UN LUGAR PARA SOÑAR

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puesta de sol en la Alhambra

sábado, enero 13, 2007

Física y química

¿No te ha ocurrido nunca que entres en un lugar, veas por primera vez a una persona y sientas una gran atracción hacía ella?, ¿no has sentido nunca un flechazo a primera vista?, o al contrario, ¿no has sentido en alguna ocasión un antagonismo total con una persona a la que acababas de conocer?

¿Por qué se producen estas reacciones tan, aparentemente, sin sentido? ¿Qué mecanismos hacen que una persona nos atraiga o nos repele aun sin conocerla? La explicación parece sencilla si nos referimos únicamente a la cuestión física: la belleza nos atrae y la fealdad nos repulsa, y belleza y fealdad son conceptos tan sumamente subjetivos que lo que para mí puede ser bello, para otro puede ser todo lo contrario. En nuestra memoria genética se han grabado una serie de condiciones que hacen que un ser nos resulte atractivo o que rehuyamos de las personas con una característica física común. Antropológicamente está demostrado que a los hombres occidentales instintivamente les atrae una mujer con las caderas anchas y los pechos grandes porque es un síntoma de que será una buena madre que podrá parir y amamantar hijos con facilidad, mientras que para las mujeres occidentales un hombre sano con un cuerpo atlético y un cierto parecido a su progenitor le garantiza que se hará cargo de los hijos y la familia. Pero la visión antropológica y la memoria genética no son suficientes a la hora de explicar una atracción física, influye, y mucho, el concepto de belleza de la sociedad en la que vivimos, los medios de comunicación, la moda, el entorno sociocultural, la educación, e infinidad de pequeños detalles.

Pero todo ello por sí sólo tampoco explica nada. Hay una atracción más poderosa, más sutil y más interesante: la química.
Siempre se ha oído decir eso de que entre dos personas hay química, o que entre dos personas ha surgido la chispa, y, ahora va a resultar que la sabiduría popular, como casi siempre, tenía razón.
Según los científicos el ser humano a través de manifestaciones anatómicas y ecuaciones bioquímicas elabora determinados procesos químicos para establecer relaciones. Al parecer, los humanos liberamos continuamente por los millones de poros de nuestra piel feromonas, una sustancia química muy volátil, que, de manera inconsciente, envía señales a los que nos rodean mostrando interés sexual, aviso de peligro, rechazo...
El proceso más estudiado hasta ahora en los laboratorios y las universidades es el amor. Al parecer, una vez que nuestras feromonas han comunicado al otro nuestra atracción el cerebro produce grandes cantidades de serotonina, y descienden sustancialmente los niveles de endorfinas, dando como resultado un conjunto de reacciones de todo el organismo. En esta primera etapa del enamoramiento se elevan los niveles de testosterona, dopamina y norepirefina, sustancias químicas elaboradas por nuestro cerebro y que tienen mucho que ver con la lujuria, el deseo y la atracción. Pasada la etapa inicial, nuestro cerebro deja de producir estos elementos y fabrica ocitocina y vasopresina, más relacionadas con el vínculo y el cariño que con la pasión. Y, esto último, con suerte, porque lo habitual suele ser que el cerebro en muy poco tiempo desarrolle feniletilamina, un componente que hace que el estado de excitación y euforia disminuya y por tanto se acabe el amor.
Así que ya sabéis, todo en las relaciones es cuestión de química, y ante eso, yo que soy de letras, no tengo nada que decir, ¿o sí?

Una última reflexión, ¿qué ocurrirá con los seres humanos el día que en un laboratorio sean capaces de producir y modificar a su antojo todas estas sustancias?

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