UN LUGAR PARA SOÑAR

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puesta de sol en la Alhambra

lunes, noviembre 06, 2006

Escapadas de fin de semana: Trujillo y Guadalupe

Ahora que el buen tiempo nos ha abandonado y que el otoño se ha instalado definitivamente entre nosotros es tiempo de pensar en pequeñas excursiones, escapadas de fin de semana. Desde aquí quiero recomendar algunas de las ciudades y pueblos más bonitos del interior de nuestro país, que por su historia, sus monumentos, sus paisajes y su gastronomía, bien vale la pena hacer un viaje.
Propongo comenzar con dos municipios del norte de Cáceres cargados de historia: Trujillo y Guadalupe.
Trujillo
Trujillo es conocida sobre todo por ser la cuna de grandes conquistadores de tierras americanas, entre los que destacan Francisco Pizarro y sus hermanos Juan, Gonzalo y Hernando, tal vez los trujillanos más conocidos. Pero esta villa guarda otros muchos encantos que merece la pena descubrir.
La enorme Plaza Mayor es uno de los lugares más representativos de la localidad. Entorno a esta irregular plaza se localizan algunos de los edificios más notables y más bellos, como el Palacio de los Orellana-Toledo, el de los duques de San Carlos o el de los Orellana-Pizarro, todos ellos con sus escudos esquinados. Destaca en la plaza también la iglesia de San Martín, la estatua de bronce de Francisco Pizarro y los arcos de los soportales de todas las casas, tanto las más nobles como las del pueblo llano; en uno de estos soportales se encuentra la oficina de información y turismo. La plaza se cierra al tráfico los fines de semana para que todo el mundo pueda disfrutar de este bello rincón.
Desde la plaza se puede comenzar el recorrido por la antigua ciudadela, cuyas calles empinadas, palacios, plazuelas, almenas, arcos y callejones nos trasladarán a otra época.
Podemos entrar a la antigua ciudadela amurallada por la puerta de Santiago, dejando a su izquierda el impresionante edificio de el alcázar de Luis Chávez el viejo. La iglesia de Santiago merece una visita; hoy en día su interior se ha convertido en un museo en el que podemos comprender un poco mejor la historia de Trujillo y su importancia en Extremadura, y donde además podemos contemplar la sacristía y la antigua casa del sacristán, y subir al campanario desde donde podremos obtener unas magníficas vistas del castillo y de la Plaza Mayor.
Si continuamos el recorrido hacia el castillo nos encontraremos con la iglesia de Santa María la Mayor, en cuyos alrededores se encuentran los edificios más notables y más característicos de la villa. De esta iglesia destacan sobre todo sus dos torres, la del campanario y la torre Julia, una torre románica visible casi desde cualquier punto de la ciudad.
Muy cerca de Santa María, en nuestra ascensión hacia el castillo, nos encontramos con la casa-museo de Pizarro, una reconstrucción en la planta baja de lo que debía ser la vivienda de un caballero de la época y en la planta superior un museo dedicado a la vida y descubrimientos de Pizarro.
Llegamos por fin ante el castillo, de origen árabe y situado en la parte más alta de la ciudad. Traspasados sus anchos muros podremos contemplar el patio de armas, subir a cualquiera de sus torres y pasear por las murallas disfrutando de unas inigualables vistas de Trujillo y sus alrededores. En la antigua torre del homenaje, en la que se dice que estuvo encerrada Juana la Beltraneja, encontramos hoy una capilla dedicada a la Virgen de la Victoria, patrona de Trujillo, cuya imagen, desde la parte superior, vela por sus ciudadanos.
Desde el castillo podemos bajar ahora por la puerta de las Palomas, desde donde podemos admirar las murallas. Recorrer las calles de Naranjos, Cambrones, Alberca, Altamirano... nos permitirá admirar algunos de los edificios civiles más bellos y mejor conservados de Trujillo y empaparnos de todo el espíritu Trujillano.
La buena conservación de Trujillo se debe, en parte, a la caza y las grandes fortunas de nuestro país. Muy cerca de Trujillo se encuentran las Villuercas y el Parque Natural de Monfragüe, con espaciosos cotos de caza mayor en los que abundan los venados, jabalíes y otras piezas que atraen a cazadores de todo el mundo; de hecho, en el mes de Octubre no es extraña la presencia por estos lares de Ernesto de Hannover y Carolina de Mónaco, de Collin Powell, o de algunos exministros del P.P.
Los anchos muros de las antiguas mansiones solariegas y palacios trujillanos son hoy en día las herméticas segundas residencias de muchos prohombres de las finanzas, la política y la cultura española, en las que las reuniones sociales tras una jornada cinegética son habituales.
Casi todo el mundo cuando visita Trujillo suele comer en los alrededores de la Plaza Mayor, yo recomiendo un pequeño restaurante en el casco antiguo, en la calle Cambrones, Restaurante la Alberca, cuyas especialidades de carne de caza a la brasa no se pueden dejar pasar, así como su mousse de queso. Además, si el dueño está de buen humor, por el mismo precio puedes escuchar historias interesantísimas sobre la ciudad y sus habitantes.
La oferta hotelera de Trujillo y sus alrededores es amplia. Si buscas paz, comodidad y un edificio histórico, puedes inclinarte por el Parador, un establecimiento de 4 estrellas emplazado en un antiguo convento; cargado de historia y totalmente céntrico está el NH Palacio de Santa Marta, en la calle Ballesteros, dando a la Plaza Mayor; si prefieres un lugar más tranquilo, en el entro del casco viejo, la Posada dos Orillas http://www.dos,un establecimiento de 4 estrellas con mucho encanto.
Si quieres algo más económico también lo hay, en cualquier caso te recomiendo que visites su página web www.trujillo.es donde podrás informarte más ampliamente.

Guadalupe


Desde Trujillo te propongo viajar a Guadalupe contemplando el maravilloso paisaje de las Villuercas, que en otoño muestra una amplia gama de colores, desde los ocres a los rojos pasando por los verdes más intensos.
Y en medio de esta explosión cromática aparece el monumental Monasterio de Guadalupe, rodeado de montes y flanqueado por pequeñas viviendas que conforman la Puebla de Guadalupe
Una recomendación especial: procura ir a Guadalupe cualquier día de la semana excepto los domingos. Los domingos el municipio se llena de autobuses y particulares de todos los rincones, y pasear por Guadalupe se hace complicado; si puedes evitar el domingo, mejor, y, sino, procura realizar la visita al monasterio a primera hora de la tarde.
Antes de entrar en el Monasterio recorre sus calles estrechas y empinadas, contempla sus casas, con soportales y cuyos muros, como en la judería de Hervás, se cubren con tejas; si no fuera por los coches, pensarías que has viajado al pasado.
También merece la pena una visita al Parador, frente al Monasterio, en el que destaca su patio de los naranjos. Por supuesto, si decides hacer noche en Guadalupe, alojarte en el Parador es una magnifica opción.
Pero el motivo principal de la visita es el Monasterio de Guadalupe. Frente a tí se yergue majestuoso un convento con reminiscencias de fortaleza en cuya portada se mezclan todos los estilos. La torre en la que se halla el reloj recuerda a la torre de la plaza de la Signoria de Florencia, con sus almenas, sus pequeñas ventanas y su matacán. Y, junto a estas sobrias torres se abren las puertas góticas de la basílica, con sus arcos y sus pináculos, invitándote a entrar en una iglesia en la que conviven elementos góticos con otros barrocos, destacando tras la reja un elevado retablo dorado en cuya parte superior se exhibe la virgen negra, la Virgen de Guadalupe.
A la izquierda de la iglesia se accede al monasterio y sus museos. Las visitas son guiadas y conformadas por grupos de 20 personas.
Una vez que se accede al recinto del monasterio y entremos en el claustro mudéjar, el bullicio queda atrás. En este claustro se respira paz, equilibrio, armonía y belleza. En el centro del claustro destaca un templete mudéjar, cuyo única función es ornamental, que llama la atención por su belleza y la delicadeza de sus formas. Las paredes del claustro están cubiertas con cuadros que relatan la historia del vaquero que halló a la virgen y los milagros que esta obró. Alrededor del claustro se abren diferentes salas que hoy en día están abiertas al público como museos: el museo de bordados, en el antiguo refectorio, el museo de pinturas y esculturas antiguas, destacando un gran crucifijo realizado con una única pieza de marfil, y el museo de libros miniados.
Desde el claustro se accede a la sacristía, una de las joyas de este edificio. En sus paredes cuelgan numerosos cuadros de gran tamaño de Zurbarán que jamás han abandonado estos muros, obras sobre la vida de San Jerónimo. Las paredes y las bóvedas de la sacristía están además completamente pintadas con dibujos de flores lo que hace el conjunto aún más espectacular. Al fondo de la sacristía se encuentra la capilla de San Jerónimo, adornada también con cuadros de Zurbarán, y con el gran fanal de Lepanto, en el que pueden verse incluso los agujeros de las balas.
La visita de esta sacristía no deja indiferente a nadie.
El recorrido continúa visitando el Tesoro de Guadalupe, donde pueden verse todo tipo de joyas, coronas, espejos venecianos y relicarios con los restos de mártires y santos.
Continuamos la ascensión y llegamos al Camarín de la Virgen, una sala barroca que llega a marear por su profusa decoración, desde la que se accede a la parte posterior del retablo de la iglesia y desde donde puede contemplarse la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe.
También merece la pena visitar el coro y fijarse en la sillería y en su órgano.
Y, una vez terminada la visita, hay que reponer fuerzas. En los alrededores del monasterio hay numerosos restaurantes, pero muy poca variedad; además, unos y otros intentarán convenceros de que comáis en sus establecimientos. Como digo, los menús son muy similares y los precios también, así que lo dejo a libre elección.
Si aún os queda tiempo, acercaros a contemplar la naturaleza, los paisajes que rodean a Guadalupe merecen la pena, pero procurad que la noche no se os eche encima, porque la comarca de las Villuercas no destaca por su densidad de población precisamente. Posted by Picasa

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