UN LUGAR PARA SOÑAR

UN LUGAR PARA SOÑAR
puesta de sol en la Alhambra

miércoles, febrero 28, 2007

El camino de la vida.


El otro día me hicieron reflexionar sobre la vida, sí, algo tan abstracto y tan común como la vida. Y yo definí la vida como un camino, un camino que vamos recorriendo, en el que al principio vamos guiados, pero en el que, de pronto, al llegar a la primera bifurcación, nos sueltan. Tú debes elegir el camino de la izquierda o el de la derecha, pero debes saber que rara vez va a haber marcha atrás. A lo largo del camino te vas a encontrar con muchas otras bifurcaciones y cruces de caminos, incluso con rotondas a las que vas a dar cien vueltas antes de tomar una salida.
Y, en una de esas salidas, un día te internas por un camino estrecho, oscuro y cada vez más empinado y farragoso. Y no sabes cómo salir de él, y sigues lentamente avanzando por ese camino, que además no ofrece a la vista ninguna otra salida. Y cada vez la vegetación de ese camino es más densa, dejando entrar menos luz y estrechando más el camino; tropiezas, te caes y te hieres; las espinas del camino se clavan en tu piel lacerándola, y algunas de esas espinas son venenosas y te infectan. Al final del camino adivinas un poco de luz, y sigues avanzando por la tortuosa senda.
En un recodo del camino me encontré con alguien que se ofreció para ayudarme a curar mis heridas; algunas eran más superficiales, pero otras estaban realmente muy infectadas. Abrir de nuevo estas llagas para sacar el veneno que llevaban dentro hace realmente mucho daño, más que cuando la astilla abrió por primera vez la carne, pero una vez reabierta toda esa infección hedionda empieza a salir, primero poco a poco y con un dolor intenso, tanto que a veces se convierte en una tortura. A veces, hay que rascar profundamente en esa herida, y el tormento es tan grande que quieres abandonar... pero algo te dice que si la infección sigue ahí antes o después se cangrenará, y entonces no habrá salvación, por lo que es preferible seguir con el tratamiento y el dolor.
Yo he llegado a un claro en mitad del camino, exhausta y con las heridas aún frescas y algunas abiertas todavía. He decidido pararme a descansar en este claro del bosque donde fluye agua fresca en la que me puedo lavar y donde he encontrado un refugio en el que abrigarme. Aquí quiero terminar de curarme, de reponerme y descansar un poco, para emprender nuevamente el camino. No sé lo que me deparará la nueva vereda, pero ahora sé que no puedo dejar que me hieran con tanta facilidad, y que cuando tropiece y me lastime, tengo que curarme en el acto, y no dejar que la herida se cierre en falso.
Estas palabras me las ha mandado una buena amiga, y las quiero compartir con todos:
CUANDO CREÍAS QUE NO TE VEIA, VI COMO LLORABAS Y APRENDI A RESPETAR.
CUANDO CREIAS QUE NO TE VEIA, VI COMO REIAS Y APRENDI A COMPARTIR.
CUANDO CREIAS QUE NO TE MIRABA, VI COMO TE DESNUDABAS Y APRENDI A CALLAR.
CUANDO CREIAS QUE NO TE MIRABA,TE VI, CUANDO CREIAS QUE NO TE VEIA TE MIRE Y TE LEI, Y ESTOY COMENZANDO A SENTIR.

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