UN LUGAR PARA SOÑAR

UN LUGAR PARA SOÑAR
puesta de sol en la Alhambra

miércoles, febrero 28, 2007

El camino de la vida.


El otro día me hicieron reflexionar sobre la vida, sí, algo tan abstracto y tan común como la vida. Y yo definí la vida como un camino, un camino que vamos recorriendo, en el que al principio vamos guiados, pero en el que, de pronto, al llegar a la primera bifurcación, nos sueltan. Tú debes elegir el camino de la izquierda o el de la derecha, pero debes saber que rara vez va a haber marcha atrás. A lo largo del camino te vas a encontrar con muchas otras bifurcaciones y cruces de caminos, incluso con rotondas a las que vas a dar cien vueltas antes de tomar una salida.
Y, en una de esas salidas, un día te internas por un camino estrecho, oscuro y cada vez más empinado y farragoso. Y no sabes cómo salir de él, y sigues lentamente avanzando por ese camino, que además no ofrece a la vista ninguna otra salida. Y cada vez la vegetación de ese camino es más densa, dejando entrar menos luz y estrechando más el camino; tropiezas, te caes y te hieres; las espinas del camino se clavan en tu piel lacerándola, y algunas de esas espinas son venenosas y te infectan. Al final del camino adivinas un poco de luz, y sigues avanzando por la tortuosa senda.
En un recodo del camino me encontré con alguien que se ofreció para ayudarme a curar mis heridas; algunas eran más superficiales, pero otras estaban realmente muy infectadas. Abrir de nuevo estas llagas para sacar el veneno que llevaban dentro hace realmente mucho daño, más que cuando la astilla abrió por primera vez la carne, pero una vez reabierta toda esa infección hedionda empieza a salir, primero poco a poco y con un dolor intenso, tanto que a veces se convierte en una tortura. A veces, hay que rascar profundamente en esa herida, y el tormento es tan grande que quieres abandonar... pero algo te dice que si la infección sigue ahí antes o después se cangrenará, y entonces no habrá salvación, por lo que es preferible seguir con el tratamiento y el dolor.
Yo he llegado a un claro en mitad del camino, exhausta y con las heridas aún frescas y algunas abiertas todavía. He decidido pararme a descansar en este claro del bosque donde fluye agua fresca en la que me puedo lavar y donde he encontrado un refugio en el que abrigarme. Aquí quiero terminar de curarme, de reponerme y descansar un poco, para emprender nuevamente el camino. No sé lo que me deparará la nueva vereda, pero ahora sé que no puedo dejar que me hieran con tanta facilidad, y que cuando tropiece y me lastime, tengo que curarme en el acto, y no dejar que la herida se cierre en falso.
Estas palabras me las ha mandado una buena amiga, y las quiero compartir con todos:
CUANDO CREÍAS QUE NO TE VEIA, VI COMO LLORABAS Y APRENDI A RESPETAR.
CUANDO CREIAS QUE NO TE VEIA, VI COMO REIAS Y APRENDI A COMPARTIR.
CUANDO CREIAS QUE NO TE MIRABA, VI COMO TE DESNUDABAS Y APRENDI A CALLAR.
CUANDO CREIAS QUE NO TE MIRABA,TE VI, CUANDO CREIAS QUE NO TE VEIA TE MIRE Y TE LEI, Y ESTOY COMENZANDO A SENTIR.

jueves, febrero 22, 2007

La vida Bárbara

Cap. 2 El viaje de novia.
El plan de Bárbara era sencillo, de puro sencillo se diría que ridículo. Había decidido que debía de perder su soltería antes de cumplir los treinta y dos , para lo que le faltaban poco más de dieciocho meses, por lo que debía de conseguir un novio dispuesto a casarse en un tiempo récord. La primera parte de su plan consistía en buscar a ese príncipe azul en el crucero que debiera haber sido su luna de miel junto a su esposo. Sólo que yo ocuparía el lugar de Alberto .
No sé cómo logró convencerme, pero siempre lo hace, desde que éramos niñas, siempre consigue salirse con la suya.
Para ella era una manera de matar varios pájaros de un tiro, de este modo no perdería el coste de su viaje, el crucero le permitiría relajarse y “escapar de la dolorosa realidad” y yo le podría ayudar a elegir al mejor candidato entre los numerosos solteros que compartirían la travesía.
Bárbara sabía ser convincente. Además, como ella decía, nada teníamos que perder, sería una buena oportunidad para relajarnos, disfrutar y afianzar más la amistad que ambas compartíamos después de tantos años.
Ante el exultante optimismo de Bárbara, yo me mostraba un poco más realista. Sabía que sería difícil hallar un pretendiente a la medida en el transcurso de un crucero de diez días de duración, máxime cuando sus únicas dos relaciones habían durado tres y cinco años respectivamente, pero me sentí incapaz de desilusionar a la entusiasmada Bárbara.
El lunes fue un día muy ajetreado. Bárbara consiguió cambiar la titularidad de las reservas sin tener que abonar la diferencia, aunque a cambio tendríamos que compartir la cama de matrimonio en un camarote "un poco inferior" al elegido en un principio. A media mañana tuvo también una pequeña reunión con Sofía para solucionar algunos flecos económicos. Sofía no era sólo la madre de Alberto, también era su jefa en el estudio de decoración en el que Bárbara siempre había trabajado.
Sofía siempre había tratado a Bárbara más que como a una empleada como a una hija, incluso antes de que comenzara su relación con Alberto; tal vez por eso en principio no puso ninguna objeción a sus propuestas. El seguro se haría cargo de la parte de la hipoteca que correspondía a Alberto y ningún miembro de la familia le reclamaría cantidad alguna. Las cuentas comunes pasaban así a total disposición de Bárbara, al igual que el coche y el mobiliario y las pertenencias que había ya en la casa. Aprovechó también para pedirle unas pequeñas vacaciones que le ayudasen a “serenar su destrozado ánimo antes de enfrentarse a la rutina diaria en solitario”. La propia Sofía le sugirió la conveniencia de salir de viaje unos días, de aprovechar el crucero para cambiar de aires, incluso le ofreció una estimable cantidad económica para que disfrutara de sus vacaciones.
La tarde la dedicó a hacer las maletas. Consiguió después de grandes esfuerzos meter todo lo que había decidido llevarse en sólo dos enormes maletas y un bolso de mano.
Yo, por mi parte, debía conseguir también esos días libres. No supe que excusa inventar ante mis socios, así que acabé contándoles la verdad. Se mostraron bastante comprensivos con la situación de Bárbara, a la que desde ese momento consideraron más loca que nunca, y finalmente accedieron a que me tomara unos días libres, eso sí, siempre y cuando me acordara de traerles unos cuantos souvenirs. Trabajé en el despacho hasta bien entrada la noche para no dejarles trabajo atrasado, con lo que apenas tuve tiempo para nada más. Cuando terminé de hacer mi maleta era ya de madrugada y caí rendida en la cama.
Al alba me despertó el timbre de la puerta. Era Bárbara parapetada tras sus maletas. Estaba bellísima, nada que ver con la imagen de dos días antes. Tenía un brillo especial en la mirada, como el de una quinceañera enamorada por primera vez. Realmente estaba arrebatadora. Su excitación pronto me contagió y en sólo unos minutos yo también estuve lista.
Al poco tiempo allí estábamos las dos, en el aeropuerto de Barajas, dispuestas a tomar un vuelo que nos condujera a Mallorca, donde nos esperaba un emocionante viaje surcando las aguas del viejo Mediterráneo.
Cuando tomamos tierra en el aeropuerto de Mallorca el cielo ya estaba completamente gris. Oscuros nubarrones amenazaban el inicio de nuestras vacaciones, pero a la optimista y renovada Bárbara ningún presagio podía desanimarla.
Cuando a media tarde embarcamos, la lluvia había dejado de ser una amenaza para convertirse en una realidad. A Bárbara, excitada como una niña pequeña, esto tampoco pareció afectarle. Estaba deseosa de instalarse en su magnífico camarote y conocer todas las opciones que aquel barco podía ofrecernos para el disfrute de nuestro tiempo libre.
Mi decepción fue enorme; Bárbara me había enseñado varias veces el folleto del crucero en el que podían verse varias fotografías de los camarotes y de algunas de las instalaciones. Nuestro camarote no se parecía en absoluto a ninguna de las fotografías, que debían estar tomadas con un gran angular o en un lugar muy diferente a nuestra habitación. Era un habitáculo realmente pequeño, diría que incluso asfixiante, todo el mobiliario se reducía a una gran cama de matrimonio, dos pequeños estantes que hacían las veces de mesillas de noche, un pequeño armario empotrado de puertas correderas y una cómoda bajita con espejo. Al meternos nosotras con nuestro equipaje el espacio libre desapareció por completo.No cabía nada más. Apenas había espacio para abrir la puerta que daba al baño, de reducidísimas dimensiones, y rodear la cama era una difícil tarea. El comentario de Bárbara ante mi mueca de asombro me hizo sonreír:
_” No te preocupes, aquí sólo vamos a estar el tiempo imprescindible, que va a ser más bien poco.” ¡Qué equivocada estaba!
Fue una odisea encontrar un pequeño espacio en el que colocar las maletas, así como el resto de nuestras pertenencias, porque, por supuesto, toda la ropa no entraba en el pequeño armario. Al final, con una gran dosis de imaginación conseguimos resolver nuestro problema de espacio y los cuadros del camarote y la barra de la ducha sirvieron como improvisados colgadores para nuestras prendas.
Una vez solucionado el problema de la ropa y el espacio, decidimos investigar qué podía ofrecernos este hotel flotante. La diversión parecía asegurada. Podíamos elegir entre varios tipos de restaurantes, bares, una discoteca, el casino, la sala de baile con actuaciones en directo, las piscinas, el gimnasio, el minicine…o simplemente tumbarnos a tomar el sol y contemplar el mar.
Pero, lo que realmente más nos preocupaba, el verdadero motivo de nuestro viaje, era la búsqueda de un soltero apetecible dispuesto a contraer nupcias en un tiempo inferior a un año. Pensamos que el mejor lugar para un primer contacto a esas horas sería alguno de los bares. No fue así, los bares que visitamos estaban prácticamente vacíos, y los únicos hombres sin compañía femenina que en ellos encontramos no podían considerarse más que como abuelos de los hipotéticos candidatos.
Con la moral todavía muy alta decidimos arreglarnos para la cena, donde tendríamos ocasión de conocer a la mayor parte de nuestros compañeros de travesía y donde Bárbara tenía puestas todas sus esperanzas. Esa noche mi amiga puso toda la carne en el asador con un traje largo que insinuaba todo lo que su cuerpo podía ofrecer. Yo intenté estar a su altura, pero puedo asegurar que ninguna mujer podría haberle hecho sombra esa noche. Armadas de valor y con nuestras mejores galas hicimos la entrada en el restaurante. Bárbara había visto demasiados capítulos de Vacaciones en el mar, y al igual que en la comedia televisiva, había creído posible encontrar el romance a bordo. Para abrir boca y para poder elegir a nuestras víctimas decidimos previamente tomar un aperitivo en la barra, y allí fue donde la realidad se mostró con toda su crudeza ante los ojos de mi buena amiga Bárbara. El barco estaba copado por parejas en luna de miel y matrimonios que celebraban bodas de diferentes metales preciosos. El empalagoso aroma del amor y el romanticismo lo inundaba todo. Esa noche cenamos rodeadas de parejas que se cogían tiernamente de las manos y se miraban embobadas a los ojos.
Nuestra siguiente escala la hicimos en la discoteca del barco. Hacía mucho tiempo que yo no acudía a una discoteca, pero las recordaba como lugares oscuros en los que sonaba música estridente a todo volumen, idónea para mover el cuerpo a tu propio ritmo, desde luego, nada que ver con la sucesión de temas lentos que se escuchaban a través de los altavoces y que las parejas aprovechaban para bailar en un profundo abrazo. Ante la imposibilidad de salir a bailar a la pista y en espera de algún tema más movido decidimos beber hasta que nos encontramos realmente ebrias. Puedo garantizar que en el largo periodo ningún caballero se acercó a nosotras con la aviesa intención de bailar o intentar ligar con nosotras.
La noche terminó resultando bastante movidita, y no hablo en sentido figurado. La lluvia que nos había recibido esa tarde se había convertido en una tormenta que hacía agitarse el barco. A ello hemos de añadir los efectos del alcohol en nuestros cuerpos, que intensificaban bastante las ya de por sí fuertes sensaciones de movimiento. Pasamos toda la noche y buena parte de la mañana vomitando por turnos en nuestro claustrofóbico cuarto de baño.
Los siguientes días no fueron mucho mejores. El tiempo cada vez era más inestable, lo que no invitaba a salir mucho de la habitación, y nuestro aspecto cada vez más deplorable, pues la sensación de mareo no nos abandonaba ni si quiera cuando tomábamos tierra en algún puerto, de manera que tampoco podía decirse que disfrutásemos de las diferentes ciudades en las que el barco hacía escala.
Por fin, el quinto día el tiempo pareció mejorar y decidimos disfrutar de la piscina. Estando tumbadas sobre las hamacas, dejando que los rayos del tímido sol broncearan nuestros maltratados cuerpos, mi amiga descubrió a dos hombres muy atractivos que nos miraban sin ningún disimulo.
_” No mires, pero ahí hay dos chicos que no nos quitan ojo” _ me soltó mientras me daba un codazo.
_” ¿Dónde, dónde?” _ interrogué al tiempo que giraba mi cabeza en todas las direcciones.
_” Disimula un poco, hija. Ahí, a mi derecha, los dos morenazos atléticos con el daiquiri en la mano.”
Se trataba de dos chicos de catálogo, altos, bronceados, con músculos de gimnasio y guapísimos.
_” ¡Ah, ya! _ contesté con indiferencia _Son una pareja de homosexuales”.
_” ¡Y tú qué sabrás! El del bañador amarillo es monísimo, me encanta, y además no me quita ojo.”
_” Te digo que son pareja, que se entienden, que no tienes nada que hacer.”
Se giró bruscamente hacia mí, estaba enfadada.
_ “Vamos a ver, sabihonda ¿cómo lo sabes?”- me dijo elevando un poco el tono.
_” No te lo sé explicar, eso son cosas que se notan, y yo las noto. Te digo que esos dos son gays. “
Bárbara se quedó unos minutos observándoles intentando adivinar alguna señal oculta . De pronto los dos jóvenes adonis se levantaron y se dirigieron a nuestro encuentro. Bárbara me sacudió otro codazo mientras esgrimía una gran sonrisa de satisfacción. ¡Habíamos ligado por fin!
_”¡ Hola chicas! ¿Podemos sentarnos con vosotras? _ preguntó el del bañador amarillo.
Les invitamos a sentarse con nosotras. Llamamos al camarero y le pedimos cuatro daiquiris.
_” Yo soy Rubén y este es Néstor. Somos de Barcelona, ¿y vosotras?”
_” Mi nombre es Bárbara y mi amiga se llama Alicia. Vivimos en Madrid, y embarcamos en Mallorca.”
Tras las presentaciones de rigor estuvimos charlando animadamente sobre el accidentado viaje y las ciudades visitadas al tiempo que disfrutábamos de nuestras bebidas. De pronto el tal Néstor dijo:
_” Chicas, me parece admirable que nosotros cuatro seamos capaces de hacer gala de nuestra homosexualidad en un entorno tan romántico como éste”
Efectivamente, eran homosexuales. Y habían creído que nosotras también lo éramos. Resultó difícil convencerles de lo contrario, y tuvimos que explicarles nuestra historia, sobre todo el motivo de compartir la cama de matrimonio.
Nuestros nuevos amigos decidieron ayudarnos en la difícil tarea de buscar jóvenes solteros a bordo, pero fue inútil. A parte de un joven imberbe que acompañaba a sus padres y una agrupación de la tercera edad, los pocos solteros del pasaje pertenecían a nuestro propio sexo, al parecer a unas cuantas solteras y otras tantas separadas se les había ocurrido la misma genial idea que a mi amiga. Pese a ello, el resto de nuestro viaje resultó bastante divertido gracias, en parte, a la compañía de esta pareja.
Regresamos a Madrid sin novio para Bárbara, con las maletas llenas de recuerdos para los amigos y familiares, con un ligerísimo bronceado y con un montón de nuevos amigos, todos ellos en pareja, claro.

martes, febrero 20, 2007

Carnaval




¡Carnaval, carnaval, carnaval te quiero....!


Hay que disfrutar del carnaval, salir a tomar la calle, reírse, disfrutar, olvidarse de los problemas diarios, disfrutar, e incluso cometer algún pequeño exceso, que después llegará la Cuaresma y la Semana Santa con sus austeridades y sus penitencias.


Y, es que la vida, como dice la canción, es como un Carnaval, y, cuando llegan los momentos buenos y divertidos, por pequeños que sean, hay que cogerlos y exprimirlos a tope, porque se pasan muy rápidos, y luego llega el día a día con su habitual melancolía.


Cuando a la vida le pones las ganas y te rodeas de buenos amigos, una simple máscara puede hacer que se obre el pequeño milagro y que disfrutes como antes de la vida, sin importarte si haces el ridículo, si te están mirando, las agujetas que vas a tener mañana o el dolor de cabeza que te puede esperar después de una intensa noche de juerga.
El carnaval ha sido sólo una excusa... lo importante es lo que hemos disfrutado, y el saber que podemos volver a hacerlo.

miércoles, febrero 14, 2007

La vida Bárbara

Cap. 1 ¿El mejor día de mi vida?
Después de recibir bajo una fina lluvia las condolencias de todos los asistentes durante más de una hora, Bárbara se dirigió sola hacia el vehículo. Le dio al chófer la dirección y le pidió que la alejara de aquel lugar con la mayor celeridad posible.
Poco después llegó al que a partir de ahora iba a ser su nuevo hogar. Cerró con gran violencia la puerta, echó la llave y el pestillo interior, no quería ser sorprendida por nadie. En el salón todavía había un montón de cajas sin abrir, las estanterías todavía presentaban numerosos huecos y las sillas aún tenían los plásticos protectores. Allí estaba, en su nueva casa, en una casa en la que hubiera tenido que instalarse unas semanas más tarde.
Bárbara se quitó los zapatos, los dejó en medio el pasillo y descalza se dirigió al vestidor de su dormitorio. Abrió una de las puertas del armario y se quedó fijamente mirando uno de los vestidos. Durante varios minutos parecía estar absorta. Cerró nuevamente la puerta con suavidad y se dirigió al otro extremo de la habitación. Abrió otra de las puertas y con tremenda furia sacó todas la ropa que encontró en su interior; los trajes, pantalones, camisas y demás prendas pronto formaron un buen montón que Bárbara arrastró por el pasillo y el salón hasta llegar a la cristalera que daba al pequeño jardín. Salió al exterior llevando un pequeño fardo entre las manos; notó el césped mojado bajo sus pies, lo que le hizo retroceder hacia el interior de la vivienda. Dando patadas consiguió llevar la pila de ropa hasta la chimenea del salón. Unos minutos después había conseguido encender un fuego en el que fue quemando una por una todas aquellas prendas. La operación debió de llevarle varías horas, porque cuando oyó la musiquilla del teléfono móvil la noche ya había caído y del exterior no entraba ninguna luz. Guiada por el resplandor del fuego que ardía en la chimenea se dirigió hasta el teléfono.
_”Dígame” - respondió secamente.
_”Barbara, soy yo ,Sofía, sólo quería saber como te encontrabas”.
_”¿Cómo quieres que esté? Estoy rabiosa, estoy muy enfadada. Eso es, estoy muy enfadada”.
_”Tal vez no haya sido buena idea dejarte sola. Si quieres puedes venirte a pasar la noche con nosotros... O si lo prefieres, podemos ir a buscarte en un momento”.
_”No, quiero quedarme aquí. Pero gracias de todos modos”. Colgó el teléfono sin dar tiempo a su interlocutora a hacer ninguna otra pregunta o sugerencia.
Apagó el teléfono, lo dejó nuevamente sobre la mesa del salón y se dirigió nuevamente al vestidor. Abrió la puerta del armario y sacó el largo vestido blanco; después de extenderlo sobre la cama, sacó una gran caja blanca y una caja de zapatos que colocó al lado del vestido. De un cajón del tocador sacó varias joyas que dejó sobre el vestido. Por último de un cajón de la cómoda extrajo varias prendas de lencería y las depositó a los pies de la cama. Empezó a desnudarse: primero se quitó el jersey de cuello alto y manga corta de color negro y lo arrojó con ira al suelo. Se desabrochó la falda y la dejó caer al suelo para después darle una patada. Mientras se quitaba el resto de la ropa interior comenzó a hablar sola y en voz alta.
_” Lo que me faltaba, tener que aguantar a tu querida familia. Tener que sentir la lástima y la compasión de tu querida mamá. Tener que aparentar dolor y tristeza ante ellos, cuando lo único que siento es rabia y odio. Te odio, te odio.”
Mientras había comenzado a vestirse con todas las prendas que había ido colocando sobre la cama. Empezó por unas preciosas braguitas blancas a juego con un corsé de encaje y seda sin hombreras y con ligueros; se colocó después las medias blancas y los zapatos, unos preciosos escarpines blancos de seda de medio tacón. Se colocó el largo vestido blanco y luchó contra la cremallera, ganando finalmente el pulso. Por último de la larga caja blanca sacó un velo rematado en un fino encaje. Se dirigió hacia el espejo del tocador e hizo diferentes pruebas hasta que quedó conforme. Volvió ahora al vestidor. Las paredes forradas de espejos de la habitación le devolvieron la imagen de una novia lista para subir al altar.
_” Hacerme esto a mí. No se lo pienso perdonar nunca. Llevo treinta años soñando con este día, concentrándome en este día, para que en sólo unos minutos él lo haya estropeado todo. Se tenía que morir justo ahora, no podía haberse esperado unos días, sólo cuatro o cinco días. No tampoco, porque me hubiera fastidiado la luna de miel. ¡Oh no, la luna de miel! Mañana sin falta he de hablar con la agencia de viajes. Seguramente ya no podré cancelarlo, y no creo que me devuelvan el dinero…Mierda, mierda, mierda. No podía haberse esperado unos días más”
Dio un par de vueltas sobre sí misma y ensayó diferentes posturas ante los espejos.
_”¿Ves lo que te has perdido , estúpido?. Lo has hecho adrede, te has muerto a propósito sólo dos días antes de la boda para fastidiarme mi gran día, el día más importante de mi vida. Estarás contento allá donde estés. ¿ Para eso me he tirado yo cinco meses a régimen, para que tú dos días antes de la boda decidas ir a jugar un partido de tenis con los amigos y te mueras de un infarto? ¿Y que hago yo ahora con los regalos, con el restaurante, con la floristería… con mi maravilloso traje de novia?”_
Se dirigió nuevamente al salón. Abrió el mueble bar y desprecintó una botella de licor. De la vitrina del mueble sacó un vaso; le limpió el polvo con uno de los extremos del velo y echó una generosa cantidad de bebida en él. Con la botella en una mano y el vaso en otra se dejó caer sobre uno de los butacones. Empezó a beber. Entre trago y trago siguió su soliloquio.
_”Hoy era el día de mi boda, el día para el que yo llevo preparándome toda mi vida, la protagonista debía haber sido yo, pero no, el señor decidió que el protagonista debía ser él. Me he cansado de escuchar los interminables discursos a tu persona que han realizado tus amigos, tu familia y el cura. Tú has sido durante todo el día el centro de atención. Si querías fastidiarme, lo has conseguido. Has logrado hacer del que hubiera sido el día más feliz de mi vida tu gran día.”_
Siguió bebiendo durante un rato más. Las brasas de la chimenea se apagaron finalmente y Bárbara se quedó dormida sobre el butacón agarrada a la botella recordando que esa debía haber sido su noche de bodas.
El timbre de la puerta sonaba insistentemente. Cuando Bárbara abrió los ojos la luz del día inundaba todo el salón. Tenía un espantoso dolor de cabeza, y no acertaba a reconocer donde estaba ni que ruido era el que le había despertado. Poco a poco las ideas se fueron aclarando en su cabeza. El timbre seguía sonando. Se puso en pie, la botella se resbaló cayendo al suelo. Fue entonces cuando se dio cuenta de que llevaba puesto todavía su vestido de novia. Ahora habían comenzado a aporrear la puerta y decidió apaciguar la insistencia del visitante.
Cuando llegó ante la puerta miró por la mirilla. La persona que golpeaba con los nudillos la puerta era su mejor amiga, Alicia. Bárbara se estiró el vestido, se echó el velo para atrás y descorrió los cerrojos hasta abrir la puerta.
La cara de Alicia ante la visión de Bárbara fue una mezcla entre sorpresa, susto y duda. Estalló en una violenta carcajada, a la vez que empujaba a su amiga hacia adentro y cerraba la puerta.
_”Pero, Barbarita, ¿Tú has visto la pinta que tienes?_ Le espetó mientras la abrazaba.
_”Por favor, no me chilles, me duele horrores la cabeza. He pasado una noche espantosa. Debí de bebérmela toda yo sola _ dijo señalando la botella que seguía a los pies de la butaca_ y me quedé dormida aquí mismo. ¿Tienes un cigarro? “_
Salieron a fumarse el cigarrillo al jardín. Nuria se sentó sobre el balancín, Bárbara colocó una de las sillas de mimbre frente a ella. El almohadón todavía estaba húmedo tras la lluvia del día anterior, pero hoy el sol brillaba dejando notar su calor.
_” Bien, supongo que tendrás ganas de hablar, de desahogarte. Ayer saliste corriendo, te llamé al móvil pero lo tenías desconectado. _”
_” Sí, me llamó Sofía. No tenía ningunas ganas de hablar con ella , le dije que estaría bien sola. Ni si quiera le dije que me pensaba quedar aquí, pero al fin y al cabo, esta es ya mi casa, ¿no crees?. _”
_”Supongo que sí, pero no creo que sea eso lo que realmente te preocupe. ¿Qué haces con el traje de novia puesto? Lo vas a estropear ._”
Se echó a reír. _”Debía ser mi noche de bodas, ¿lo recuerdas?_ Apuro el cigarro y pisó la colilla con la punta de su zapato blanco.- ¿Qué más da si se estropea?.-”
Se quitó el velo, suspiró hondo, se deshizo lo que quedaba del moño y siguió:
_” Me fastidió mi gran día, ¿me entiendes? Desde que empecé a salir con él llevaba soñando con este gran día, él lo sabía. Cinco años, cinco años soñando con mi boda, con mi gran día para nada, para que con sólo una llamada de teléfono todo se haya ido al traste. Es la segunda vez que me pasa, ¿por qué tengo tan mala suerte? ._”
_”Por favor, no compares esto con lo del desgraciado de Charly. Alberto no pensaba dejarte tirada, Alberto ha fallecido, creo que él lo lamentará más que nadie. Él pensaba casarse contigo. Lo de Charly sí fue una jugarreta, dejarte plantada unos días antes de la boda… creía que ya lo tenías superado.-“
_”¿Superado? _ Se puso de pie y empezó a caminar de un lado para otro _ Desde que era sólo una niña he soñado con casarme de blanco , en una basílica llena de flores, rodeada por mucha gente elegantemente vestida pendiente de mí. Siempre he soñado con hacer mi entrada triunfal por el pasillo alfombrado de la iglesia a los sones de la marcha nupcial, o del Ave María o de un Adaggio…Colocarme ante el altar, frente al sacerdote, decir sí quiero, y que un apuesto joven me retire el velo de la cara mientras que el cura dice os declaro marido y mujer. ¿Superado?. He cumplido treinta años, llevo dos intentos frustrados y tú me preguntas que si lo he superado.”
_”Lo siento Bárbara, no puedo entender esa extraña obsesión. ¿Qué crees que tiene de especial? ¿Qué le encuentras de mágico?. Me parece absurda esa idea que nos venden de que es el día más feliz en la vida de cualquier mujer. No te engañes, no lo es, cualquier mujer puede tener días mucho más felices sin necesidad de tanto alarde, sin tanto boato.”
Bárbara volvió a sentarse, encendió un nuevo pitillo. Aspiró profundamente y se quedó unos minutos mirando a su amiga.
_ “Explícame entonces por qué te casaste tú”
_ “Creo que lo hemos hablado ya muchas veces .Mis motivos eran completamente diferentes. Me casé por convencionalismo social, por el disgusto a mis padres, por el follón que se había liado, por puro interés económico y sobre todo, por evitar un escándalo mayor del que ya se había producido; y reconocerás que se trató de una ceremonia bastante atípica, porque ninguno de los dos creíamos en aquello. Bárbara, querida , una boda no es más que un acto en el que reunes a todos los familiares y amigos para decirles: no os escandalicéis, pero a partir de ahora este señor y yo nos vamos a acostar juntos todas las noches y vamos a practicar sexo, y para que os vayáis más conformes, os invitamos a comer. Eso es una boda, que nada tiene que ver con un matrimonio o con la pareja...”
_ “¡ Qué burra eres, hija! Lo siento, Alicia, te quiero mucho, siempre has sido mi mejor amiga, pero hay temas en los que discrepo profundamente contigo. No entiendo como puedes tener una visión tan poco romántica de las cosas. Además, no vas a lograr convencerme. Quiero casarme, ¿me entiendes? Sé el cómo, el dónde y el cuándo, pero no sé con quién. Quiero casarme, no creo que eso sea tan difícil, hay miles de mujeres que se casan todas las semanas, ¿por qué yo he de tener tan mala suerte? El uno me planta escasos días antes de la boda y el otro se muere a menos de cuarenta y ocho horas de mi gran día. Reconócelo, es injusto. Liz Taylor se ha casado siete veces, Isabel Preysler ha realizado tres bodas, Joan Collins ha pasado cinco veces por la vicaria…”
Alicia se echó a reír.
_ “Bárbara, hija, pareces los ecos de sociedad de una revista. Vale, vale, te entiendo. Vamos dentro, te cambias de ropa y nos vamos a desayunar. Y lávate bien la cara, que la llevas llena de churretes de rímel.”
Entraron dentro de la casa. Bárbara siguió los consejos de su amiga, se quitó el vestido, volvió a colocarlo con mimo dentro del armario y se dio una buena ducha. El agua consiguió despejarle un poco, pero la cabeza le seguía doliendo. Se vistió de modo informal, camisa blanca y pantalones vaqueros. Se calzó unas botas de tacón alto, cogió un bolso y metió en él todo lo que creía que podía necesitar. De pronto, pareció recordar algo. Volvió a entrar en la alcoba, abrió varios de los cajones del tocador. No parecía que estuviese allí lo que buscaba. Se dirigió a una de las mesillas de noche, extrajo el cajón, lo vació sobre la cama y con nerviosismo empezó a rebuscar. Finalmente, encontró el gran sobre blanco, lo apretó contra su pecho y después lo metió en el bolso.
Unos minutos más tarde las dos amigas salían de la casa. Se dirigieron dando un paseo hasta el cercano centro comercial. Por el camino encontraron a familias disfrutando de una soleada mañana de domingo, niños corriendo con las bicicletas, padres leyendo el periódico, jóvenes parejas empujando un carrito de bebé. Entraron en una de las cafeterías y se dispusieron a disfrutar de un copioso desayuno. El local, al ser día festivo, estaba prácticamente vacío, sólo otras dos mesas estaban ocupadas. Únicamente se oían los murmullos de la conversación de la pareja de la mesa junto al ventanal y el ruido de las cucharillas removiendo el café, cuando sonó la musiquilla del teléfono de Bárbara. Miró la pantalla.
_” Es Sofía, ¿qué hago?” _ preguntó en voz baja.
_”¿Y qué quieres hacer?, descuelga y habla con ella.”
Bárbara tragó saliva y contestó el teléfono.
_” Buenos días Sofía, ¿qué tal estás?”
_…………………………………………………………………………………………………………………….
_”Sí, bueno, estoy mejor que ayer, gracias. No, no te preocupes, no estoy sola, Alicia está conmigo, de todos modos, muchas gracias.”
_……………………………………………………………………………………………………………………
_”Lo siento Sofía, no estoy preparada para eso. ¿Por qué no os reunís con mis padres y lo solucionáis entre los cuatro?. Yo no podría hacerlo, era mi boda.”
Alicia le miró con los ojos muy abiertos y empezó a hacer toda clase de gestos con las manos.
_”Entiéndeme, ya sé que tú has perdido a tu hijo, pero a ti te quedan otros dos hijos. Yo he perdido a mi novio, al hombre que hoy tenía que ser mi esposo. - Su voz sonaba ahora mucho más enérgica - A mí no me queda nada, y me estás pidiendo que vaya al restaurante a solucionar los problemas económicos. Lo siento Sofía, no tengo fuerzas ni ganas para enfrentarme a ello, ni para devolver los regalos de boda, ni para escribir tarjetas de agradecimiento. Habla si quieres con mis padres o hazlo tú sola. Yo quiero desconectar, olvidar esta pesadilla de la boda”
_………………………………………………………………………………………………………………………..
_”Gracias. Ya hablaremos más adelante. Gracias”
Colgó el teléfono. El silencio reinaba en el local. Nuria le miraba con expresión de inquietud.
_”Era Sofía, la madre de Alberto”- dijo como para justificarse.
_”Ya lo sé. ¿Qué quería?”
_”Mis padres y ella van a ir al restaurante para solucionar los temas económicos referidos al convite, a ese que se debía haber celebrado ayer y que nunca se celebrará. También quería que le ayudara a devolver los regalos que nos habían enviado. Como ves, no hay manera de que me olvide por un minuto de mi estúpida boda.”
_” Permíteme una pregunta - La expresión de Alicia se había vuelto seria - Sé completamente sincera, ¿Qué te ha dolido más la muerte de Alberto o la cancelación de tu boda?
Bárbara bajó la cabeza, se quedó fijamente mirando la espuma de su café; no fue capaz de emitir contestación alguna, aunque tanto ella como su amiga conocían bien la respuesta.
Terminaron tranquilamente el desayuno. El silencio se había apoderado de ellas. Alicia se levantó para pagar la consumición. Abandonaron la cafetería y se dirigieron en silencio nuevamente hacia la vivienda de Bárbara. A escasos metros de la entrada, Bárbara se quedó parada. Alicia, al darse cuenta se giró y le preguntó algo asustada qué era lo que le ocurría.
_”Ali, tengo un plan - sacó de su bolso el sobre blanco y se lo entregó a su amiga - ¿Qué vas a hacer la próxima semana?”

¿Por qué no son todos los días San Valentín?


Buenos días... hoy es el día de los enamorados, el único día del año en que puedes ver por la calle a cientos de hombres cargados con un ramo de flores y sin esconderse por ello, el día del año en el que se practica más sexo, el día en el que más veces se dice te quiero, el día en que las mujeres son más piropeadas, mimadas y consentidas... ¡coño! ¿por qué no son todos los días San Valentín?

martes, febrero 13, 2007

Bárbara


Quiero presentaros a Bárbara, alguien de quien a partir de ahora vais a poder leer muchas cosas. Bárbara es sólo un personaje de mi creación, alguien a quien le ocurren cientos de cosas en su desesperada búsqueda de un marido. Sí, ese es el objetivo en la vida de Bárbara, la búsqueda de un marido que le permita ser una mujer florero, un ama de casa ociosa, alguien o más parecido a Isabel Preysler o Mar Flores. Pero, por lo que iréis viendo, ella no tiene tanta suerte. En su discurrir conoceréis también a sus mejores amigas, Alicia, una mujer independiente, nada convencional pero muy práctica, Laura, eternamente enamorada de un novio con fobia al compromiso y a la estabilidad, y por último a Merche, lo más parecido a lo que a Bárbara le gustaría ser, esposa ejemplar, madre de tres criaturas, pero aburrida hasta la saciedad de su papel.

Aviso ya de antemano, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia, ninguna de mis amigas se parece ni remotamente a Bárbara o a sus amigas, y por su puesto, tampoco tienen nada que ver conmigo.

Sólo espero que disfrutéis leyendo de cuando en cuando sus aventuras, e incluso que os cause un poco de intriga como acabará todo, así que, si os apetece, acepto sugerencias, críticas o cualquier comentario.

lunes, febrero 12, 2007

Burocracia = incompetencia médica

Me han dado el alta, sí, mi nuevo médico de cabecera ha decidido que en esta última visita me ha visto muy bien y que por tanto me daba el alta médica para que me incorporara a una "vida activa y normal", eso sí, sin dejar de tomar la nueva medicación, y sin dejar de asistir a ninguna de las sesiones semanales de la terapia de grupo ni de la terapia individual con la psicóloga.
Y yo me pregunto, ¿eso es una vida normal?, ¿alguna empresa va a consentir que uno de sus empleados falte sistemáticamente dos mañanas a la semana para acudir a las sesiones con un terapeuta?, ¿alguien con crisis ansiógenas, cogniciones negativistas bloqueantes, bajo estado de ánimo, alta labilidad emocional, descontrol alimentario, alteraciones del sueño, indefensión cognitiva (son los términos que aparecen en los últimos informes de mi psiquiatra, mi psicólogo y el médico de la mutua) puede hacer una vida plena y normal?, ¿alguien puede decir que yo he recobrado mi salud?
Todo esto viene porque el sistema médico de la Seguridad Social cada vez funciona peor y la burocracia de la Seguridad Social es incompetente, tardía e inoperante.
Resulta que el sistema de la Seguridad Social contempla que un enfermo no puede, o no debe, estar más de un año de baja, sea por la situación que sea, y en todo caso, se puede prolongar hasta los 18 meses, momento en el que el enfermo deberá pasar por un tribunal que dictaminará si es apto para trabajar o no. Bien, hasta aquí todo está claro, aunque habría que añadir que las bajas por el mismo motivo, aunque no sean seguidas, si son acumulativas.
Pongámonos en el caso, como es el mío, que el diagnóstico no es acertado en un primer momento y que, además, se medica al paciente con una medicación que, lejos de mejorar el problema, lo acentúa. Digamos también, como ocurrió en mi caso, que el médico de cabecera que te está tratando y con el que tienes total confianza cae enfermo y por su consulta en un periodo de seis meses pasan más de una docena de facultativos que no se preocupan más que de entregarte un parte de baja y como mucho extender alguna receta. Añadamos a todo esto que la burocracia hace que el que ha sido tu psiquiatra en ocasiones anteriores, especialista del centro de salud mental de tu distrito, no te corresponda, pese a que tenga todo tu historial médico, porque para tu centro de salud acaban de designar un especialista, único para todos los pacentes de ese centro, que no dispone de historial previo, y no sólo eso, en cualquier especialidad puede pedirse el cambio de especialista salvo en psiquiatría, que debe ser aprobada por la secretaría general del área de psiquiatría del área 4.
Con todo eso y alguna cosa más tuve yo que enfrentarme durante varios meses, sin tener fuerzas ni ganas de nada. Finalmente, tras seis meses y un montón de escollos salvados, logré que me viera mi antiguo psiquiatra y que ajustara mi medicación.
A todo esto, mi médico de cabecera, por motivos en los que no voy a entrar, es despedido del centro de salud y llega una nueva señorita, la doctora María del Mar Garrido
Picazo, que el primer día, sin conocerme de nada, empieza por faltarme el respeto, insultarme, provocarme una crisis de ansiedad en su consulta y varias cosas más. Como es lógico, yo no me quedo quieta, y, además de pedir el cambio de médico, escribo una reclamación contra esta doctora.
Ironías del destino: no puedo cambiarme de médico de cabecera mientras esté en proceso de baja y sea éste el que esté siguiendo mi proceso (irónico, cuando en los últimos meses lo habían "seguido" un montón de médicos.) Y, no sólo eso, la inspección, una vez recibida la reclamación pide informes a la doctora Garrido de qué es lo que ha sucedido, por lo que las versiones son completamente contradictorias.
Acudir a la consulta de esta señora se convirtió cada semana en un tormento; con el mayor de los cinismos me recibía cuando ya se había pasado mi turno, o se saltaba mi nombre, o se equivocaba al hacerme un parte o una receta... vamos, lo idóneo para una enferma psicológica.
Tras varias reclamaciones conseguí que desde la dirección me asignaran un nuevo médico, la persona más seca y estirada que existe en el centro de salud (y no lo digo yo, es una realidad).
Esta nueva médica, la doctora Pilar Hernández Sánchez, solicita informes de todos mis médicos, según ella, porque ha recibido una reclamación desde la Inspección médica. Consigo todos los informes, del psiquiatra del hospital, de mi psiquiatra, de mi psicóloga, del médico de la mutua, informes en los que se desaconseja que se me dé el alta y en los que claramente se habla de la necesidad de seguir la evolución muy de cerca, debido a las múltiples recaídas que he tenido, y de lo complejo del proceso. Y pese a todo, la doctora Hernández, una mujer que me ha visto en cuatro ocasiones, decide que mi mejoría es muy notoria y que por tanto ha de darme de alta.
Por cierto, la doctora Hernández, debe ser un genio, porque sin preguntarte nada y pese a los informes de los especialistas, ella sabe más que nadie, sabe cómo me encuentro, qué me conviene y no sé cuantas cosas más. Por su puesto que estoy mucho mejor que hace un año, aunque no esté curada, pero es gracias a mi terapeuta, a la medicación controlada por mi psiquiatra desde hace un mes y medio y sobre todo a mis ganas de salir adelante, no debo nada a ningún médico de mi centro de salud, y sobre todo no le debo nada a la doctora Hernández.
Ante la nueva situación recurrí a la mutua, al psicólogo y a la psiquiatra. Ninguno de ellos tenían potestad sobre mi médico de cabecera, sus diagnósticos e informes nada podían hacer contra la opinión de mi médico de cabecera, que repito, sólo me ha visto en cuatro ocasiones en el último mes.
Indignada por la situación me dirigí a la última instancia a la que yo puedo llegar, la Inspección médica. Por cierto, sólo atienden a los pacientes de 9:00 a 10:30. Bien, la subinspectora después de escucharme me reiteró lo que los demás ya me habían dicho, el médico de cabecera es el único que tiene potestad para dar las altas médicas, y si lo cree conveniente puede hacerlo en cualquier momento, pese a los informes de los especialistas. Claro, que cuando la subinspectora leyó algunos de los informes me preguntó si yo estaba segura de que la doctora Hernández había leído tales informes.
La única opción que me queda es escribir una reclamación. Es el recurso del pataleo, pero, están obligados a leerla y a contestarla, y, aunque mi situación nada va a cambiar, por lo menos habré
dejado constancia de la incompetencia de este sistema que es capaz de dar un alta médica a un enfermo sin haberle resuelto su problema o conceder una pensión de invalidez a la madre de la Campanario y no es capaz de hacerlo con una persona con cinco hernias y en una silla de ruedas.
PD.: Al día siguiente de que me dieran el alta falleció Erika Ortiz Rocasolano por suicidio; diariamente se calcula que unas cinco personas en la Comunidad de Madrid toman esta decisión como única salida, y, muchas veces, es consecuencia de un mal diagnóstico, o de la falta de él, o incluso de la manera en que un médico trate tu patología. Es muy fácil lamentarse después, pero a lo mejor, se podía haber hecho mucho antes.

domingo, febrero 11, 2007

Regalos de San Valentín

Quedan pocos días para el consabido 14 de febrero, San Valentín, esa fecha que todos decimos que es un producto inventado por el Corte Inglés, pero, en la que al final casi todos hacemos o recibimos algún regalo.
Están las socorridas, y abultadas de precio, flores, en especial las rosas rojas, símbolo de la pasión; los dulces bombones envueltos en cajas con forma de corazón, los peluches de las más diversas formas y maneras con corazones y mensajes; alguna joyita con forma de corazón también suele ser un detalle socorrido; recurrir a las perfumerías también es un recurso bastante utilizado, y como no, la cena en un restaurante romántico.
Todo esto está muy bien, pero un poco visto, ¿no podamos ser más originales?
Yo propongo una serie de detalles especiales que, tal vez, sean de ayuda a alguien, o que al menos son los que a mí me gustan.

Empecemos por algo sencillo, siempre he dicho que en el cajón de una mujer no deben faltar al menos un par de pijamas o camisones de seda natural. Uno de los mayores placeres que conozco es dejarte acariciar el cuerpo por la seda, y en invierno, bien tapadita con la manta o el edredón la caricia de la seda es muy excitante. Claro, que a lo mejor prefieres regalar ropa interior, que la vas a disfrutar tú más, está bien, pero sé práctico, entérate bien de su talla.

A las chicas nos encanta que nos mimen, nos masajeen y nos pongan guapas, ¿qué tal un bono de belleza en un spa o en un centro de estética? Por experiencia recomiendo un programa de fin de semana de salud y belleza en un balneario o spa, lo podéis compartir, y no sabes cómo te lo va a agradecer.

La música puede ser otro buen regalo, pero sé original, nada de regalarle un CD. Cuando yo era jovencita, el chico que estaba por ti te regalaba una cinta con la música que más le gustaba, hoy todo ha evolucionado un poco más, y le puedes regalar un MP3 o un Ipod con la música que te guste a ti o con la que sepas que le gusta a ella. También hay otro recurso musical un poco más económico y que es original y puede gustar mucho, ya sabéis que a las chicas se nos conquista por el oído, y que te canten despacito y al oído tu canción favorita puede obrar maravillas; sólo un comentario, si no sois buenos cantantes, es preferible no hacerlo o recurrir a un profesional.
¿Qué tal una salida al teatro? Seguro que no lo habías pensado, pero es un buen regalo, y actualmente hay un gran número de espectáculos en cartel. Además, puede que la experiencia os guste, os aficionéis y repitáis en más de una ocasión.

Por su puesto, si vuestro presupuesto os lo permite, lo mejor es una escapada a un lugar romántico, París, Venecia o Praga son destinos maravillosos, pero también lo son Granada, Teruel o una casita rural en cualquier lugar con buenas vistas, y sale un poco más económico.

Si lo que tenías pensado era una cena romántica, adelante, atrévete a cocinar tú, pero sobre todo, deja la cocina perfectamente recogida y limpia. El éxito de tu menú no puedo garantizártelo, pero, si lo dejas todo perfectamente recogido ella sabrá agradecer el esfuerzo. Y recuerda, unas velas en la mesa, nada de televisión, una música suave de fondo...
Lo de las tarjetas y las poesías está muy bien, pero por favor, ser originales, no recurráis a las que venden en cualquier papelería o centro comercial, y en cuanto a los poemas, ¿no merece la chica de vuestros sueños que os lo curréis un poco pensando en ella?
Y si aún así lo que a ti y a ella son los corazones y las cosas tradicionales, ¿ porque o te lo curras un poco más y le haces una presentación o un e-mail cargadito de corazones, flores y mensajes románticos?

Si todas estas propuestas se escapan de tu presupuesto, te queda un último recurso, regálate a ti mismo. Sí, sé tú su regalo especial, sólo necesitas unos cuantos metros de cinta para regalo, preferiblemente roja, desnúdate, hazte un buen lazo alrededor de todo tu cuerpo y entrégate. El éxito está casi garantizado, porque una de las cosas que más nos gustan a las chicas es que nos sorprendan y nos hagan reír.

miércoles, febrero 07, 2007

Faldas al suelo

La pasada semana paseaba por una céntrica calle de Valencia empujando el carrito de mi sobrina a esa hora de la mañana en la que todo el mundo parece estar en la calle. Se me había ocurrido la brillante idea de ponerme unos pantys, prenda antilujuria donde las haya, y que odio bastante, bajo mi falda lápiz elástica. Y, al pasar por un escaparate sucedió, la falda se deslizó en un santiamén hasta mis tobillos dejando al aire mis piernas, e incluso lo que no eran mis piernas. Los dos jovencitos que andaban detrás de mí debieron quedarse encantados con el espectáculo, porque, no es por nada, pero tengo unas piernas bastante estupendas, sin gota de celulitis.
En esos momentos, lo único que puedes hacer es dar la menor importancia a la situación, y con gran dignidad agacharte y volver a colocar la falda en su sitio.
Por cierto, poco después tuve que entrar a la tienda ante la que había ocurrido el percance, y el dependiente me atendió con una cortesía inusual.