UN LUGAR PARA SOÑAR

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puesta de sol en la Alhambra

jueves, agosto 02, 2007

La fama a cualquier precio


Andy Warhol, el maestro del pop-art, dijo que en el futuro todo el mundo tendría derecho a sus quince minutos de fama, lo que no dijo es que consecuencias podrían acarrear esa efímera fama.

Hace un par de meses yo disfruté de algo más de 15 minutos de protagonismo en un programa de televisión, en concreto, en el concurso "1 contra 100". Cuando me dijeron cuando se iba a emitir el programa, y sabiendo ya el resultado, avisé a los íntimos, la familia y algunos amigos. No pensé que nadie más fuera a verlo, y máxime cuando el mismo día en horario similar y en diferentes canales televisaban el final de la Liga de fútbol y una carrera de Alonso. ¡Qué ilusa! Aún hoy, dos meses después de la emisión, me dicen "te vimos el otro día en televisión; hay que ver qué lástima, con lo bien que lo estabas haciendo y al final... lo perdiste todo". Y, el de hoy no ha sido de los crueles, porque los hay que directamente te dicen " ¿eras tú, verdad? Y ¿cómo se te ocurrió perder quedándote un comodín? ¡Qué tonta!" y tú, claro, aguantas estoicamente y respondes con toda la educación que un buen colegio de pago te ha otorgado que pecaste de ingenua e inexperta. Claro, que peor fue lo de mi madre, a la que en plena cola de la caja del supermercado, y mientras educadamente estaba respondiendo a una conocida que, casualmente, había visto el programa, se le arrimó una señora con unos pabellones auditivos que para sí los quisieran los espías rusos, y sin más le dijo "¿La de la camisa rosa era su hija?, pues hay que ver que tonta fue, con lo fácil que lo tenía, lo que debía haber hecho es utilizar el comodín y así por lo menos hubiera ganado algo". ¡Toma ya! Por el hecho de haber visto el programa, se permite el lujo de asaltar a una desconocida e interrumpir una conversación para insultar a su hija.

Que no quiero yo ni pensar lo que hubiese ocurrido si, en vez de participar en un inocente concurso de televisión, me hubieran relacionado con un famosete de estos de tres al cuarto. Porque ese es el problema, todo el mundo quiere tener derecho a sus quince minutos de fama efímera al precio que sea, preferiblemente vendiendo sus intimidades y miserias a cualquier postor. Todo vale, desde inventarse una relación con el hijo de una famosa, insultar a una hija que un día fue famosa, hablar sobre las miserias de un muerto, reclamar una paternidad, airear un calentón de verano con un torero o ser el hijo del criminal más buscado del país. Y, después, se agregan los familiares y conocidos del famosillo de turno: desde la madre hasta el abuelo pasando por un compañero de trabajo o uno que dice llamarse amigo.

Recientemente leí que una psicóloga había realizado un trabajo de campo con niños de primaria y estos a la pregunta de ¿qué quieres ser de mayor? en su gran mayoría habían contestado famoso; no habían dicho tenista, ni futbolista, ni actriz, ni cantante, habían dicho famoso. ¡Qué triste! Porque los niños de hoy en día no son tontos, ser famoso por méritos propios es un trabajo arduo, muy laborioso, y, si realmente no eres bueno, no te garantiza la fama, pero aparecer en un programa de televisión en prime time es algo al alcance de casi todos, y, con suma facilidad se embolsan cantidades económicas nada despreciables, de esas que tú y yo, en una jornada de trabajo habitual no ganamos.

Es vergonzoso, pero es lo que estamos creando: monstruos de usar y tirar, capaces de venderse por unas semanas de fama y un dinero fácil, seres sin escrúpulos, juguetes rotos que una vez que prueban la luz de las cámaras y el olor de la celebridad necesitan de ella y son capaces de cualquier cosa por volver a aparecer en una pantalla o en una hoja de papel cuché. No hace falta que ponga ejemplos, son demasiado numerosos, basta con ver cualquiera de los llamados "programas del corazón" y preguntarse, ¿y este, qué ha hecho para estar ahí?.

Al final, los responsables últimos somos nosotros, los espectadores, porque, aunque todos digamos que no vemos esos programas, ¿quién puede decir que no sabe quién es Antonio David, o Paquirrín o Nuria Bermúdez?

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