UN LUGAR PARA SOÑAR

UN LUGAR PARA SOÑAR
puesta de sol en la Alhambra

sábado, agosto 11, 2007

El abuelo

El abuelo tenía la costumbre de finalizar sus frases con un sentenciador ¡coño! para remarcar con énfasis cualquiera de sus afirmaciones. Cuando algo le sorprendía o le llamaba la atención, simplemente dejaba escapar un ¡coño! y con eso tenía bastante. Y, cuando quería que algo quedara bien claro empezaba la perorata con un ¡coño! que llamaba la atención de su interlocutor.

Con el tiempo, el abuelo cada vez hablaba menos, pues menos tenía que decir, pero cada vez utilizaba más la dichosa palabrita, y dependiendo de la entonación que le diera significaba una u otra cosa, lo que indignaba bastante a su hija, quien le había recibido como herencia muchos años atrás.

Aquel día su hija acababa de servirle la sopa de cocido, y, el abuelo, sin esperar, se llevó a la boca una colmada cuchara de fideos y humeante caldo, quemándose los labios, la lengua y el paladar, por lo que exclamó

- "¡Coooooooño!"

- " Padre, ¡ deje usted de utilizar la dichosa palabrita para todo, que un día se va a morir con el coño en la boca!"

Y el abuelo, que hacía más de cuarenta años que había enviudado, suspiró profundamente, y en voz baja musitó

- " ¡Qué más quisiera yo, hija mía, que más quisiera yo!"

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