UN LUGAR PARA SOÑAR

UN LUGAR PARA SOÑAR
puesta de sol en la Alhambra

jueves, octubre 11, 2007

Acoso

Leemos a diario casos de acoso, acoso en el trabajo, acoso en las escuelas, acoso en la vida diaria... pero siempre nos parece algo lejano e incluso un poco irreal; por eso cuando el caso es cercano, cuando atañe a tu círculo, la indignación es enorme.
No podía creerme que en pleno siglo XXI, entre chicos de 15 y 17 años, que se han criado y educado en un ambiente de igualdad, de tolerancia, de democracia, de libertad... pudiese seguir dándose un caso de acoso sexual grave.
Estoy hablando de un chico de 17 años, de un colegio privado mixto, de educación religiosa, de un acosador que en mitad de una clase, se dedica a acosar impunemente y sin tregua a una joven de 16 años, aprovecha cualquier descuido para abalanzarse sobre ella y manosearle y sobarle, y cuando ésta le niega repetidamente, él no tiene otro recurso que insultar, humillar, vejar y amenazar físicamente. Estamos hablando de un maltratador y un violador en potencia. Por supuesto él ahora lo niega todo, y se dedica a propagar infundios sobre la joven.
¿Qué clase de educación ha recibido esa criatura? ¿Acaso nadie le enseñó que cuando alguien te dice NO hay que respetarle?, ¿quién le enseñó que las mujeres pueden ser propiedades que se manejen a su antojo?, ¿no le explicaron lo que es la libertad, la igualdad, la tolerancia, la educación, el respeto, el sentido común? Parece ser que no, e incluso, parece ser que no era la primera vez que el gallito actuaba de esa misma manera, pero se amparaba en el miedo que sentían sus víctimas.
Porque eso es lo peor, el miedo, el sentimiento de culpa, la vergüenza, la sensación de impotencia e indefensión que siente una mujer ante especímenes de este tipo. Sé de lo que hablo porque yo lo viví en mis propias carnes y me lo callé en repetidas ocasiones. Ni todo el agua caliente, el jabón y los restregones con el estropajo logran hacer que dejes de sentirte sucia y culpable. La humillación a la que te ves sometida es tan grande que te paraliza, no te permite reaccionar, y durante días el miedo se apodera de ti. Quisieras desaparecer, volverte invisible.
Las mujeres no tenemos la culpa de que en el mundo haya seres despreciables como este niñato de 17 años, y otros muchos de todas las edades, que se creen que las mujeres somos inferiores a ellos y que podemos convertirnos en objetos, en sumisas esclavas destinadas a satisfacer su ego o sus caprichos. No tenemos la culpa de que no entiendan que no somos una propiedad de nadie, que somos personas con los mismos derechos que ellos, y a veces, muchas, con más inteligencia que ellos. No tenemos la culpa de que no comprendan que tenemos la libertad de rechazar a quien queramos, de decir NO cuantas veces queramos y a quien queramos. Las mujeres no somos culpables de ser hermosas, atractivas, sensuales o seductoras, y sobretodo, no tenemos que avergonzarnos por ser así. Ellos deben de saber controlar sus instintos primitivos, y si no son capaces, que se pongan en tratamiento o se vistan con pieles y se vayan a vivir a una cueva en el bosque, como hace millones de años.
Por suerte M.,a sus 16 años, tiene la cabeza muy bien amueblada y supo reaccionar perfectamente. No se calló, si no que lo denunció, primero a sus padres, después ante la dirección del centro, y los mediadores de la policía. M. lo ha sacado fuera de sí, y aunque aún está asustada, sabe que no tiene que avergonzarse de nada, que no tiene que temer, que no es culpable, que no callándose conseguirá que el chico sea castigado, que nadie va a seguir creyendo sus mentiras, y, que es posible que con su acción haya evitado otros casos.
Ojalá yo también hubiera actuado como ella hace muchos años; ojalá no lo hubiera dejado guardado dentro de mí, ojalá alguien me hubiera dicho que yo no era culpable...en mi caso ya no se puede hacer nada, pero en los futuros sí. Que ninguna mujer se avergüence, que denuncien, que no se dejen avasallar por estos maltratadores, acosadores y violadores, y que vayan por el mundo con la cabeza bien alta y el orgullo de ser mujeres.

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