UN LUGAR PARA SOÑAR

UN LUGAR PARA SOÑAR
puesta de sol en la Alhambra

miércoles, febrero 14, 2007

La vida Bárbara

Cap. 1 ¿El mejor día de mi vida?
Después de recibir bajo una fina lluvia las condolencias de todos los asistentes durante más de una hora, Bárbara se dirigió sola hacia el vehículo. Le dio al chófer la dirección y le pidió que la alejara de aquel lugar con la mayor celeridad posible.
Poco después llegó al que a partir de ahora iba a ser su nuevo hogar. Cerró con gran violencia la puerta, echó la llave y el pestillo interior, no quería ser sorprendida por nadie. En el salón todavía había un montón de cajas sin abrir, las estanterías todavía presentaban numerosos huecos y las sillas aún tenían los plásticos protectores. Allí estaba, en su nueva casa, en una casa en la que hubiera tenido que instalarse unas semanas más tarde.
Bárbara se quitó los zapatos, los dejó en medio el pasillo y descalza se dirigió al vestidor de su dormitorio. Abrió una de las puertas del armario y se quedó fijamente mirando uno de los vestidos. Durante varios minutos parecía estar absorta. Cerró nuevamente la puerta con suavidad y se dirigió al otro extremo de la habitación. Abrió otra de las puertas y con tremenda furia sacó todas la ropa que encontró en su interior; los trajes, pantalones, camisas y demás prendas pronto formaron un buen montón que Bárbara arrastró por el pasillo y el salón hasta llegar a la cristalera que daba al pequeño jardín. Salió al exterior llevando un pequeño fardo entre las manos; notó el césped mojado bajo sus pies, lo que le hizo retroceder hacia el interior de la vivienda. Dando patadas consiguió llevar la pila de ropa hasta la chimenea del salón. Unos minutos después había conseguido encender un fuego en el que fue quemando una por una todas aquellas prendas. La operación debió de llevarle varías horas, porque cuando oyó la musiquilla del teléfono móvil la noche ya había caído y del exterior no entraba ninguna luz. Guiada por el resplandor del fuego que ardía en la chimenea se dirigió hasta el teléfono.
_”Dígame” - respondió secamente.
_”Barbara, soy yo ,Sofía, sólo quería saber como te encontrabas”.
_”¿Cómo quieres que esté? Estoy rabiosa, estoy muy enfadada. Eso es, estoy muy enfadada”.
_”Tal vez no haya sido buena idea dejarte sola. Si quieres puedes venirte a pasar la noche con nosotros... O si lo prefieres, podemos ir a buscarte en un momento”.
_”No, quiero quedarme aquí. Pero gracias de todos modos”. Colgó el teléfono sin dar tiempo a su interlocutora a hacer ninguna otra pregunta o sugerencia.
Apagó el teléfono, lo dejó nuevamente sobre la mesa del salón y se dirigió nuevamente al vestidor. Abrió la puerta del armario y sacó el largo vestido blanco; después de extenderlo sobre la cama, sacó una gran caja blanca y una caja de zapatos que colocó al lado del vestido. De un cajón del tocador sacó varias joyas que dejó sobre el vestido. Por último de un cajón de la cómoda extrajo varias prendas de lencería y las depositó a los pies de la cama. Empezó a desnudarse: primero se quitó el jersey de cuello alto y manga corta de color negro y lo arrojó con ira al suelo. Se desabrochó la falda y la dejó caer al suelo para después darle una patada. Mientras se quitaba el resto de la ropa interior comenzó a hablar sola y en voz alta.
_” Lo que me faltaba, tener que aguantar a tu querida familia. Tener que sentir la lástima y la compasión de tu querida mamá. Tener que aparentar dolor y tristeza ante ellos, cuando lo único que siento es rabia y odio. Te odio, te odio.”
Mientras había comenzado a vestirse con todas las prendas que había ido colocando sobre la cama. Empezó por unas preciosas braguitas blancas a juego con un corsé de encaje y seda sin hombreras y con ligueros; se colocó después las medias blancas y los zapatos, unos preciosos escarpines blancos de seda de medio tacón. Se colocó el largo vestido blanco y luchó contra la cremallera, ganando finalmente el pulso. Por último de la larga caja blanca sacó un velo rematado en un fino encaje. Se dirigió hacia el espejo del tocador e hizo diferentes pruebas hasta que quedó conforme. Volvió ahora al vestidor. Las paredes forradas de espejos de la habitación le devolvieron la imagen de una novia lista para subir al altar.
_” Hacerme esto a mí. No se lo pienso perdonar nunca. Llevo treinta años soñando con este día, concentrándome en este día, para que en sólo unos minutos él lo haya estropeado todo. Se tenía que morir justo ahora, no podía haberse esperado unos días, sólo cuatro o cinco días. No tampoco, porque me hubiera fastidiado la luna de miel. ¡Oh no, la luna de miel! Mañana sin falta he de hablar con la agencia de viajes. Seguramente ya no podré cancelarlo, y no creo que me devuelvan el dinero…Mierda, mierda, mierda. No podía haberse esperado unos días más”
Dio un par de vueltas sobre sí misma y ensayó diferentes posturas ante los espejos.
_”¿Ves lo que te has perdido , estúpido?. Lo has hecho adrede, te has muerto a propósito sólo dos días antes de la boda para fastidiarme mi gran día, el día más importante de mi vida. Estarás contento allá donde estés. ¿ Para eso me he tirado yo cinco meses a régimen, para que tú dos días antes de la boda decidas ir a jugar un partido de tenis con los amigos y te mueras de un infarto? ¿Y que hago yo ahora con los regalos, con el restaurante, con la floristería… con mi maravilloso traje de novia?”_
Se dirigió nuevamente al salón. Abrió el mueble bar y desprecintó una botella de licor. De la vitrina del mueble sacó un vaso; le limpió el polvo con uno de los extremos del velo y echó una generosa cantidad de bebida en él. Con la botella en una mano y el vaso en otra se dejó caer sobre uno de los butacones. Empezó a beber. Entre trago y trago siguió su soliloquio.
_”Hoy era el día de mi boda, el día para el que yo llevo preparándome toda mi vida, la protagonista debía haber sido yo, pero no, el señor decidió que el protagonista debía ser él. Me he cansado de escuchar los interminables discursos a tu persona que han realizado tus amigos, tu familia y el cura. Tú has sido durante todo el día el centro de atención. Si querías fastidiarme, lo has conseguido. Has logrado hacer del que hubiera sido el día más feliz de mi vida tu gran día.”_
Siguió bebiendo durante un rato más. Las brasas de la chimenea se apagaron finalmente y Bárbara se quedó dormida sobre el butacón agarrada a la botella recordando que esa debía haber sido su noche de bodas.
El timbre de la puerta sonaba insistentemente. Cuando Bárbara abrió los ojos la luz del día inundaba todo el salón. Tenía un espantoso dolor de cabeza, y no acertaba a reconocer donde estaba ni que ruido era el que le había despertado. Poco a poco las ideas se fueron aclarando en su cabeza. El timbre seguía sonando. Se puso en pie, la botella se resbaló cayendo al suelo. Fue entonces cuando se dio cuenta de que llevaba puesto todavía su vestido de novia. Ahora habían comenzado a aporrear la puerta y decidió apaciguar la insistencia del visitante.
Cuando llegó ante la puerta miró por la mirilla. La persona que golpeaba con los nudillos la puerta era su mejor amiga, Alicia. Bárbara se estiró el vestido, se echó el velo para atrás y descorrió los cerrojos hasta abrir la puerta.
La cara de Alicia ante la visión de Bárbara fue una mezcla entre sorpresa, susto y duda. Estalló en una violenta carcajada, a la vez que empujaba a su amiga hacia adentro y cerraba la puerta.
_”Pero, Barbarita, ¿Tú has visto la pinta que tienes?_ Le espetó mientras la abrazaba.
_”Por favor, no me chilles, me duele horrores la cabeza. He pasado una noche espantosa. Debí de bebérmela toda yo sola _ dijo señalando la botella que seguía a los pies de la butaca_ y me quedé dormida aquí mismo. ¿Tienes un cigarro? “_
Salieron a fumarse el cigarrillo al jardín. Nuria se sentó sobre el balancín, Bárbara colocó una de las sillas de mimbre frente a ella. El almohadón todavía estaba húmedo tras la lluvia del día anterior, pero hoy el sol brillaba dejando notar su calor.
_” Bien, supongo que tendrás ganas de hablar, de desahogarte. Ayer saliste corriendo, te llamé al móvil pero lo tenías desconectado. _”
_” Sí, me llamó Sofía. No tenía ningunas ganas de hablar con ella , le dije que estaría bien sola. Ni si quiera le dije que me pensaba quedar aquí, pero al fin y al cabo, esta es ya mi casa, ¿no crees?. _”
_”Supongo que sí, pero no creo que sea eso lo que realmente te preocupe. ¿Qué haces con el traje de novia puesto? Lo vas a estropear ._”
Se echó a reír. _”Debía ser mi noche de bodas, ¿lo recuerdas?_ Apuro el cigarro y pisó la colilla con la punta de su zapato blanco.- ¿Qué más da si se estropea?.-”
Se quitó el velo, suspiró hondo, se deshizo lo que quedaba del moño y siguió:
_” Me fastidió mi gran día, ¿me entiendes? Desde que empecé a salir con él llevaba soñando con este gran día, él lo sabía. Cinco años, cinco años soñando con mi boda, con mi gran día para nada, para que con sólo una llamada de teléfono todo se haya ido al traste. Es la segunda vez que me pasa, ¿por qué tengo tan mala suerte? ._”
_”Por favor, no compares esto con lo del desgraciado de Charly. Alberto no pensaba dejarte tirada, Alberto ha fallecido, creo que él lo lamentará más que nadie. Él pensaba casarse contigo. Lo de Charly sí fue una jugarreta, dejarte plantada unos días antes de la boda… creía que ya lo tenías superado.-“
_”¿Superado? _ Se puso de pie y empezó a caminar de un lado para otro _ Desde que era sólo una niña he soñado con casarme de blanco , en una basílica llena de flores, rodeada por mucha gente elegantemente vestida pendiente de mí. Siempre he soñado con hacer mi entrada triunfal por el pasillo alfombrado de la iglesia a los sones de la marcha nupcial, o del Ave María o de un Adaggio…Colocarme ante el altar, frente al sacerdote, decir sí quiero, y que un apuesto joven me retire el velo de la cara mientras que el cura dice os declaro marido y mujer. ¿Superado?. He cumplido treinta años, llevo dos intentos frustrados y tú me preguntas que si lo he superado.”
_”Lo siento Bárbara, no puedo entender esa extraña obsesión. ¿Qué crees que tiene de especial? ¿Qué le encuentras de mágico?. Me parece absurda esa idea que nos venden de que es el día más feliz en la vida de cualquier mujer. No te engañes, no lo es, cualquier mujer puede tener días mucho más felices sin necesidad de tanto alarde, sin tanto boato.”
Bárbara volvió a sentarse, encendió un nuevo pitillo. Aspiró profundamente y se quedó unos minutos mirando a su amiga.
_ “Explícame entonces por qué te casaste tú”
_ “Creo que lo hemos hablado ya muchas veces .Mis motivos eran completamente diferentes. Me casé por convencionalismo social, por el disgusto a mis padres, por el follón que se había liado, por puro interés económico y sobre todo, por evitar un escándalo mayor del que ya se había producido; y reconocerás que se trató de una ceremonia bastante atípica, porque ninguno de los dos creíamos en aquello. Bárbara, querida , una boda no es más que un acto en el que reunes a todos los familiares y amigos para decirles: no os escandalicéis, pero a partir de ahora este señor y yo nos vamos a acostar juntos todas las noches y vamos a practicar sexo, y para que os vayáis más conformes, os invitamos a comer. Eso es una boda, que nada tiene que ver con un matrimonio o con la pareja...”
_ “¡ Qué burra eres, hija! Lo siento, Alicia, te quiero mucho, siempre has sido mi mejor amiga, pero hay temas en los que discrepo profundamente contigo. No entiendo como puedes tener una visión tan poco romántica de las cosas. Además, no vas a lograr convencerme. Quiero casarme, ¿me entiendes? Sé el cómo, el dónde y el cuándo, pero no sé con quién. Quiero casarme, no creo que eso sea tan difícil, hay miles de mujeres que se casan todas las semanas, ¿por qué yo he de tener tan mala suerte? El uno me planta escasos días antes de la boda y el otro se muere a menos de cuarenta y ocho horas de mi gran día. Reconócelo, es injusto. Liz Taylor se ha casado siete veces, Isabel Preysler ha realizado tres bodas, Joan Collins ha pasado cinco veces por la vicaria…”
Alicia se echó a reír.
_ “Bárbara, hija, pareces los ecos de sociedad de una revista. Vale, vale, te entiendo. Vamos dentro, te cambias de ropa y nos vamos a desayunar. Y lávate bien la cara, que la llevas llena de churretes de rímel.”
Entraron dentro de la casa. Bárbara siguió los consejos de su amiga, se quitó el vestido, volvió a colocarlo con mimo dentro del armario y se dio una buena ducha. El agua consiguió despejarle un poco, pero la cabeza le seguía doliendo. Se vistió de modo informal, camisa blanca y pantalones vaqueros. Se calzó unas botas de tacón alto, cogió un bolso y metió en él todo lo que creía que podía necesitar. De pronto, pareció recordar algo. Volvió a entrar en la alcoba, abrió varios de los cajones del tocador. No parecía que estuviese allí lo que buscaba. Se dirigió a una de las mesillas de noche, extrajo el cajón, lo vació sobre la cama y con nerviosismo empezó a rebuscar. Finalmente, encontró el gran sobre blanco, lo apretó contra su pecho y después lo metió en el bolso.
Unos minutos más tarde las dos amigas salían de la casa. Se dirigieron dando un paseo hasta el cercano centro comercial. Por el camino encontraron a familias disfrutando de una soleada mañana de domingo, niños corriendo con las bicicletas, padres leyendo el periódico, jóvenes parejas empujando un carrito de bebé. Entraron en una de las cafeterías y se dispusieron a disfrutar de un copioso desayuno. El local, al ser día festivo, estaba prácticamente vacío, sólo otras dos mesas estaban ocupadas. Únicamente se oían los murmullos de la conversación de la pareja de la mesa junto al ventanal y el ruido de las cucharillas removiendo el café, cuando sonó la musiquilla del teléfono de Bárbara. Miró la pantalla.
_” Es Sofía, ¿qué hago?” _ preguntó en voz baja.
_”¿Y qué quieres hacer?, descuelga y habla con ella.”
Bárbara tragó saliva y contestó el teléfono.
_” Buenos días Sofía, ¿qué tal estás?”
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_”Sí, bueno, estoy mejor que ayer, gracias. No, no te preocupes, no estoy sola, Alicia está conmigo, de todos modos, muchas gracias.”
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_”Lo siento Sofía, no estoy preparada para eso. ¿Por qué no os reunís con mis padres y lo solucionáis entre los cuatro?. Yo no podría hacerlo, era mi boda.”
Alicia le miró con los ojos muy abiertos y empezó a hacer toda clase de gestos con las manos.
_”Entiéndeme, ya sé que tú has perdido a tu hijo, pero a ti te quedan otros dos hijos. Yo he perdido a mi novio, al hombre que hoy tenía que ser mi esposo. - Su voz sonaba ahora mucho más enérgica - A mí no me queda nada, y me estás pidiendo que vaya al restaurante a solucionar los problemas económicos. Lo siento Sofía, no tengo fuerzas ni ganas para enfrentarme a ello, ni para devolver los regalos de boda, ni para escribir tarjetas de agradecimiento. Habla si quieres con mis padres o hazlo tú sola. Yo quiero desconectar, olvidar esta pesadilla de la boda”
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_”Gracias. Ya hablaremos más adelante. Gracias”
Colgó el teléfono. El silencio reinaba en el local. Nuria le miraba con expresión de inquietud.
_”Era Sofía, la madre de Alberto”- dijo como para justificarse.
_”Ya lo sé. ¿Qué quería?”
_”Mis padres y ella van a ir al restaurante para solucionar los temas económicos referidos al convite, a ese que se debía haber celebrado ayer y que nunca se celebrará. También quería que le ayudara a devolver los regalos que nos habían enviado. Como ves, no hay manera de que me olvide por un minuto de mi estúpida boda.”
_” Permíteme una pregunta - La expresión de Alicia se había vuelto seria - Sé completamente sincera, ¿Qué te ha dolido más la muerte de Alberto o la cancelación de tu boda?
Bárbara bajó la cabeza, se quedó fijamente mirando la espuma de su café; no fue capaz de emitir contestación alguna, aunque tanto ella como su amiga conocían bien la respuesta.
Terminaron tranquilamente el desayuno. El silencio se había apoderado de ellas. Alicia se levantó para pagar la consumición. Abandonaron la cafetería y se dirigieron en silencio nuevamente hacia la vivienda de Bárbara. A escasos metros de la entrada, Bárbara se quedó parada. Alicia, al darse cuenta se giró y le preguntó algo asustada qué era lo que le ocurría.
_”Ali, tengo un plan - sacó de su bolso el sobre blanco y se lo entregó a su amiga - ¿Qué vas a hacer la próxima semana?”

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