UN LUGAR PARA SOÑAR

UN LUGAR PARA SOÑAR
puesta de sol en la Alhambra

miércoles, agosto 23, 2006

Seguimos de ruta por Extremadura







La última vez que había hablado de Extremadura me había quedado en lo alto del Puerto de Honduras, con una altitud cercana a los 1500 metros, contemplando desde lo alto la vista maravillosa que ofrecía el Valle del Ambroz, con Hervás a sus piés, e incluso desde donde se puede divisar el embalse de Gabriel y Galán.
Si hasta aquí la carretera había resultado difícil, ¿qué decir de la bajada?, por que la misma altura que habíamos ascendido, debíamos descenderla para llegar al valle del Jerte... ¡ qué hartura de curvas y de pisar freno! ¡ qué precipicios!
Pero todo mereció la pena. El valle del Jerte es un paraíso frondoso, un valle estrecho del que se apoderan miles de cerezos a ambos lados del rio, un rio de aguas cristalinas y cantarinas que discurre paralelo a la carretera y que atraviesa un buen número de pequeñas y encantadoras poblaciones que viven de la cereza y el turismo.
En Mayo ya no es posible ver el espectáculo de los cerezos en flor que atrae a tantísimos turistas, lo cual también tiene su parte buena.
La primera consecuencia del descenso del número de turistas la obtuvimos en nuestro alojamiento, la Hosteria del Jerte, www.jertehotel.com una antigua almazara convertida en un hotel de cuatro estrellas ubicado sobre el mismo rio. Nos dieron una habitación en la primera planta cuya ventana daba directamente sobre un salto de agua del rio, ¿ puede haber mejor banda sonora para pasar la noche en Jerte que la canción del agua sobre los cantos rodados ?.
Hay dos cosas que no puedes perderte si llegas hasta aquí: los cerezos y una excursión a pie por la Garganta de los Infiernos

Desde el centro de interpretación del parque salen senderos que ascienden paralelos al rio y que conducen hasta la chorrera de la Virgen; pero te pararás mucho antes, a unas dos horas, cuando llegues a los pilones del Jerte, unas piscinas naturales que la fuerza del agua ha ido excavando en plena roca, que en verano están bastante concurridas pero que en esta época, siendo un poco valiente, también invitan al baño.
De vuelta al pueblo, antes de cenar, hay que aprovechar para dar un paseo por sus calles, bueno decir sus calles es algo pretencioso, pues Jerte es una población larga pero muy estrecha y además atravesada por la carretera. En cualquier caso, pasear por la Plaza de la Independencia o por la calleja de Ramón Cepeda dará buena idea de la arquitectura típica del lugar, y después se puede imitar a las lugareñas saliendo a pasear por el prado hasta el parque para ver ponerse el sol.
En cuanto a la gastronomía, como en toda Extremadura es excepcional, pero aquí tiene dos productos estrella: las cerezas y la trucha. Recomiendo abrir boca con una gazpacho de cereza, sí, de cereza, probar las patatas escabechadas, la trucha jerteña, los quesos del Casar y como plato fuerte la caldereta de cordero extremeña. En cuanto a postres, todos son apetecibles.
A la mañana siguiente, despues de un magnífico desayuno en la terraza de la hospedería continuamos viaje por la carretera que discurre paralela al Jerte atravesando el valle y sus distintas poblaciones. No corráis, bajad las ventanillas e id disfrutando del paisaje, los sonidos y los aromas.
Y, de pronto, cuando menos te lo esperas, te encuentras frente a Plasencia, una ciudad apretada, abrazada por el rio, en la que destacan principalmente los pináculos y torres de la Catedral. Una vez en Plasencia merece dar una vuelta por la ciudad, adentrarse por sus calles, acudir a la Plaza Mayor para ver al abuelo Mayorga dar las horas, visitar los palacios de los Monroy y de Mirabel y recorrer la muralla, primero desde el suelo y luego por arriba para contemplar el conjunto de la ciudad y su paisaje.
Desde Plasencia se puede seguir la ruta hacia el sur directamente hasta Cáceres, pero yo propongo una ruta alternativa.

Continuará....