UN LUGAR PARA SOÑAR

UN LUGAR PARA SOÑAR
puesta de sol en la Alhambra

miércoles, abril 04, 2007

La vida Bárbara

Cap. 3 El funeral
Habían pasado pocos días desde que Bárbara y Alicia habían regresado del crucero cuando Sofía decidió celebrar un multitudinario funeral en memoria de Alberto.
La iglesia del colegio Calasancio estaba abarrotada de familiares, amistades de la familia, compañeros de estudios y trabajo de Alberto y un sinfín de compromisos varios de la familia.
Bárbara volvía a vestirse de negro, color que estaba empezando a aborrecer. En los bancos de atrás vio sentadas a Alicia, Laura y Merche, sus mejores amigas desde la infancia, y deseó fervientemente estar sentada entre ellas, haciendo comentarios sobre el vestuario de las asistentes, criticando a unas y a otras y comentando aquella absurda situación.
En vez de eso Bárbara se hallaba sentada en primera fila, flanqueada en el lado izquierdo por los hermanos de Alberto y fuertemente asida de la mano derecha por Sofía. Justo en el banco de atrás notaba la escrutadora mirada de su madre, acompañada en esta ocasión por su hermano mayor y la esposa de éste.
La celebración se hizo larga y tediosa. Algunos amigos de Alberto subieron a leer unas palabras sobre el difunto, y Bárbara tuvo que hacer un soberano esfuerzo para aparentar una tristeza que no sentía e incluso derramar alguna lágrima, ¡qué buena actriz se estaba perdiendo el mundo!
De cuando en cuando miraba hacia atrás buscando con la vista la mirada cómplice de sus amigos, pero notaba como la mano de Sofía se agarraba más fuertemente a su mano. Quería escapar, salir huyendo de aquel templo abarrotado de gente a la que apenas conocía, irse con sus amigas, reír y disfrutar de una tarde primaveral, pero Alberto, y sobre todo Sofía la retenían.
Finalizado el funeral aún quedaban los pésames de los asistentes. Sofía se asió fuertemente del brazo de Bárbara, como si de su muleta se tratase, y recibió palabras de consuelo de casi todos los asistentes; Bárbara estaba destrozada, los zapatos le hacían un daño terrible, lo que confería a su cara un rictus de dolor muy apropiado con el momento.
Cuando la noche ya había caído, los últimos asistentes se despedían y los pies de Bárbara parecía que iban a estallar dentro de los zapatos, Bárbara se despidió entre lloros y aspamientos de la que debía ser su nuera y se marchó en su coche acompañada de su esposo y de uno de sus hijos. Por fin Bárbara era libre.
Apoyadas en las rejas exteriores de la parroquia estaban sus amigas esperándola. Las cuatro se fundieron en un profundo y reconfortante abrazo que duró varios minutos. Cuando se soltaron, lo primero que hizo Bárbara fue pedir un cigarrillo, quitarse los zapatos y piropear a unas y a otras.
Descalza y del brazo de sus amigas se dirigieron las cuatro juntas a la cafetería más cercana, donde se sentaron en una mesa y pidieron cuatro cañas.
-" No os podéis hacer una idea de cómo me alegro de estar aquí, con vosotras tres, las cuatro amigas solas, como en los viejos tiempos" - exclamó Bárbara al tiempo que alzó su caña para brindar.
-" ¡Por nosotras!" - gritó
- " ¡Por nosotras!" - corearon.
Tras el brindis el espumoso líquido amarillo fue tomado de un solo trago. Pidieron una segunda ronda.
- " ¿Realmente estás bien, Bárbara, o sólo lo haces para disimular ante nosotras?" -preguntó la siempre dulce Mercedes.
- " Estoy bien, algo cansada y con un fuerte dolor de pies, pero estoy bien, y más ahora que os tengo a vosotras a mi lado, sobre todo a ti, que eres tan cara de ver. No nos veíamos desde... ¿desde cuándo? "
- " Desde el nacimiento de mi pequeña Elena, hace ya casi cuatro meses"
- " No, eso no cuenta, eso fue en el Hospital, recién parida, con una habitación llena de flores y visitas y durante poco más de diez minutos. No, me refiero a vernos así, como ahora, nosotras, nosotras solas, para charlar, para reír..."
- " Mujer - interrumpió Laura- yo no diría que este momento es el más indicado para reír."
- " Me has entendido perfectamente, y, además, estaba hablando con Mercedes; no sabes como te envidio, tú con tu maravillosa casa, tu perfecto marido, tus tres hijos, guapísimos...chica, lo tienes todo"
Mercedes dejó escapar un suspiro y durante unos segundos Alicia y Laura captaron un cambio en su mirada, algo que Bárbara no notó.
- " Te garantizo que no es tan envidiable. Mi preciosa casa está en mitad de la nada, aislada, y cada día me parece más una cárcel, eso sí, con toda clase de lujos, pero cárcel al fin y al cabo; a mi marido apenas le veo, él no para de viajar y de trabajar y yo... yo tengo bastante con los niños y llevar la casa."
- " Te quejas de vicio. Cualquiera de nosotras daría cualquier cosa por una casa como esa"
- "Yo no
-replicó Alicia- a menos que la casa estuviera en el centro de Madrid; y, aún así, sería demasiada casa para mí, necesitaría mucha ayuda. Por cierto, Merche, ¿a cuántas personas tienes trabajando en ese casuplón?
- "Chicas, chicas, dejémoslo
-Laura era siempre la mediadora entre Alicia y Mercedes - hoy no es momento para sacar a relucir vuestras pequeñas diferencias, disfrutemos las cuatro como antes y dejémonos de tonterías, por favor."
Aún cayó una tercera ronda antes de que Mercedes se despidiera de ellas con la firme promesa de intentar quedar nuevamente en un corto espacio de tiempo. Bárbara aguantó aún una cuarta caña de cerveza, pero el cansancio del funeral y los pies la estaban matando por lo que se despidió también dejando solas a Laura y Alicia.
- "He encontrado muy bien a Bárbara, me imaginaba que estaría más destrozada" - comentó Laura.
- " No, no está destrozada, está un poco loca pero nada más. Ella no quería a Alberto, y durante unos días estuvo rabiosa por lo de la boda, pero nada más. Al fin y al cabo, con toda esa historia ha salido ganando; ha dejado la casa de sus padres, se ha encontrado con un adosado monísimo casi regalado, en su trabajo es considerada como un miembro más de la familia, no tiene que aguantar las rarezas y manías de Alberto...no me mires así, si lo piensas bien son todo ventajas para ella."
- " ¡Qué bruta eres a veces! Seguramente tendrás razón, pero tanta sinceridad por tu parte en ocasiones duele. A la que he encontrado mal es a Mercedes, ¿tú qué piensas?"
- " Que tienes razón, que a la señora marquesa su perfecta vida se le empieza a hacer cuesta arriba
- Alicia no podía disimular una cierta ironía en su tono ni en sus palabras- que se aburre soberanamente en ese caserón de nuevos ricos, que está cansada de traer niños al mundo puntualmente cada treinta meses y que piensa que su marido la engaña. "
Laura la miró boquiabierta.
- " ¿Y todo eso lo has sabido hoy, con tan sólo unos minutos de charla intrascendente?"
- "No, todo eso lo sé porque desde que nació su hija pequeña me ha llamado en varias ocasiones, para desahogarse, para llorar y para que yo sea su consuelo. "
- "Pero, pero
- balbuceó Laura- si vosotras sois como el perro y el gato, como el agua y el aceite..., si ella siempre recurría a Bárbara o a mí, no entiendo nada."
- "En el fondo, la que mejor la comprende en estos momentos soy yo; además, que cuando nosotras discutimos lo hacemos como de pequeñas, por costumbre, porque en temas de política y sociedad tenemos dos puntos de vista muy diferentes, pero nada más."
Siguieron la conversación en el coche de Laura.
Cuando Alicia llegó a casa el contestador parpadeaba. Tenía tres mensajes, uno de Bárbara otro de Mercedes y otro de su madre. Decidió llamar sólo a esta última y acostarse cuanto antes.

No hay comentarios: