, parece que va a llover.
Viernes, 19:50 horas, por fin llega el autobús con mis amigas. Están desatadas como quinceañeras, sólo piensan en comer golosinas. Salimos de la estación y nos ponemos en contacto con los chicos de la agencia Valencia Holiday (http://www.valencia-holiday.com/ ) y decidimos coger un autobús para dirigirnos a nuestro destino final, una casa en la misma playa de la Malvarrosa (no es que seamos tacañas, es que ningún taxi nos hubiera llevado a las 5 y a nuestro equipaje). Llueve, pero bajo la marquesina de la parada se nota menos.
Viernes, 20:05 horas, por fin en el autobús, destino la playa y un maravilloso fin de semana. Una de mis amigas se acuerda de aquella a la que hemos excluido, y con sorpresa comprueba que le ha llamado. Otra de mis amigas se pone en contacto con su casa y descubre que a ella también le ha llamado. Empieza a cundir el pánico y las más variopintas excusas.
Viernes, 20:55 horas, hemos llegado a nuestro destino. Tan sólo unos metros y un descampado nos separan de nuestra casa en la playa. Está lloviendo con ganas, Pepi , que el día anterior se ha hecho un esguince, va un poco dolorida, pero hay que apretar el paso si no queremos empaparnos. Por cierto, el descampado está embarrado, hay quien lleva tacones, todas vamos cargadas, y las ruedas de las maletas no avanzan por la charca.
Viernes, 21:00 horas, hemos llegado a la dirección indicada. Tocamos el timbre con insistencia, pues los chicos de la agencia deben estar dentro esperándonos. No hay respuesta. La lluvia sigue cayendo, y sólo tenemos en ese momento un paraguas para 5. Llamamos por teléfono a Javier, nuestro contacto con la agencia, pero no hay manera de localizarle. Empiezan las bromas, el nerviosismo, y sobre todo, sigue la lluvia.
Alguien ha visto luces en el piso superior, aporreo la puerta, pero no hay respuesta. A voz en grito y aporreando la puerta conseguimos llamar la atención, y conseguimos que nos abran. ¡Por fin en casa!
Viernes, 21:45 horas, nos hemos despedido de los chicos de la agencia y hemos tomado posesión de la casa. Tenemos a nuestra disposición una primera planta en la que tenemos una habitación con una cama de matrimonio, una especie de salita, un salón, un baño completo, una cocina grande con un gran comedor y una terraza, y una segunda planta con una amplísima habitación diáfana, en la que hemos hecho que nos coloquen las 5 camas, y una terraza con vistas a la playa. No tenemos vecinos a los lados, ni enfrente, por lo que podemos hacer todo el ruido que deseemos. La casa, algo antigua, nos descubre una gran cantidad de secretos guardados en sus armarios, repisas, muebles y recovecos...
Viernes, 22:20 horas, después de una pequeña deliberación hemos decidido salir a dar una vuelta y cenar en alguno de los restaurantes de la zona. Parece que la lluvia nos ha dado una tregua, pero, por si acaso, llevamos el paraguas y un par de chubasqueros.
Paseamos en busca de un restaurante y un intenso olor a gambón a la plancha nos inunda; sale de una casa particular; se nos hace la boca agua y avanzamos rápido, pero para mi sorpresa “La otra vuelta”, el restaurante en el que pensabamos cenar, está cerrado, al igual que la pizzería que había a su lado. Montaña sugiere alguno de los restaurantes que están en pleno paseo marítimo, un poco más adelante, y allá que nos vamos. Empieza de nuevo a llover, y a la altura de nuestra casa, el agua cae ya de tal manera que parece un diluvio. Decidimos cenar en casa con lo que hemos comprado, aunque no tenemos aceite. Menos de 200 metros nos separan de la casa, pero llueve con tal fuerza que nos estamos empapando, y no hay ningún sitio donde guarecerse mínimamente. Yo sólo veo la casa cuartel de la Guardia Civil a 50 metros, pero, por suerte, Teresa, algo más despierta que yo, ve abierto un restaurante justo enfrente de nuestra casa y allí que nos dirigimos.
Realmente, no llevamos pintas para cenar en el restaurante. Yo podría exprimir mi cazadora totalmente regada y no obtendría menos de un par de litros de agua; las perneras de los pantalones de color crudo de Isabel y Montaña están empapadas y salpicadas de barro y arena, y sus cabezas gotean al igual que la mía; Pepi va cubierta con un chubasquero de color amarillo intenso, y entre los vaqueros mojados y su esguince ya no puede dar un paso, y Teresa, cubierta también con un ligero chubasquero azul, va calada hasta los huesos y chorreando por todas partes. Otra vez Teresa demuestra su lucidez al dirigirse al ventanal de la cocina del restaurante para pedir un poco de aceite. No tenemos ni donde llevarlo, pero finalmente nos dan un poco en una botellita de agua, suficiente para poder cenar.
Con el preciado líquido dorado en nuestro poder corremos a la casa esquivando charcos, cuando a Pepi se le antojan patatas fritas. Teresa y yo corremos a abrir la puerta y ponernos a salvo del agua, mientras Montaña y Pepi se quedan ante el ventanal de la cocina pugnando por unas patatas fritas y una barra de pan. Les cuesta más que el aceite, pero finalmente lo consiguen. Ya estamos todas a salvo en casa.
Viernes, 23:30 horas, a cubierto de la lluvia, secas, vestidas con nuestro pijamas y después de haber deshecho nuestro equipaje, cenamos una opípara cena alta en colesterol a base de patatas fritas, huevos fritos, salchichas, san jacobos, pan recién hecho y yogures, amenizada con una charla medianamente escatológica. Desde las terrazas vemos como cae la intensa lluvia como una cortina densa, no llueve, no, jarrea, pero no nos importa, tenemos las endorfinas altas y el buen humor se ha apoderado de todas nosotras. Mientras Teresa, con sus manos mágicas trata el esguince de Pepi, Montaña rebusca por la casa hasta que encuentra una sombrilla, una tabla, un cubo y una pala. Aún pensamos en salir a remojarnos un rato en la playa. Nos reímos, bromeamos, bailamos... estamos de escapada en la playa.
Viernes, 23:55 horas, hemos tenido que recoger en varias ocasiones el agua de la cocina que se cuela por la puerta de la terraza y hemos puesto dos toallas contra la puerta para impedir el paso del agua, aunque mitigan poco la invasión. De pronto, Pepi da la voz de alarma: en la habitación de la primera planta se ha abierto una raja en el techo que está goteando y ha mojado toda la ropa que habíamos colocado sobre la cama para que se extendiera. No encontramos una palangana o un barreño. Montaña vacía uno de los cajones y lo coloca sobre la cama para recoger la gotera. Subimos a la planta alta, y allí comprobamos que no hay goteras, pero que a través de una de las ventanas, cerrada, el agua se ha abierto paso y hay un gran charco ya en el suelo.
Recogemos el agua. Encontramos también un pequeño charco en el salón, pero creemos que es el agua que han escurrido los chubasqueros. Revisamos todo, y comprobamos que la cocina, pese a las toallas y pese a todo, empieza a parecerse a una laguna. Decidimos llamar a Javier para comunicarle el estado de la casa y que nos ofrezca una solución. Por el ruido que se oye al otro lado del teléfono, descubro que está de copas. No parece muy preocupado.
Nuestra indignación va creciendo por minutos. Yo empiezo a perder los nervios. Una nueva brecha se ha abierto en el techo de la habitación de la primera planta. Ya no es una pequeña gotera, son dos grandes rajas por las que el agua cae como de una regadera, sin parar; la mitad del techo de la habitación se ha oscurecido por la humedad y amenaza.
Sábado, 00:15 horas, Javier se pone en contacto con migo para saber qué está pasando. Le explicamos la situación y nos dice que en unos minutos vendrán a verlo. No parece muy alterado, pero nosotras sí lo estamos. Cada vez llueve con más intensidad y el agua sigue penetrando por todos los rincones en la casa.
Sábado, 00:25 horas, Javier y su compañero llegan a la casa. El timbre sigue sin funcionar y además yo no soy capaz de abrir la puerta de acceso a la calle, menos mal que cuento con la inestimable ayuda de Teresa. Al abrir la puerta comprobamos que la calzada es un gran charco y que la intensa lluvia no permite distinguir nada a más de 10 metros. Recibimos a nuestros caseros en pijama, nerviosas, y un poco asustadas al comprobar que el agua sigue avanzando en la habitación y que ya cae con intensidad a través de la lámpara.

Con ellos descubrimos una nueva gotera en el salón. Deciden que nos van a desalojar de allí y que van a proporcionarnos un nuevo hospedaje, y nos dan a elegir entre dos apartamentos en el mismo edificio en la playa de la Patacona, o un apartamento de lujo en la Torre de Francia, frente al Parque de las Artes y las Ciencias de Valencia. Nos vamos vistiendo a toda prisa, temiendo que el agua haga un cortacircuito o que se hunda el techo del dormitorio. Mientras ellos se marchan a comprobar la disponibilidad de los apartamentos y a acondicionarlos para nuestro realojo, nosotras nos quedamos recogiendo nuestros enseres batiendo todos los récords, preparándonos para trasladarnos y decidiendo que la mejor opción son los apartamentos en la Patacona. Por cierto, mientras soportamos la tensa espera Isabel se hace con un par de rollos de papel higiénico que guarda entre su equipaje, y que en el futuro nos serán muy útiles,y Montaña y Teresa con un par de libros.
Recibimos una nueva llamada de Javier. Las carreteras están inundadas, no se puede acceder a la Patacona y nos van a instalar en un apartamento de la Torre de Francia. Nos mandan un par de taxis para que nos recojan y nos lleven al nuevo destino. Teresa empieza a decir que no es lo mismo y no va a parar fácilmente con la cantinela.
Sábado, 01:00 horas, Teresa, que se ha quedado escaleras abajo, en la puerta, avisa de que ha llegado el primer taxi. Decidimos que sean Pepi e Isabel las que salgan en primer lugar, mientras nosotras tres nos quedamos a la espera del siguiente vehículo. Comprobamos con cierto estupor que pese a la intensa lluvia el taxista no se baja del vehículo para abrir la puerta del maletero y que son Isabel y Pepi las que se han de hacer cargo de meter su equipaje en el maletero.
Sábado, 01:15 horas, llega el segundo taxi seguido de cerca por el coche de nuestros arrendatarios. Cortamos la luz y cerramos la puerta. Mi teléfono empieza a sonar con desesperación, pero no soy capaz de encontrarlo mientras guardo mi bolsa de viaje y me acomodo en el asiento delantero del taxi. El taxista nos pregunta la dirección, nos miramos sorprendidas y, como por arte de magia el coche de los chicos de Valencia Holiday se pone a nuestra altura y le pide al taxista que le siga. Mi móvil sigue sonando. Consigo encontrarlo: es Pepi, el taxista, que es bastante borde, no conoce la dirección a la que debe dirigirse y amenaza con hacerlas bajar del taxi y cobrarles la carrera. Le doy la dirección y les emplazo a vernos en el edificio de la Torre de Francia donde los chicos de la agencia se harán cargo de la carrera.
Sábado, 01:25 horas, las calles están inundadas; la calle de Juan Verdeguer y la calle de la Estación están cortadas, de manera que no podemos acceder a la Avenida de Francia por el camino ordinario; seguimos por el camino de las Moreras, pero a cierta altura también está cortado y no tenemos más remedio que adentrarnos en Nazaret, donde nuestros caseros se hallan perdidos y han de seguir al taxi. Callejeando por Nazaret, buscando calles accesibles terminamos dando un tremendo rodeo a Valencia, cruzando por el nuevo cauce del río hasta aparecer por fin en el puente de Monteolivete , desde donde vislumbramos el edificio, no en vano es el más alto de la ciudad. En ese momento nuestros arrendatarios nos adelantan a toda velocidad y se saltan los semáforos de dos cruces y una glorieta. Seguía lloviendo cuando por fin llegamos y descendimos del taxi, pero nuestra sorpresa fue ver que Isabel y Pepi aún no habían llegado.
Sábado, 01:55 horas, con los nervios de punta por la carrera alocada que hemos realizado y sin la aparición aún de Pepi e Isabel, nos recibe el portero del edificio. Llamo a Pepi y me confirma que están llegando. Javier sale a pagar al taxista y a recoger los enseres de mis amigas. Estamos todos fatigados, empapados y con unas pintas un poco extrañas, no hay más que mirar a la habitualmente elegante Isabel, vestida con un chandal naranja y zapatos de medio tacón o a Pepi cubierta con el chubasquero amarillo. El portero flipa tanto con nosotros que cuando nos ve dirigirnos al ascensor nos recuerda que no cabemos los 7 en un solo elevador.
Por fin hemos llegado a nuestro nuevo hogar. No hay toallas ni papel higiénico, y sigue lloviendo, aunque en la 8ª planta no corremos peligro. Enviamos a Javier y a su compañero a por toallas, papel higiénico y algo para beber que nos haga la noche un poco más relajada, mientras Teresa no para de decir que no es lo mismo y Montaña la secunda. Aún hay que hacer el reparto de habitaciones, deshacer el equipaje y poner la ropa mojada a secar.
Sábado, 02:20 horas, los chicos han aparecido con una botella de coca-cola, un paquete de papel higiénico y un par de toallas. Sigue lloviendo, nos quedamos charlando un rato mientras nos relajamos antes de irnos a dormir. Mañana será otro largo día, pero eso será otra historia.

jueves, octubre 11, 2007

Acoso

Leemos a diario casos de acoso, acoso en el trabajo, acoso en las escuelas, acoso en la vida diaria... pero siempre nos parece algo lejano e incluso un poco irreal; por eso cuando el caso es cercano, cuando atañe a tu círculo, la indignación es enorme.
No podía creerme que en pleno siglo XXI, entre chicos de 15 y 17 años, que se han criado y educado en un ambiente de igualdad, de tolerancia, de democracia, de libertad... pudiese seguir dándose un caso de acoso sexual grave.
Estoy hablando de un chico de 17 años, de un colegio privado mixto, de educación religiosa, de un acosador que en mitad de una clase, se dedica a acosar impunemente y sin tregua a una joven de 16 años, aprovecha cualquier descuido para abalanzarse sobre ella y manosearle y sobarle, y cuando ésta le niega repetidamente, él no tiene otro recurso que insultar, humillar, vejar y amenazar físicamente. Estamos hablando de un maltratador y un violador en potencia. Por supuesto él ahora lo niega todo, y se dedica a propagar infundios sobre la joven.
¿Qué clase de educación ha recibido esa criatura? ¿Acaso nadie le enseñó que cuando alguien te dice NO hay que respetarle?, ¿quién le enseñó que las mujeres pueden ser propiedades que se manejen a su antojo?, ¿no le explicaron lo que es la libertad, la igualdad, la tolerancia, la educación, el respeto, el sentido común? Parece ser que no, e incluso, parece ser que no era la primera vez que el gallito actuaba de esa misma manera, pero se amparaba en el miedo que sentían sus víctimas.
Porque eso es lo peor, el miedo, el sentimiento de culpa, la vergüenza, la sensación de impotencia e indefensión que siente una mujer ante especímenes de este tipo. Sé de lo que hablo porque yo lo viví en mis propias carnes y me lo callé en repetidas ocasiones. Ni todo el agua caliente, el jabón y los restregones con el estropajo logran hacer que dejes de sentirte sucia y culpable. La humillación a la que te ves sometida es tan grande que te paraliza, no te permite reaccionar, y durante días el miedo se apodera de ti. Quisieras desaparecer, volverte invisible.
Las mujeres no tenemos la culpa de que en el mundo haya seres despreciables como este niñato de 17 años, y otros muchos de todas las edades, que se creen que las mujeres somos inferiores a ellos y que podemos convertirnos en objetos, en sumisas esclavas destinadas a satisfacer su ego o sus caprichos. No tenemos la culpa de que no entiendan que no somos una propiedad de nadie, que somos personas con los mismos derechos que ellos, y a veces, muchas, con más inteligencia que ellos. No tenemos la culpa de que no comprendan que tenemos la libertad de rechazar a quien queramos, de decir NO cuantas veces queramos y a quien queramos. Las mujeres no somos culpables de ser hermosas, atractivas, sensuales o seductoras, y sobretodo, no tenemos que avergonzarnos por ser así. Ellos deben de saber controlar sus instintos primitivos, y si no son capaces, que se pongan en tratamiento o se vistan con pieles y se vayan a vivir a una cueva en el bosque, como hace millones de años.
Por suerte M.,a sus 16 años, tiene la cabeza muy bien amueblada y supo reaccionar perfectamente. No se calló, si no que lo denunció, primero a sus padres, después ante la dirección del centro, y los mediadores de la policía. M. lo ha sacado fuera de sí, y aunque aún está asustada, sabe que no tiene que avergonzarse de nada, que no tiene que temer, que no es culpable, que no callándose conseguirá que el chico sea castigado, que nadie va a seguir creyendo sus mentiras, y, que es posible que con su acción haya evitado otros casos.
Ojalá yo también hubiera actuado como ella hace muchos años; ojalá no lo hubiera dejado guardado dentro de mí, ojalá alguien me hubiera dicho que yo no era culpable...en mi caso ya no se puede hacer nada, pero en los futuros sí. Que ninguna mujer se avergüence, que denuncien, que no se dejen avasallar por estos maltratadores, acosadores y violadores, y que vayan por el mundo con la cabeza bien alta y el orgullo de ser mujeres.

jueves, octubre 04, 2007

Otoño, lluvia y depresión

Estamos en otoño, la estación de la melancolía.
Lleva lloviendo toda la semana; apenas he visto el sol desde hace 15 días. Miro al cielo y no veo más que nubarrones negros que amenazan con descargar una fuerte tormenta en cuanto pise la calle.
El cielo se ha oscurecido tanto que parece que la noche repentinamente se haya echado sobre esta tarde, y de repente ha comenzado a llover con tanta fuerza que las gotas al caer al suelo salpican y crean burbujas.
Me gusta la lluvia, me gusta el olor a tierra mojada, pero sobretodo, me gusta que luego salga el sol, necesito el sol, y ahora noto que me hace mucha falta.
Es posible que a los demás no les condicione tanto, pero a mí sí. Está clínicamente demostrado que en otoño, al disminuir la cantidad de luz solar a la que estamos expuestos, los niveles de serotonina, un neurotransmisor a los que algunos llaman "la hormona del placer", descienden, afectando a aquellos que sufren patologías de tipo depresivo. Esta es la razón por la cual el otoño suele ser la estación más propensa a las recaídas. Pero que nadie se alarme, el descenso de luz solar no afecta a todo el mundo, para ello deben de existir de antemano problemas, y, aún así, no a todos los enfermos les afecta de igual manera.
Lo bueno de todo es que antes o después terminará por salir el sol, y que cuando menos me lo espere estará brillando en lo alto del cielo. Mientras tanto, he de intentar que la melancolía no se apodere de mí, y he de recordar que a mi alrededor hay un montón de gente que merece la pena, gente que me quiere y por la que merece la pena intentar sonreír.

domingo, septiembre 30, 2007

Los tontos más listos

El Pedergal era un pequeño pueblo aislado a los pies del monte donde durante siglos la endogamia había sido una práctica común entre sus habitantes, dando como resultado un número importante de seres diferentes, o como muchos llamarían, deficientes. Conocí a algunos de ellos durante una temporada que pasé en un finca cercana al pueblo, y descubrí en ellos a unos seres con un corazón puro, sin ninguna maldad, con una capacidad enorme para la felicidad y, en los que, cuando aprendías a escuchar, descubrías que su inteligencia no era tan escasa... sólo distinta a la nuestra.

Recuerdo con especial cariño a dos hermanas: Dolores y Paquita. Ambas habían superado ampliamente el medio siglo, pero su coquetería les impedía confesar su verdadera edad, y como ellas seguían vistiendo, hablando y comportándose como adolescentes, era muy difícil saber qué edad podrían tener. Vivían solas, y Paquita era la que administraba el dinero, y todos los meses, según me contaron, tenía la misma pelea con el empleado de la Caja Rural, porque Paquita sólo quería cobrar en billetes pequeños, billetes que ella pudiera contar; así que cuando el cajero le daba un billete grande escondido entre el fajo, ella lo distinguía perfectamente y montaba un número en la oficina, porque el valor del billete grande para ella no existía, a ella lo que realmente le importaba era el número total de billetes con el que se marchaba del banco. Y, Paquita, viendo un montón de billetes sobre un mostrador adivinaba la cantidad exacta, confundiéndose en las mínimas ocasiones y por cantidades muy pequeñas. Nunca nadie fue capaz de engañarle en una suma o con el cambio en una compra.

Su hermana Dolores, Lolita, era una mujer coqueta en extremo y adicta a la limpieza, a mí, personalmente, me recordaba a la ratita presumida. Tenía una salud de hierro, hasta que al pueblo llegó un nuevo médico, un joven bien parecido del que Lolita se enamoró como una colegiala. Desde aquel momento no hubo una semana en la que Lolita no sufriera una extraña dolencia que necesitara de las atenciones del doctor, que con infinita paciencia le auscultaba, tomaba la tensión o simplemente escuchaba. Y, cuando alguien intentaba mofarse de ella, Lolita, con su habitual coquetería les narraba como le tomaba la mano (aunque fuera para medir su pulso), escuchaba los latidos de su acelerado corazón o le acariciaba, y, no pocas sentían envidia de como ella era tratada por su amor.

Conocí también a Felisín, un hombre realmente especial. De él tampoco podría decir su edad, aunque supongo que era bastante. Era un hombre para todo: igual hacía recados, que ayudaba al alguacil, que barría las calles, que hacía de arbitro en las peleas de los chicos, que regulaba el tráfico o que ayudaba en la iglesia. Pero, ante todo, Felisín se sentía músico; no había nada que le atrajese más que la música, y cuando una orquesta o una banda llegaba al pueblo, allí estaba él, admirando los instrumentos, haciendo preguntas, intentando codearse con ellos. Y, es que, al fin y al cabo, él era músico, como así se lo hizo saber un día a un trompetista de una orquesta. Cuando el trompetista, incrédulo, le preguntó qué instrumento tocaba, Felisín, muy serio, le contestó que un instrumento de cuerda, y cuando el músico, totalmente intrigado quiso adivinar cuál, Felisín orgulloso le contestó que las campanas. Y era totalmente cierto, pues era el campanero del pueblo. Con los años El Pedregal llegó a tener su propia banda y me contaron que la primera vez que la banda salió con la procesión de la Virgen de Los Montes, a Felisín le otorgaron el honor de dirigir el primer tema.

Y no quisiera olvidarme de Manolito, con el que pasé algunos ratos inolvidables. Manolito era un ser excepcional, con una memoria prodigiosa y unas costumbres algo atípicas. Era capaz de recitar de memoria pasajes enteros de varios libros, se sabía infinidad de poesías, imitaba las voces de cualquiera de los vecinos, multitud de sonidos y las voces de muchos animales. Sus predicciones meteorológicas tenían fama en toda la comarca y por las noches sabía guiarse por las estrellas. Según me contaron su infancia, a diferencia de los otros, fue dura, y, al volver del servicio militar, Manolito se encontró más sólo y desprotegido que de costumbre y empezó a refugiarse en el alcohol.

A Manolito le gustaba viajar, pero no se fiaba de los transportes. Me recordaba que cuando estuvo en Madrid solía transportar en una bicicleta paquetes de su cuartel al edificio de Correos, y, que en una ocasión, en plena Castellana, se vio rodeado de automoviles (pocos debían ser, porque me hablaba de tiempos pretéritos). El caso, es que tuvo un pequeño percance, y se asustó tanto que abandonó la bicicleta y salió corriendo con los paquetes en la mano. Desde ese día decidió que lo más práctico era ir a todas partes corriendo, y, sin importarle las distancias, de esa manera hacía sus desplazamientos.

Manolito contaba historias verdaderamente divertidas, sobretodo si le animabas la lengua con una copita de anís, y entonces recordaba con nitidez anécdotas casi inverosímiles que formaban un corrillo de parroquianos a su alrededor.

Pero lo que más le gustaba a Manolito era la radio, más que el anís. Lo más habitual era ver a Manolito por la calle con la mano izquierda sobre su oreja retransmitiendo un partido de fútbol, un noticiario, una corrida de toros o cualquiera de las coplas de Rafael Farina o Miguel Molina. Sí, he dicho retransmitiendo, porque Manolito no tenía transistor; en una ocasión, uno de sus parientes le trajo de la capital el último modelo, y Manolito no cabía en sí de gozo. Pocos días más tarde, aquel familiar vio que Manolito había vuelto a su costumbre, y al preguntarle, le contestó que ya no le gustaba, porque no decían lo que el quería oír ni cantaban lo que él quería, así que prefería su radio. Así se las gastaba Manolito.

Hace poco volví a El Pedregal. Ya no vive ninguno de ellos, y les recordé con nostalgia e inmenso cariño. Desde aquí mi pequeño homenaje para ellos.

miércoles, septiembre 26, 2007

Las noticias de mi semana

He estado una semana de vacaciones (un poco pasadas por agua, pero ajetreadas), pero que nadie piense que por ello iba a olvidarme de mi resumen semanal de noticias.


La semana anterior dejé a la Selección Española de Baloncesto jugando la final contra Rusia; mientras yo escribía mi crónica ellos luchaban canasta a canasta, pero al final, y con un resultado ajustadísimo la victoria fue a parar a manos de Rusia y los Campeones del mundo se tuvieron que conformar con un segundo puesto que ha sabido a poco. Por cierto, mucho "vip" se vio en las gradas esa tarde, más de uno con la sola intención de salir en la foto y sin saber distinguir pasos de faltas.


Y, mientras en Madrid la Selección Española perdía al baloncesto ante Rusia, en Moscú la Selección Española de Voleibol ganaba la medalla de oro frente a Rusia, toda una paradoja. Por desgracia, el voleibol sigue siendo un deporte muy minoritario, y si no llega a ser por esta victoria, el campeonato de Europa habría pasado desapercibido entre las noticias deportivas, las manos aseguradas de Casillas, la polémica de McLaren y Alonso, los problemas del vestuario del Barça, las primeras victorias del Atlético de Madrid y otras banalidades.


Vamos a cosas serias, que las hay; volvemos al tema de la precampaña electoral. La última, como siempre en vivienda, ha sido la "nueva" propuesta social de Carmen Chacón y su ministerio, de subvencionar el alquiler a los jóvenes de entre 22 y 30 años, con una ayuda de 210 € mensuales, a los que se añadirán 600€ para fianza y un aval. La idea está integramente copiada de su antecesora en el cargo, Trujillo, y, además de no aportar nada nuevo, va a conseguir que algunos avispados suban el alquiler de sus viviendas, y, que los que ya han pasado de los 30 se pillen un cabreo monumental; pero eso sí, la presentación fue espectacular, y la lluvia de críticas de un lado y otro, ni digamos. Y, como gato panza arriba se defendió la Ministra, que además se sacó otro as de la manga, con nuevas medidas que agilicen los desahucios en caso de impago. Según ella, con esto debería bastar para sacar a alquiler las múltiples viviendas cerradas que hay en nuestro país y solucionar el problema de la vivienda.
Y, mientras, el pocero inauguraba en Seseña su macrourbanización y prometía construir otro millón de viviendas, aunque sin especificar dónde. Lo que es cierto es que las viviendas de este constructor han salido a la venta por un precio inferior a la media, aunque, saltándose a la torera todo lo que ha podido y en mitad de la nada. Compadezco a esos ilusos que van a tener que tragarse más de dos horas diarias de carretera para poder acceder al trabajo.
Y, dejando el tema de la vivienda, pero sin salir de nuestro país, sigue la quema de imágenes del rey en Cataluña. Estos radicales nacionalistas me recuerdan bastante a los inquisidores de la Edad Media, que cuando no disponían del reo quemaban su imagen en la plaza pública. Aquellos dementes, incultos y fanáticos religiosos al menos celebraban juicios, estos, desde la Universidad, sede del conocimiento, simplemente gritan, queman e insultan. ¡Qué poco han avanzado algunos en quinientos años!
Y en esta España nuestra de pandereta, dos noticias relacionadas con los juzgados han sido titulares. Por una parte, la Audiencia de Barcelona aprueba definitivamente la excarcelación del violador de la Valle d`Hebrón, pese a que los psicólogos han reconocido que no está reinsertado, y que es muy probable que vuelva a reincidir. Y por otra parte, el preso más famoso de España, Julián Muñoz, podría abandonar proximamente la cárcel ya que el nuevo juez del caso Malaya ha decretado su libertad bajo fianza de 50.000 €.
Y por último, decir que el otoño ha entrado de golpe colándose en forma de gota fría, aguando el fin de semana, en especial a los que estábamos en Valencia intentando disfrutar de las playas; pero a mal tiempo buena cara, y la semana que viene más.

La lluvia llegó














Ya está aquí, ya llegó; adiós sombrilla, hola paraguas; hasta el próximo verano sandalias, toca sacar la gabardina del ropero; cambio bronceador por gorro de lluvia.

Después de tres días consecutivos de chaparrón, con la humedad calándome hasta los huesos y el pañuelo siempre a mano sólo puedo decir bienvenido otoño.

(En breve os contaré un divertido fin de semana pasadísimo por agua...)

sábado, septiembre 15, 2007

Las noticias de mi semana

Por desgracia esta semana he de abrir mi resumen con noticias que siguen acaparando titulares, especialmente las referidas a la desaparición de Maddie McCann; pocas novedades sobre este caso, muchas contradicciones y la sospecha cada vez más cerca de la madre de la niña. Parece ser, según algunos periódicos portugueses, que la señora McCann administraba habitualmente sedantes a su hija de tres años, una práctica bastante dudosa, como madre y como médico. Mientras en Portugal la policía intenta averiguar el paradero del cuerpo de la niña, en Gran Bretaña los padres se reunen con dos multimillonarios para buscar ayudas para su defensa. Por cierto, ¿qué ha sido de los 1,4 millones de euros recaudados ? Algo huele a podrido en toda esta historia, en especial cuando unos padres parecen más preocupados por recaudar fondos que por desenterrar la verdad.
En nuestro país también tenemos nuestros desaparecidos. Las familias de los pescadores desaparecidos en el naufragio del Nueva Pepita Aurora se han echado a la calle para protestar por la ineficacia y lentitud, después de una semana, del sistema del rescate, y esperan con impaciencia el momento de poder despedirse por fin de sus seres queridos. Mientras en Jaén se buscan los cuerpos de dos desaparecidos como consecuencia de una riada.
En España es cierto el dicho que nunca llueve a gusto de todos; en menos de cuatro horas una gota fría inundó numerosas poblaciones de Jaén, Murcia, Albacete, Alicante y Valencia. En algunos lugares, durante el temporal cayó más agua de la que se registra en condiciones normales en todo un año. Y, esta vez, por desgracia, además de las pérdidas materiales, hay que lamentar 3 víctimas mortales.
Sin salir de nuestro país, otras noticias acaparan titulares, en especial en política. No voy a hacer comentario alguno sobre la quema de la fotografía de los Reyes por parte de un grupo de radicales en Cataluña, pero no puedo reprimirme ante las noticias de discrepancias entre los proyectos de diferentes ministerios y el de Economía. Sigo pensando que en el gobierno del señor Zapatero, si alguien tiene la cabeza bien puesta, y los pies en la tierra, uno de ellos es el señor Solbes, que últimamente tiene que luchar contra todo y contra todos, y, al que al final, incluso desautoriza el Presidente. Sinceramente, me parece más honesta y creíble la postura de Solbes que la de Zapatero y el resto de sus ministros, que no sé si nos intentan engañar, o realmente se creen sus propuestas.
Y, hablando de economía... "cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar".
En Inglaterra el quinto banco de la nación ha entrado en crisis, sus acciones han caído en más de un 30% y los clientes hacen colas para retirar sus ahorros de la entidad; incluso el Banco de Inglaterra excepcionalmente ha tenido que echar mano de sus reservas para ayudar al Nothern Bank, un banco especialista en préstamos hipotecarios. La crisis de Estados Unidos ya ha saltado a Inglaterra, ¿deberíamos tomar alguna medida en España?
Es hora de relajarnos un poco con temas un poco menos serios, hablemos de deportes. Mientras en fútbol la selección española sigue haciendo el ridículo, la de Baloncesto nos anima venciendo y convenciendo. Cuando escribo esto estamos a punto de llegar a la semifinal del Europeo, y da gusto ver jugar a un equipo tan bien compenetrado y con tantas ganas. Nada que ver con la selección española de fútbol y, especialmente con Luis Aragonés, un tipo malhumorado y siempre agriado, que ahora ha decidido no volver a dar una rueda de prensa, y que tampoco permite a los seguidores del equipo que vean los entrenamientos. Habría que recordarle al señor Aragonés que hace mucho tiempo prometió que si no cumplía dimitiría: entonces no cumplió y ahora tampoco. Pero, en este país nunca cambia nada, y menos en la Federación de Fútbol, donde cuando se accede a un puesto no se abandona por nada del mundo.
Y, mientras, la guerra del fútbol sigue en televisión: la Sexta y Sogecable siguen sin llegar a un acuerdo, por lo que seguirá el baile de partidos y el espectador no sabrá hasta unos minutos antes qué partido va a ver ese día. Vamos, lo normal en televisión, donde el cambio de programación es una constante y donde la saturación publicitaria llega a cotas cada vez mayores. Veremos las sorpresas que a partir de la próxima semana nos depara la nueva programación.
Y, hablando de televisión, y antes de decir hasta la semana que viene, un recuerdo para la actriz Jane Wyman, la inolvidable Angela Chaning que tantas sobremesas me alegró.

viernes, septiembre 14, 2007

Cuentos de colores: Azul

Asomada desde mi ventana, una mañana más contemplo el mar, este viejo y tranquilo Mediterráneo, e intento divisar en el horizonte una tierra lejana y añorada, pero no veo más que azul, una tenue línea que separa el mar del cielo azul.
Protegida en mi pequeño refugio intento olvidar, sin éxito alguno, porque todo me recuerda a ti; sé que esta última ola que me ha salpicado viene desde el otro lado, y me pregunto si no habrá jugado antes contigo; los rayos de sol que doran mi piel son los mismos que a cientos de kilómetros de aquí te están iluminando a ti; pienso que esta brisa con olor a yodo antes te habrá refrescado a ti, y no puedo dejar de recordar los momentos que pasamos juntos, al otro lado de ese horizonte azul, abrazados en la arena, contemplando este mar mientras nos amábamos.
Está atardeciendo. El sol va en tu búsqueda y posa sus últimos rayos, como suaves besos, sobre la superficie de nuestro mar, y las nubes, celosas, se tiñen de un color carmesí haciendo de esta puesta de sol un espectáculo único y maravilloso, y yo no puedo dejar de pensar que tal vez tú estés contemplando esta misma visión crepuscular y estés recordando los ocasos que contemplamos juntos mientras vivimos nuestros días de amor.
Otro día más la noche ha llegado; la luna, tan solitaria como yo, brilla en el cielo y se refleja plateada en el agua; seguro que tú también la estás viendo. A lo lejos, en el horizonte pequeños puntos de luz refulgen, barcos de pescadores que tal
vez se guíen por el potente foco del faro de mi isla, como tú, si un día decides venirme a buscar. He pintado la puerta y las contraventanas de un intenso añil para que desde la lejanía puedas distinguir mi refugio, aunque pocas esperanzas me quedan ya.
En mi corazón sigue viviendo tu recuerdo mientras en mi vientre crece una criatura fruto de aquellos días de pasión. Ya queda poco para poderla tener entre mis brazos, y sólo espero que tenga los ojos tan azules como su padre, tan azules como el mar que cada mañana contemplo desde mi ventana.

sábado, septiembre 08, 2007

La vida Bárbara

Cap. 8 Sofía
Con la llegada del mes de Junio, Sofía empezó a notar algunos cambios en el comportamiento y las actitudes de Bárbara. En las últimas semanas parecía menos abatida, un poco más alegre, más optimista, menos resentida con el mundo y con los que le rodeaban, algo más resuelta y animosa. Eran cambios apenas perceptibles para la mayoría, pero a Sofía aquellos pequeños detalles le recordaban a la joven Bárbara que un día, hacía ya más de seis años, había entrado al estudio con su curriculum bajo el brazo ante el reclamo de un puesto de trabajo.
Desde el primer momento la simpatía de Sofía por su pupila fue notoria, y llegaron a estrechar los lazos de tal manera que la relación que existía entre ambas mujeres iba más allá de lo profesional, se podría decir que Bárbara sentía algo más que admiración por su superiora, a la que intentaba imitar en todos los aspectos, mientras que Sofía llegó a desarrollar un profundo cariño por la muchacha, a la que quería casi como a la hija que nunca tuvo, tanto que hizo lo imposible por llegar a convertirla en parte de su familia.
Durante las fechas posteriores a la muerte de Alberto, Sofía no podía dejar de evocar imágenes de un pasado común en la que la protagonista era Bárbara. Recordaba su bello rostro rebosante de inocencia el día que la entrevistó para el trabajo. Le impresionaron desde el primer momento sus delicados modales y su exquisita educación, la mirada franca y directa, la manera en que se sentó, cruzando las piernas elegantemente hacia la derecha a la altura de los tobillos, su tono de voz suave al tiempo que firme y el entusiasmo con el que le enseñó y explicó algunos de los bocetos que portaba.
A veces, a su memoria llegaban imágenes de los primeros tiempos de relación laboral, cuando Bárbara parecía iluminar con su sola presencia cada rincón, cuando se ruborizaba cada vez que se elogiaba su trabajo o alguna de sus ideas, cuando cada mañana, por muy pronto que Sofía llegara, se la encontraba esperando ante los cierres de la tienda con la mejor de sus sonrisas. Añoraba aquella sensación de frescura, de aire nuevo que durante aquellos días inundó el negocio. En ocasiones, cuando cerraba los ojos volvía a vivir las largas conversaciones ante una taza de café poco antes de marchar a casa, aquellas charlas que cada vez eran más extensas e íntimas y en la que las dos se fueron abriendo lentamente. Sofía escuchaba con avidez los problemas que Bárbara tenía en la relación con sus padres y sus hermanos mayores, su desengaño amoroso y como éste había incidido en las ya de por sí malas relaciones familiares, los pequeños cotilleos, las relaciones con sus amigos, sus planes de futuro, a la vez que se permitía el darle consejos que la muchacha rápidamente ponía en práctica. A cambio, ella encontró una persona a la que poder contar sus problemas diarios, su complicada vida como empresaria, trabajadora, esposa, madre y ante todo mujer en un mundo de y para hombres. En Bárbara halló a alguien que no era sólo su confidente, demostraba ser ante todo una amiga y alguien que la admiraba, un ser al que podía aconsejar e incluso moldear. Cuando Sofía recordaba aquellos momentos sonreía… ¡Qué lejos habían quedado ahora! Sabía que aquella complicidad entre ambas mujeres no podría repetirse ya, no tenía esperanzas de que Bárbara le abriese su corazón para contarle lo que le estaba sucediendo y sabía muy bien el por qué.
Sofía había sido una mujer dedicada por entero a la familia y sobre todo a su trabajo. A lo largo de su vida había conocido a muchas personas, su carácter dicharachero y extrovertido le había procurado una extensísima agenda de conocidos, pero apenas tenía amigos. Con el paso de los años, al ir creciendo los hijos, se fue volcando cada vez más en su empresa, al tiempo que se aislaba de todo lo que no tuviera que ver con su particular universo. Con gran esfuerzo había conseguido sacar adelante sola un viejo negocio de antigüedades heredado, había logrado convertirlo en un exitoso estudio de decoración y tienda de muebles, referente de la nueva clase dirigente madrileña. De pronto, un día se dio cuenta de que estaba muy sola, ni su marido ni sus hijos conseguían ya llenar ese vacío que se había instalado en su alma, y tampoco tenía fuerzas ni ganas para reconquistar aquella parcela de su vida. Su negocio había crecido espectacularmente en detrimento de su vida personal , y fue entonces cuando decidió contratar a alguien que le ayudase en el trabajo, alguien en que poder delegar ciertas tareas con la esperanza de así encontrar un tiempo para recuperar su vida familiar. Ese alguien fue Bárbara.
Durante meses Sofía fue abriendo un hueco en su frío corazón de mujer luchadora e independiente, la tímida e insegura Bárbara había conseguido despertar en Sofía sentimientos que creía dormidos y que ni sus propios hijos le habían sabido provocar. Necesitaba su presencia, su cariño, y sobre todo esa adoración y admiración que Bárbara le transmitía en todo lo que hacía, decía y expresaba. Se había acostumbrado a la muchacha, le resultaba ya indispensable en su vida y no estaba dispuesta ni si quiera a pensar en perderla
Alrededor de la joven fue tejiendo una tela de araña en la que implicó al mediano de sus hijos, Alberto, un hombre frío, poco afectivo, pero siempre deseoso de complacer a su madre. No fue difícil organizar un encuentro casual entre ellos, deseosos como estaban ambos de conocerse tras haber oído las exageradas virtudes y méritos de uno y otro en boca de Sofía. Aquellos encuentros, siempre auspiciados por la misma persona, comenzaron a ser cada vez más frecuentes, y pronto una pequeña chispa prendió entre ambos. Sofía se llevó una gran alegría al comprobar que su estrategia había funcionado, ahora sólo tenía que avivar aquel pequeño fuego, y para ello no dudó en invitar a Nuria a pasar las vacaciones con ellos en su chalet en la costa, le fue introduciendo poco a poco en su círculo de amistades y familiares, le otorgó una pequeña participación en su empresa, y con el tiempo convenció a la pareja de la conveniencia de adquirir una propiedad conjunta en una urbanización a las afueras de Madrid, relativamente cercana a su residencia, e incluso, con astucia maquiavélica, consiguió que un desmotivado Alberto se declarase. Para aquel entonces Sofía ya sabía que Bárbara estaba suficientemente implicada en la familia y deslumbrada ante la posición y las comodidades que la vida junto a Alberto le ofrecían como para negarse a aquella proposición. En aquellos tiempos únicamente hubo un detalle que no satisfizo plenamente a Sofía: la fecha del enlace se pospuso hasta que las obras de la vivienda estuviesen completamente terminadas, casi dos años.
Sofía recordaba ahora como en aquel tiempo la actitud de Bárbara fue cambiando. Su entusiasmo ante todo fue descendiendo, ya no se sorprendía con cualquier detalle, se volvió más retraída, más fría, más interesada, menos comunicativa. Había logrado ganar una hija, pero a cambio estaba perdiendo su amistad.
A medida que la fecha de la boda se iba acercando, la relación entre ambas mujeres iba enfriándose. Aparentemente, nada había cambiado, Sofía le ayudó en la elección del traje, la confección del menú, la lista de invitados y todos los pequeños detalles que rodeaban al gran evento, sin embargo, los silencios cada vez eran mayores y los ojos de Bárbara no transmitían la ilusión esperada. Sofía sabía que Bárbara se encontraba atrapada en una red que no le hacía feliz, y que esa situación estaba distanciándolas irremisiblemente. Se sentía culpable, conocía bien a Bárbara, no sería capaz de renunciar a la complaciente vida que Alberto le ofrecía ni enfrentarse a la mujer que casi todo se lo había proporcionado.
Por eso, ahora que todo había acabado, Sofía, en su fuero interno, no podía dejar de alegrarse al ver los cambios que Bárbara estaba experimentando. Sabía que lo que estaba sintiendo era una aberración, pero no podía dejar de alegrarse ante la perspectiva de volver a recuperar a la Bárbara a la que siempre había querido, aunque para ello hubiera tenido que perder a su hijo. Confiaba en que todo volviera a ser como antes, esperaba que la joven nunca fuera consciente de que ella había sido la promotora de su estrangulamiento emocional, suspiraba porque volviera a acercarse nuevamente a ella, pero no sabía como hacerlo.