UN LUGAR PARA SOÑAR

UN LUGAR PARA SOÑAR
puesta de sol en la Alhambra

lunes, agosto 28, 2006

Es de buena educación saludar

Unos conocidos míos han sido robados, y tras el susto y aún en estado de shock, no paraban de repetir que los atracadores habían sido muy amables y educados. Eso me ha recordado algo que me sucedió hace muchos años, en mi primer año en la Universidad.
En aquel entonces yo compartía un piso con otras dos compañeras de la Facultad: Alicia, bastante mayor que yo, trabajaba por las mañanas en un laboratorio y por las tardes acudía a la facultad un curso por encima del mío y Linda, sólo un año mayor que yo, un curso por encima del mío pero en otra especialidad, que acudía a clase por la mañana siempre que se levantase a tiempo (casi nunca). Por cierto, yo estaba en 1º, estudiaba en turno de tarde y por la mañana trabajaba temporalmente.
Era viernes, el otoño ya estaba avanzado, pero hacía un día maravilloso, de esos que invitan a salir al campo o a un parque a pasear, así que llamé a Pauli y quedamos para esa tarde. Por un viernes que hiciera "pellas" tampoco iba a pasar nada, nadie tenía por qué enterarse. Además, Linda tampoco iba a estar en casa porque había quedado para comer en casa de su hermano y marcharse después al pueblo juntos y Alicia... ella sólo aparecía por casa para dormir o para "dormir" en compañía de alguien que no fuera su novio.
La casa sería mía, sólo mía, y el cuarto de baño, un viernes, también será sólo para mí.
Comí cualquier cosa mientras se llenaba la bañera, a la que añadí espuma, aceite, sales y todo lo que encontré; encendí velas, y en el radiocasette me puse la cinta más tranquila de las que teníamos. Me sumergí en el agua caliente, y allí me quedé, mimándome hasta que el agua se enfrió.
Terminé de enjuagarme, me sequé, masajee mi cuerpo con crema, envolví mi cabello en una toalla y cubrí mi cuerpo con otra y salí hacia mi habitación cruzando por el salón.
Y de pronto, allí, apoyado contra el lateral del sofá, ante la puerta de nuestra terraza, había un hombre. Me quedé momentáneamente parada, intenté cubrirme mejor con la toalla y acerté a
decirle:
_ Buenas tardes.
Hice un gesto como queriendo decir que iba de camino al dormitorio para vestirme y contestó:
_ Tranquila, no se preocupe. Adios, buenas tardes.
Mientras cerraba la puerta de la habitación pensando si era el hermano de Linda o algún amigo de Alicia, mi confuso cerebro se iluminó: si yo estaba sola en casa, si ninguna de mis compañeras tenía que venir a casa, si la puerta del balcón estaba abierta cuando yo la había dejado cerrada, si yo conocía al hermano de Linda y no era ése, ni tampoco ninguno de los novios de Alicia... ¿quién demonios era ese ?
Me entró el pánico y empecé a mover la cómoda contra la puerta, y encima de ella coloqué los libros más pesados. Abrí el armario, me subí a la cajonera y me quedé allí hecha un cuatro escuchando ruídos y voces fuera y temblando, y no de frío.
Pasaron unos minutos que se me hicieron eternos. De pronto se hizo el silencio; en algún momento debería salir del armario, pero ¿y si estaban esperándome?
Cuando pasados unos minutos las piernas empezaron a hormiguear me planteé salir del ropero, con más miedo que otra cosa, e intentar averiguar si ya se habían marchado.
Seguía sin oir ruido alguno dentro de casa, pero no me atrevía a quitar la cómoda contra la puerta. Me asomé a la ventana cuidadosamente y mi alegría fue inmensa al ver abajo dos coches de policia.
Quité los libros y el mueble que me habían servido de defensa y abrí la puerta de mi habitación con una alegría que no sé explicar. ¡Era libre!
Unos minutos despues estaba hablando con la policia. Al parecer los ladrones (eran 3) tenían controlado nuestro edificio desde hacía tiempo y sabían quién vivía en cada piso y sus hábitos. Habían decidido robar una vivienda del último piso ocupada por una viuda y su hija que estaban de vacaciones, y suponiendo que en nuestra casa no habría nadie hasta la noche, descargaban el botín en nuestro piso para sacarlo después directamente a un camión por nuestra terraza. Pero
alguna vecina cotilla vio algo sospechoso y avisó a la policia.
Cuando el agente me pidió que le contara lo que supiera del robo o del ladrón, sólo acerté a decirle:
_Era muy amable, educadamente me dio las buenas tardes.

La anécdota es totalmente real.

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