UN LUGAR PARA SOÑAR

UN LUGAR PARA SOÑAR
puesta de sol en la Alhambra

lunes, diciembre 03, 2007

Pasadas por agua (LA P... GOTA FRIA SIGUE)

2ª Parte
Sábado por la mañana. Los despertadores han sonado y corremos como locas a la balconada a ver el cielo. Ha dejado de llover, Valencia está mojada, gris, húmeda y oscura, pero nos conformamos, y tenemos esperanza de que la lluvia sea ya un recuerdo pasajero y el sol pueda abrirse camino en un día tan gris como este.

Desayunamos abundantemente para coger fuerzas ante el largo y completo día que nos espera. La primera parada va a ser, como no, la playa, y, para ir bien equipadas hay que llevar los biquinis puestos. ¡Optimistas! Como no me lo creo soy la única que sal de casa sin él.

Salimos de casa con grandes dosis de energía y esperanza, y con una bolsa de más de 1 kilo de golosinas variadas, y tomamos el autobús que en pocos minutos nos dejará de nuevo en la playa de la Malvarrosa. De todos modos, no nos fiamos totalmente y llevamos los chubasqueros y los paraguas por si acaso.

Decidimos dar una vuelta por el Puerto, donde meses atrás se ha celebrado la America`s Coup, especialmente por el edificio Veles e Vents, emblema de la citada competición y un lugar donde por las tardes y noches se puede disfrutar de un buen ambiente además de buenas vistas. Accediendo al edificio se levanta una ráfaga de aire húmedo acompañado de grandes gotas de agua. Bueno, puede ser un mal presagio, pero vamos a pensar que sólo ha sido un recuerdo de la pasada noche.

Paseamos por las cubiertas de las plantas del edificio, disfrutamos de las vistas, nos hacemos fotos y el cielo sigue de un amenazador gris. Teresa no para de insistir con que ella quiere ir a la playa, y parece que de nada le sirve que le diga que está a escasos 100 metros de ella, e Isabel repite casi una docena de veces que hay que ir a buscar un restaurante para reservar una paella, y yo no me canso de decirle lo mismo que a Teresa, ¡ van a acabar con mis nervios y mi paciencia!
Bajamos las gradas para dirigirnos al kiosco. Era justo ese momento y ese lugar en el que no tienes donde refugiarte... y las nubes que llevaban siguiéndonos ya un rato lo sabían. En escasos segundos comenzó una descarga de agua tremenda y un viento de gran fuerza que no sabíamos si soplaba del este, del oeste, del norte o del sur. Yo intentaba correr hacia la Avenida de Neptuno, pero avanzar se hacía difícil y entretanto no había lugar donde guarecerse. Por fin encontramos una especie de pérgola bajo la que refugiarnos mientras esperábamos a que aquella tormenta pasara. Isabel volvió a la carga con lo del restaurante y, reconozco que un poco irritada, le mostré los restaurantes de los que nos separaban unos metros y la playa que tanto ansiaba Teresa.
El chaparrón (es un decir, aquello fue bastante más que un chaparrón) cesó y por unos minutos un pequeño rayo de sol apareció en el cielo, momento que aprovechamos para dirigirnos a la playa.
Teresa salió corriendo, como si estuviera poseída por una fuerza invisible, y las demás le seguimos. Después de encargar una paella de bogavante en uno de los muchos restaurantes de Neptuno, nos dirigimos nuevamente a la playa, y tuvimos la osadía de pasear por la orilla y meternos hasta la pantorrilla. Bueno, hubo alguien a quien si no frenamos se nos mete de cabeza....

Comimos una estupenda paella de Bogavante regada con sangría en un sitio que no pienso recomendar a nadie, porque el servicio fue malo hasta decir basta y los postres no había quién se los comiera; como anécdota en cuanto a los postres, sólo diré que la mega-hiper-súper-extragolosa Isabel dejó prácticamente intacto el tiramisú que había pedido y para el que se había hecho hueco en el estómago. Ante su decepción por el postre, conseguimos que le trajeran un trozo de tarta del bautizo que se estaba celebrando en el interior del restaurante, y también se la dejó porque no era de su agrado... y puedo decir que Isabel es golosa hasta extremos nunca vistos y casi cualquier cosa con azúcar o chocolate es de su agrado. Como nos lo iban a cobrar, y después de la lata que dio con el postre, intentamos hacérselo tragar de cualquier manera, hasta por el escote si fuera necesario.

Para bajar el arroz y hacer una buena digestión , nada como pasear por la orilla de la playa, viendo los destrozos que la lluvia había ocasionado la noche anterior, corretear un poco por la arena, jugar entre las barcas y pasear por el paseo marítimo. El cielo nos había dado un armisticio y había que aprovecharlo. Y, para finalizar la tarde, nada mejor que visitar el centro de la ciudad, moviéndonos para ellos en un medio de transporte tan evocador y mítico como el tranvía (aunque ahora es tan moderno como la mejor red de metro). Así que cuando comenzaba otra vez a llover hicimos nuestro particular viaje en "tranvía desde la Malvarrosa".
Cuando llegamos a la conocida como estación de madera el cielo había abierto de nuevo sus compuertas y el agua lo cubría todo de nuevo: no exagero, las marquesinas de la estación no eran capaces de guarecernos, y cuando nos decidimos a salir de su protección, el agua nos cubría hasta los tobillos. Había que ver a la digna Isabel, con su paraguas rosa a juego con su camisa, bordeando todos los charcos para no mojarse sus zapatos de piel. A las demás nos daba igual, porque, habiendo aprendido del día anterior, llevábamos chanclas de goma, lo mejor para estas ocasiones (salvo que dispongas de unas katiuskas). Por fin, tras los rodeos de Isabel, conseguimos salir de la estación y cruzar el puente de Serranos, para que mis amigas admiraran las famosas torres, emblema de la ciudad. De allí, intentando no pisar los charcos, ni quedarnos embarradas en los jardines, ni que los coches que circulaban por Conde Trenor nos hicieran blanco de sus salpicaduras, nos dirigimos hacia la Casa de los Caramelos, donde las golosas hicieron acopio de mercancías, para entrar por la calle de Navellos hasta la Plaza de la Virgen.

No voy a decir que la imagen no fuera bella, pero le faltaba la intensa luz con la que el cielo valenciano suele iluminar esta plaza donde se mezclan estilos arquitectónicos, formas variadas, lo civil con lo eclesiástico, el ocio y la devoción.

No había muchas ganas de posar ante la fuente de Neptuno y las acequias de la Albufera, así que decidimos hacer visita cultural y,de paso refugiarnos de la lluvia, entrando en la catedral. Lo malo que tiene una visita a la catedral en sábado es que es habitual encontrarte con unas cuantas bodas de alto postín, entre las que destacábamos, y no precisamente por la elegancia de nuestros modelos, o que incluso te topes con alguna conocida que se extrañe de verte en tal lugar y más con esas pintas... pero en mí, es algo habitual.

Terminada la visita cultural, y habiendo hecho un buen escudriñaje de los modelos de las novias y los asistentes a las bodas, llegó la hora de la merienda, y ¿qué mejor que llevar a un grupo de golosas a Santa Catalina a tomar un chocolate o una buena horchata con fartons?. Desde luego, he de reconocer que esa tarde Isabel estaba un poco espesa; mientras todas las demás nos decidimos por la clásica y tradicional horchata ella se decidió por un chocolate, eso sí, acompañado por dos o tres fartons rellenos de crema. Como el chocolate no terminó de gustarle, para pasar el mal trago, decidió hacerlo acompañada de otros dos fartons, eso sí, esta vez sin relleno. ¡ Y el tipazo que tiene la condenada con el hambre que pasamos las demás!

A todo esto, y que nadie se confunda, seguía lloviendo, aunque con menos intensidad. Seguir visitando el centro de la ciudad con la humedad que rezumaban nuestros cuerpos no nos parecía una buena idea, además estábamos cansadas.
Aún tuvimos ganas de subir hasta la Plaza del Ayuntamiento, hacer compras para la cena y cargarnos con un poco de agua de Valencia para animarnos la noche... quién nos iba a decir que iba a dar para tanto.

Llegamos al apartamento muertas de cansancio. Unas buenas duchas (con escasez de toallas) nos hicieron entrar en calor. Preparamos una cena ligera y, después hacer recolección de toda nuestra medicación, y una competición de quién era la más dopada, (no voy a decir quién ganó por goleada), nos relajamos tomándonos una copita de agua de Valencia. La idea era acostarnos pronto, pero, ya se sabe, el alcohol suelta la lengua y terminamos por crear el grupo de resistencia. Algún día os contaré en qué consiste y las conspiraciones que descubrimos. Sólo puedo contaros que descubrimos que hasta el agua embotellada está manipulada (El agua Pascual para los que lo hacen poco y mal, y la Bezolla para alargar la ....) En fin, el grupo de la resistencia está ya en marcha, pero eso es otra historia.

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