El personaje de mi anécdota, completamente real, se convirtió sin querer en uno de aquellos emigrantes. El no tenía ninguna intención de serlo, de hecho, había desarrollado una prometedora carrera en España como crítico taurino, y sus crónicas eran publicadas en varios diarios del país. Durante la temporada se dedicaba a seguir a los toreros de plaza en plaza por toda la piel de toro, viajando en tren o en los autobuses conocidos como "correos".
Pensamientos, reflexiones, ideas,viajes, noticias, fotografías y pequeños relatos de la bulliciosa cabeza de Isabel Esperanza.
UN LUGAR PARA SOÑAR
sábado, diciembre 29, 2007
Emigrante por miedo
Visiones artísticas
Me estoy refiriendo a dos pintores muy distintos, el maestro Sorolla y Michele del Campo, del que creo que ya he hablado en alguna ocasión en el blog.
Sorolla. Visión de España
La exposición que actualmente puede verse en Valencia, en el edificio de Bancaja, son los murales que el pintor valenciano pintó por encargo para la Hispanic Society, una oportunidad única de contemplar estas pinturas. Es un recorrido tópico por una España decimonónica, aunque ya se pintaron en el siglo XX, y aunque Sorolla evitó tratar temas más folclóricos y retrató también temas sociales, como la pesca del atún de Ayamonte, o el pescado de Cataluña, puede hacerse un recorrido por la piel de toro en la que se destacará lo más "castizo" de cada zona.
En cada uno de los murales el maestro de la luz ha sabido plasmar el color de sus cielos de una manera diferente; los luminosos azules de Cataluña, Valencia y Elche; el cielo casi invernal del montaje mesetario de Castilla y la fiesta del pan; los grises de Guipúzcoa; el primaveral que se cuela entre las hojas en Galicia y la luminosidad que casi daña al espectador en Andalucia, especialmente en la última tela que pintó, Ayamonte, la pesca del atún, donde el reflejo del sol en el mar es tan realista que llega a dar la impresión de cegar.
No se puede destacar un sólo cuadro en concreto, pero, si tuviera que hacerlo me quedaría con Ayamonte, La pesca del atún, último cuadro de la serie, y, seguramente también último cuadro que terminaría Sorolla. En él la luz, el movimiento, el realismo, el esfuerzo son notorios. Es un cuadro lleno de realismo y a la vez de impresionismo, con pinceladas más largas, menos acabadas en el detalle pero que transmiten toda la esencia de la pintura de Sorolla.
La exposición podrá visitarse durante casi todo el año 2008 en Valencia, y posteriormente viajará a Madrid, Barcelona y Bilbao.
A Michele tal vez todavía no se le pueda considerar un maestro, pero todo se andará. Llevo siguiendo a Michele y su obra varios años, desde que coincidió estudiando en Dundee, Escocia, con mi hermana Azucena, y he notado a lo largo de estos años una evolución en él que me encanta y que presagia un gran futuro.
Michele es el pintor de lo cotidiano. Sus grandes lienzos plasman momentos únicos, pero que vemos a diario en nuestras calles, en nuestras playas. Su técnica se ha ido depurando cada vez más consiguiendo imágenes hiper realistas en las que destaca un colorido alegre y vivaz y una luz única, una luz Mediterránea, por mucho que ahora pinte desde su estudio de Madrid, la luz de su Italia y de Valencia siguen estando presentes en sus grandes murales.
Mucho ha evolucionado desde que pintara sus primeras obras desde una perspectiva con la altura casi de un niño, evitando las caras de sus anónimos modelos. Ahora su obra está plagada de rostros, a veces anónimos, a veces inventados, siempre juveniles y alegres, y los pequeños detalles y los fondos son cada vez más realistas. En esta última exposición los fondos de calles con grafittis cobran más protagonismo que las deliciosas tiendas que pudimos ver en la anterior, y su obra se ha vuelto más urbana, apenas aparecen playas, aunque hay un cuadro que plasma perfectamente las dunas de la playa del Saler.
La exposición puede verse en la Galería de Jorge Alcolea, C/ Claudio Coello 28 de Madrid, hasta el próximo día 10 de Enero y, si podéis, es algo que no deberíais perderos.
PD.:Si alguien quiere hacerme un buen regalo de Reyes, las paredes de mi casa admiten cualquiera de los cuadros de Michele.
jueves, diciembre 20, 2007
como me transformo en Susan Sarandon
miércoles, diciembre 19, 2007
Pasadas por agua (... por fin sol)
La Navidad ya no es lo que era
miércoles, diciembre 05, 2007
Como elegir un buen amante
lunes, diciembre 03, 2007
Pasadas por agua (LA P... GOTA FRIA SIGUE)
Sábado por la mañana. Los despertadores han sonado y corremos como locas a la balconada a ver el cielo. Ha dejado de llover, Valencia está mojada, gris, húmeda y oscura, pero nos conformamos, y tenemos esperanza de que la lluvia sea ya un recuerdo pasajero y el sol pueda abrirse camino en un día tan gris como este.
Desayunamos abundantemente para coger fuerzas ante el largo y completo día que nos espera. La primera parada va a ser, como no, la playa, y, para ir bien equipadas hay que llevar los biquinis puestos. ¡Optimistas! Como no me lo creo soy la única que sal de casa sin él.
Paseamos por las cubiertas de las plantas del edificio, disfrutamos de las vistas, nos hacemos fotos y el cielo sigue de un amenazador gris. Teresa no para de insistir con que ella quiere ir a la playa, y parece que de nada le sirve que le diga que está a escasos 100 metros de ella, e Isabel repite casi una docena de veces que hay que ir a buscar un restaurante para reservar una paella, y yo no me canso de decirle lo mismo que a Teresa, ¡ van a acabar con mis nervios y mi paciencia!
El chaparrón (es un decir, aquello fue bastante más que un chaparrón) cesó y por unos minutos un pequeño rayo de sol apareció en el cielo, momento que aprovechamos para dirigirnos a la playa. Teresa salió corriendo, como si estuviera poseída por una fuerza invisible, y las demás le seguimos. Después de encargar una paella de bogavante en uno de los muchos restaurantes de Neptuno, nos dirigimos nuevamente a la playa, y tuvimos la osadía de pasear por la orilla y meternos hasta la pantorrilla. Bueno, hubo alguien a quien si no frenamos se nos mete de cabeza....
Para bajar el arroz y hacer una buena digestión , nada como pasear por la orilla de la playa, viendo los destrozos que la lluvia había ocasionado la noche anterior, corretear un poco por la arena, jugar entre las barcas y pasear por el paseo marítimo. El cielo nos había dado un armisticio y había que aprovecharlo. Y, para finalizar la tarde, nada mejor que visitar el centro de la ciudad, moviéndonos para ellos en un medio de transporte tan evocador y mítico como el tranvía (aunque ahora es tan moderno como la mejor red de metro). Así que cuando comenzaba otra vez a llover hicimos nuestro particular viaje en "tranvía desde la Malvarrosa".
No voy a decir que la imagen no fuera bella, pero le faltaba la intensa luz con la que el cielo valenciano suele iluminar esta plaza donde se mezclan estilos arquitectónicos, formas variadas, lo civil con lo eclesiástico, el ocio y la devoción.
No había muchas ganas de posar ante la fuente de Neptuno y las acequias de la Albufera, así que decidimos hacer visita cultural y,de paso refugiarnos de la lluvia, entrando en la catedral. Lo malo que tiene una visita a la catedral en sábado es que es habitual encontrarte con unas cuantas bodas de alto postín, entre las que destacábamos, y no precisamente por la elegancia de nuestros modelos, o que incluso te topes con alguna conocida que se extrañe de verte en tal lugar y más con esas pintas... pero en mí, es algo habitual.
Terminada la visita cultural, y habiendo hecho un buen escudriñaje de los modelos de las novias y los asistentes a las bodas, llegó la hora de la merienda, y ¿qué mejor que llevar a un grupo de golosas a Santa Catalina a tomar un chocolate o una buena horchata con fartons?. Desde luego, he de reconocer que esa tarde Isabel estaba un poco espesa; mientras todas las demás nos decidimos por la clásica y tradicional horchata ella se decidió por un chocolate, eso sí, acompañado por dos o tres fartons rellenos de crema. Como el chocolate no terminó de gustarle, para pasar el mal trago, decidió hacerlo acompañada de otros dos fartons, eso sí, esta vez sin relleno. ¡ Y el tipazo que tiene la condenada con el hambre que pasamos las demás!
A todo esto, y que nadie se confunda, seguía lloviendo, aunque con menos intensidad. Seguir visitando el centro de la ciudad con la humedad que rezumaban nuestros cuerpos no nos parecía una buena idea, además estábamos cansadas.
Aún tuvimos ganas de subir hasta la Plaza del Ayuntamiento, hacer compras para la cena y cargarnos con un poco de agua de Valencia para animarnos la noche... quién nos iba a decir que iba a dar para tanto.
Llegamos al apartamento muertas de cansancio. Unas buenas duchas (con escasez de toallas) nos hicieron entrar en calor. Preparamos una cena ligera y, después hacer recolección de toda nuestra medicación, y una competición de quién era la más dopada, (no voy a decir quién ganó por goleada), nos relajamos tomándonos una copita de agua de Valencia. La idea era acostarnos pronto, pero, ya se sabe, el alcohol suelta la lengua y terminamos por crear el grupo de resistencia. Algún día os contaré en qué consiste y las conspiraciones que descubrimos. Sólo puedo contaros que descubrimos que hasta el agua embotellada está manipulada (El agua Pascual para los que lo hacen poco y mal, y la Bezolla para alargar la ....) En fin, el grupo de la resistencia está ya en marcha, pero eso es otra historia.
Cruzando el Estrecho de Gibraltar
Hace unas semanas os hablé de mi hermano Apolo, de su determinación para llevar a cabo todo lo que se propone, y de su última odisea, el cruce del Estrecho de Gibraltar a nado. Por fin tengo las imágenes, y aquí las pongo para tod@s.
¡ Qué las disfrutéis!
Si por motivos técnicos, totalmente ajenos a mí, no pudierais verlo correctamente, pinchad esta dirección http://es.youtube.com/watch?v=cYBYxhXsSpU
martes, octubre 30, 2007
La conspiración Z
- Adolfo Suárez González
- Felipe González Márquez
- JoséMª Aznar López
- José Luis Rodríguez Zapatero.
Ya, ya sé que me vas a decir que hubo otro presidente, Leopoldo Calvo Sotelo, y que no tenía Z, pero es que Calvo Sotelo no fue electo, y cuando se presentó a unas elecciones perdió estrepitosamente ante Felipe González.
¿Casualidad? Puede ser, yo no voy a decir que no, pero llamándote Mariano Rajoy Brey a no ser que de la Z saltemos hacia atrás a la Y, lo tiene muy difícil. Por si acaso, yo empezaría a buscar en el PP candidatos a la presidencia con Z: Esperanza Aguirre la lleva en el nombre, y eso pesa mucho, y, le pese a quien le pese Alberto Ruíz Gallardón Jiménez, es el candidato con más posibilidades y dos Z.
Lo bueno que tiene esta teoría es que a su vez también sabemos que Josep LLuís Carod Rovira, Iñaki Anasagasti Olabeaga, Anxo Quintana, y otros muchos, no tienen nada que hacer en las próximas elecciones.
Por cierto, un dato más que apoya mi teoría del poder de la Z: en un país en el que la monarquía empieza a entrar en crisis, un país que se define más juancarlista que monárquico, el heredero al trono elige como compañera a Letizia (con z) Ortiz, dos z; tal vez con esto se garanticen ocupar el trono el día de mañana...
domingo, octubre 14, 2007
Pasadas por agua (LA P... GOTA FRIA)
La cosa empezó a desviarse un poco cuando a 4 días para la partida aún nos faltaba por confirmar la asistencia de un par de personas, y con una de ellas no podíamos hacernos de ninguna de las maneras. Se ladeó un poco más cuando el hijo de una de mis amigas, a 24 horas para la partida, cae enfermo y no tiene con quién dejarle y se quebró otro poco cuando la hora de partida hubo de cambiarse a las 15:00 horas porque a última hora otra de mis amigas no pudo cambiar la hora de salida del trabajo.
A todo esto, yo he de decir que estaba ya desde hacia varios días en Valencia, disfrutando de buen tiempo, de playa y ultimando los detalles para la llegada de mis amigas.
Viernes, 19:00 horas, hora de llegada prevista. He cogido mi bolsa de fin de semana, he dejado a mi sobrino con su madre, he cerrado la casa, he hecho la compra, y cargada como una burra me dirijo a la estación de autobuses a recibir a mis amigas. Por el camino comienzan a caer algunas gotas, parece que va a llover.
Viernes, 19:50 horas, por fin llega el autobús con mis amigas. Están desatadas como quinceañeras, sólo piensan en comer golosinas. Salimos de la estación y nos ponemos en contacto con los chicos de la agencia Valencia Holiday (http://www.valencia-holiday.com/ ) y decidimos coger un autobús para dirigirnos a nuestro destino final, una casa en la misma playa de la Malvarrosa (no es que seamos tacañas, es que ningún taxi nos hubiera llevado a las 5 y a nuestro equipaje). Llueve, pero bajo la marquesina de la parada se nota menos.
Viernes, 20:05 horas, por fin en el autobús, destino la playa y un maravilloso fin de semana. Una de mis amigas se acuerda de aquella a la que hemos excluido, y con sorpresa comprueba que le ha llamado. Otra de mis amigas se pone en contacto con su casa y descubre que a ella también le ha llamado. Empieza a cundir el pánico y las más variopintas excusas.
Viernes, 20:55 horas, hemos llegado a nuestro destino. Tan sólo unos metros y un descampado nos separan de nuestra casa en la playa. Está lloviendo con ganas, Pepi , que el día anterior se ha hecho un esguince, va un poco dolorida, pero hay que apretar el paso si no queremos empaparnos. Por cierto, el descampado está embarrado, hay quien lleva tacones, todas vamos cargadas, y las ruedas de las maletas no avanzan por la charca.
Viernes, 21:00 horas, hemos llegado a la dirección indicada. Tocamos el timbre con insistencia, pues los chicos de la agencia deben estar dentro esperándonos. No hay respuesta. La lluvia sigue cayendo, y sólo tenemos en ese momento un paraguas para 5. Llamamos por teléfono a Javier, nuestro contacto con la agencia, pero no hay manera de localizarle. Empiezan las bromas, el nerviosismo, y sobre todo, sigue la lluvia.
Alguien ha visto luces en el piso superior, aporreo la puerta, pero no hay respuesta. A voz en grito y aporreando la puerta conseguimos llamar la atención, y conseguimos que nos abran. ¡Por fin en casa!
Viernes, 21:45 horas, nos hemos despedido de los chicos de la agencia y hemos tomado posesión de la casa. Tenemos a nuestra disposición una primera planta en la que tenemos una habitación con una cama de matrimonio, una especie de salita, un salón, un baño completo, una cocina grande con un gran comedor y una terraza, y una segunda planta con una amplísima habitación diáfana, en la que hemos hecho que nos coloquen las 5 camas, y una terraza con vistas a la playa. No tenemos vecinos a los lados, ni enfrente, por lo que podemos hacer todo el ruido que deseemos. La casa, algo antigua, nos descubre una gran cantidad de secretos guardados en sus armarios, repisas, muebles y recovecos...
Paseamos en busca de un restaurante y un intenso olor a gambón a la plancha nos inunda; sale de una casa particular; se nos hace la boca agua y avanzamos rápido, pero para mi sorpresa “La otra vuelta”, el restaurante en el que pensabamos cenar, está cerrado, al igual que la pizzería que había a su lado. Montaña sugiere alguno de los restaurantes que están en pleno paseo marítimo, un poco más adelante, y allá que nos vamos. Empieza de nuevo a llover, y a la altura de nuestra casa, el agua cae ya de tal manera que parece un diluvio. Decidimos cenar en casa con lo que hemos comprado, aunque no tenemos aceite. Menos de 200 metros nos separan de la casa, pero llueve con tal fuerza que nos estamos empapando, y no hay ningún sitio donde guarecerse mínimamente. Yo sólo veo la casa cuartel de la Guardia Civil a 50 metros, pero, por suerte, Teresa, algo más despierta que yo, ve abierto un restaurante justo enfrente de nuestra casa y allí que nos dirigimos.
Realmente, no llevamos pintas para cenar en el restaurante. Yo podría exprimir mi cazadora totalmente regada y no obtendría menos de un par de litros de agua; las perneras de los pantalones de color crudo de Isabel y Montaña están empapadas y salpicadas de barro y arena, y sus cabezas gotean al igual que la mía; Pepi va cubierta con un chubasquero de color amarillo intenso, y entre los vaqueros mojados y su esguince ya no puede dar un paso, y Teresa, cubierta también con un ligero chubasquero azul, va calada hasta los huesos y chorreando por todas partes. Otra vez Teresa demuestra su lucidez al dirigirse al ventanal de la cocina del restaurante para pedir un poco de aceite. No tenemos ni donde llevarlo, pero finalmente nos dan un poco en una botellita de agua, suficiente para poder cenar.
Con el preciado líquido dorado en nuestro poder corremos a la casa esquivando charcos, cuando a Pepi se le antojan patatas fritas. Teresa y yo corremos a abrir la puerta y ponernos a salvo del agua, mientras Montaña y Pepi se quedan ante el ventanal de la cocina pugnando por unas patatas fritas y una barra de pan. Les cuesta más que el aceite, pero finalmente lo consiguen. Ya estamos todas a salvo en casa.
Viernes, 23:30 horas, a cubierto de la lluvia, secas, vestidas con nuestro pijamas y después de haber deshecho nuestro equipaje, cenamos una opípara cena alta en colesterol a base de patatas fritas, huevos fritos, salchichas, san jacobos, pan recién hecho y yogures, amenizada con una charla medianamente escatológica. Desde las terrazas vemos como cae la intensa lluvia como una cortina densa, no llueve, no, jarrea, pero no nos importa, tenemos las endorfinas altas y el buen humor se ha apoderado de todas nosotras. Mientras Teresa, con sus manos mágicas trata el esguince de Pepi, Montaña rebusca por la casa hasta que encuentra una sombrilla, una tabla, un cubo y una pala. Aún pensamos en salir a remojarnos un rato en la playa. Nos reímos, bromeamos, bailamos... estamos de escapada en la playa.
Viernes, 23:55 horas, hemos tenido que recoger en varias ocasiones el agua de la cocina que se cuela por la puerta de la terraza y hemos puesto dos toallas contra la puerta para impedir el paso del agua, aunque mitigan poco la invasión. De pronto, Pepi da la voz de alarma: en la habitación de la primera planta se ha abierto una raja en el techo que está goteando y ha mojado toda la ropa que habíamos colocado sobre la cama para que se extendiera. No encontramos una palangana o un barreño. Montaña vacía uno de los cajones y lo coloca sobre la cama para recoger la gotera. Subimos a la planta alta, y allí comprobamos que no hay goteras, pero que a través de una de las ventanas, cerrada, el agua se ha abierto paso y hay un gran charco ya en el suelo.
Recogemos el agua. Encontramos también un pequeño charco en el salón, pero creemos que es el agua que han escurrido los chubasqueros. Revisamos todo, y comprobamos que la cocina, pese a las toallas y pese a todo, empieza a parecerse a una laguna. Decidimos llamar a Javier para comunicarle el estado de la casa y que nos ofrezca una solución. Por el ruido que se oye al otro lado del teléfono, descubro que está de copas. No parece muy preocupado.
Nuestra indignación va creciendo por minutos. Yo empiezo a perder los nervios. Una nueva brecha se ha abierto en el techo de la habitación de la primera planta. Ya no es una pequeña gotera, son dos grandes rajas por las que el agua cae como de una regadera, sin parar; la mitad del techo de la habitación se ha oscurecido por la humedad y amenaza.
Sábado, 00:15 horas, Javier se pone en contacto con migo para saber qué está pasando. Le explicamos la situación y nos dice que en unos minutos vendrán a verlo. No parece muy alterado, pero nosotras sí lo estamos. Cada vez llueve con más intensidad y el agua sigue penetrando por todos los rincones en la casa.
Sábado, 00:25 horas, Javier y su compañero llegan a la casa. El timbre sigue sin funcionar y además yo no soy capaz de abrir la puerta de acceso a la calle, menos mal que cuento con la inestimable ayuda de Teresa. Al abrir la puerta comprobamos que la calzada es un gran charco y que la intensa lluvia no permite distinguir nada a más de 10 metros. Recibimos a nuestros caseros en pijama, nerviosas, y un poco asustadas al comprobar que el agua sigue avanzando en la habitación y que ya cae con intensidad a través de la lámpara.
Con ellos descubrimos una nueva gotera en el salón. Deciden que nos van a desalojar de allí y que van a proporcionarnos un nuevo hospedaje, y nos dan a elegir entre dos apartamentos en el mismo edificio en la playa de la Patacona, o un apartamento de lujo en la Torre de Francia, frente al Parque de las Artes y las Ciencias de Valencia. Nos vamos vistiendo a toda prisa, temiendo que el agua haga un cortacircuito o que se hunda el techo del dormitorio. Mientras ellos se marchan a comprobar la disponibilidad de los apartamentos y a acondicionarlos para nuestro realojo, nosotras nos quedamos recogiendo nuestros enseres batiendo todos los récords, preparándonos para trasladarnos y decidiendo que la mejor opción son los apartamentos en la Patacona. Por cierto, mientras soportamos la tensa espera Isabel se hace con un par de rollos de papel higiénico que guarda entre su equipaje, y que en el futuro nos serán muy útiles,y Montaña y Teresa con un par de libros.
Recibimos una nueva llamada de Javier. Las carreteras están inundadas, no se puede acceder a la Patacona y nos van a instalar en un apartamento de la Torre de Francia. Nos mandan un par de taxis para que nos recojan y nos lleven al nuevo destino. Teresa empieza a decir que no es lo mismo y no va a parar fácilmente con la cantinela.
Sábado, 01:00 horas, Teresa, que se ha quedado escaleras abajo, en la puerta, avisa de que ha llegado el primer taxi. Decidimos que sean Pepi e Isabel las que salgan en primer lugar, mientras nosotras tres nos quedamos a la espera del siguiente vehículo. Comprobamos con cierto estupor que pese a la intensa lluvia el taxista no se baja del vehículo para abrir la puerta del maletero y que son Isabel y Pepi las que se han de hacer cargo de meter su equipaje en el maletero.
Sábado, 01:15 horas, llega el segundo taxi seguido de cerca por el coche de nuestros arrendatarios. Cortamos la luz y cerramos la puerta. Mi teléfono empieza a sonar con desesperación, pero no soy capaz de encontrarlo mientras guardo mi bolsa de viaje y me acomodo en el asiento delantero del taxi. El taxista nos pregunta la dirección, nos miramos sorprendidas y, como por arte de magia el coche de los chicos de Valencia Holiday se pone a nuestra altura y le pide al taxista que le siga. Mi móvil sigue sonando. Consigo encontrarlo: es Pepi, el taxista, que es bastante borde, no conoce la dirección a la que debe dirigirse y amenaza con hacerlas bajar del taxi y cobrarles la carrera. Le doy la dirección y les emplazo a vernos en el edificio de la Torre de Francia donde los chicos de la agencia se harán cargo de la carrera.
Sábado, 01:25 horas, las calles están inundadas; la calle de Juan Verdeguer y la calle de la Estación están cortadas, de manera que no podemos acceder a la Avenida de Francia por el camino ordinario; seguimos por el camino de las Moreras, pero a cierta altura también está cortado y no tenemos más remedio que adentrarnos en Nazaret, donde nuestros caseros se hallan perdidos y han de seguir al taxi. Callejeando por Nazaret, buscando calles accesibles terminamos dando un tremendo rodeo a Valencia, cruzando por el nuevo cauce del río hasta aparecer por fin en el puente de Monteolivete , desde donde vislumbramos el edificio, no en vano es el más alto de la ciudad. En ese momento nuestros arrendatarios nos adelantan a toda velocidad y se saltan los semáforos de dos cruces y una glorieta. Seguía lloviendo cuando por fin llegamos y descendimos del taxi, pero nuestra sorpresa fue ver que Isabel y Pepi aún no habían llegado.
Sábado, 01:55 horas, con los nervios de punta por la carrera alocada que hemos realizado y sin la aparición aún de Pepi e Isabel, nos recibe el portero del edificio. Llamo a Pepi y me confirma que están llegando. Javier sale a pagar al taxista y a recoger los enseres de mis amigas. Estamos todos fatigados, empapados y con unas pintas un poco extrañas, no hay más que mirar a la habitualmente elegante Isabel, vestida con un chandal naranja y zapatos de medio tacón o a Pepi cubierta con el chubasquero amarillo. El portero flipa tanto con nosotros que cuando nos ve dirigirnos al ascensor nos recuerda que no cabemos los 7 en un solo elevador.
Por fin hemos llegado a nuestro nuevo hogar. No hay toallas ni papel higiénico, y sigue lloviendo, aunque en la 8ª planta no corremos peligro. Enviamos a Javier y a su compañero a por toallas, papel higiénico y algo para beber que nos haga la noche un poco más relajada, mientras Teresa no para de decir que no es lo mismo y Montaña la secunda. Aún hay que hacer el reparto de habitaciones, deshacer el equipaje y poner la ropa mojada a secar.
Sábado, 02:20 horas, los chicos han aparecido con una botella de coca-cola, un paquete de papel higiénico y un par de toallas. Sigue lloviendo, nos quedamos charlando un rato mientras nos relajamos antes de irnos a dormir. Mañana será otro largo día, pero eso será otra historia.
jueves, octubre 11, 2007
Acoso
jueves, octubre 04, 2007
Otoño, lluvia y depresión
domingo, septiembre 30, 2007
Los tontos más listos
miércoles, septiembre 26, 2007
Las noticias de mi semana
La lluvia llegó
sábado, septiembre 15, 2007
Las noticias de mi semana
En nuestro país también tenemos nuestros desaparecidos. Las familias de los pescadores desaparecidos en el naufragio del Nueva Pepita Aurora se han echado a la calle para protestar por la ineficacia y lentitud, después de una semana, del sistema del rescate, y esperan con impaciencia el momento de poder despedirse por fin de sus seres queridos. Mientras en Jaén se buscan los cuerpos de dos desaparecidos como consecuencia de una riada.
En España es cierto el dicho que nunca llueve a gusto de todos; en menos de cuatro horas una gota fría inundó numerosas poblaciones de Jaén, Murcia, Albacete, Alicante y Valencia. En algunos lugares, durante el temporal cayó más agua de la que se registra en condiciones normales en todo un año. Y, esta vez, por desgracia, además de las pérdidas materiales, hay que lamentar 3 víctimas mortales.
Sin salir de nuestro país, otras noticias acaparan titulares, en especial en política. No voy a hacer comentario alguno sobre la quema de la fotografía de los Reyes por parte de un grupo de radicales en Cataluña, pero no puedo reprimirme ante las noticias de discrepancias entre los proyectos de diferentes ministerios y el de Economía. Sigo pensando que en el gobierno del señor Zapatero, si alguien tiene la cabeza bien puesta, y los pies en la tierra, uno de ellos es el señor Solbes, que últimamente tiene que luchar contra todo y contra todos, y, al que al final, incluso desautoriza el Presidente. Sinceramente, me parece más honesta y creíble la postura de Solbes que la de Zapatero y el resto de sus ministros, que no sé si nos intentan engañar, o realmente se creen sus propuestas.
Y, hablando de economía... "cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar".
En Inglaterra el quinto banco de la nación ha entrado en crisis, sus acciones han caído en más de un 30% y los clientes hacen colas para retirar sus ahorros de la entidad; incluso el Banco de Inglaterra excepcionalmente ha tenido que echar mano de sus reservas para ayudar al Nothern Bank, un banco especialista en préstamos hipotecarios. La crisis de Estados Unidos ya ha saltado a Inglaterra, ¿deberíamos tomar alguna medida en España?
Es hora de relajarnos un poco con temas un poco menos serios, hablemos de deportes. Mientras en fútbol la selección española sigue haciendo el ridículo, la de Baloncesto nos anima venciendo y convenciendo. Cuando escribo esto estamos a punto de llegar a la semifinal del Europeo, y da gusto ver jugar a un equipo tan bien compenetrado y con tantas ganas. Nada que ver con la selección española de fútbol y, especialmente con Luis Aragonés, un tipo malhumorado y siempre agriado, que ahora ha decidido no volver a dar una rueda de prensa, y que tampoco permite a los seguidores del equipo que vean los entrenamientos. Habría que recordarle al señor Aragonés que hace mucho tiempo prometió que si no cumplía dimitiría: entonces no cumplió y ahora tampoco. Pero, en este país nunca cambia nada, y menos en la Federación de Fútbol, donde cuando se accede a un puesto no se abandona por nada del mundo.
Y, mientras, la guerra del fútbol sigue en televisión: la Sexta y Sogecable siguen sin llegar a un acuerdo, por lo que seguirá el baile de partidos y el espectador no sabrá hasta unos minutos antes qué partido va a ver ese día. Vamos, lo normal en televisión, donde el cambio de programación es una constante y donde la saturación publicitaria llega a cotas cada vez mayores. Veremos las sorpresas que a partir de la próxima semana nos depara la nueva programación.
viernes, septiembre 14, 2007
Cuentos de colores: Azul
Protegida en mi pequeño refugio intento olvidar, sin éxito alguno, porque todo me recuerda a ti; sé que esta última ola que me ha salpicado viene desde el otro lado, y me pregunto si no habrá jugado antes contigo; los rayos de sol que doran mi piel son los mismos que a cientos de kilómetros de aquí te están iluminando a ti; pienso que esta brisa con olor a yodo antes te habrá refrescado a ti, y no puedo dejar de recordar los momentos que pasamos juntos, al otro lado de ese horizonte azul, abrazados en la arena, contemplando este mar mientras nos amábamos.
Está atardeciendo. El sol va en tu búsqueda y posa sus últimos rayos, como suaves besos, sobre la superficie de nuestro mar, y las nubes, celosas, se tiñen de un color carmesí haciendo de esta puesta de sol un espectáculo único y maravilloso, y yo no puedo dejar de pensar que tal vez tú estés contemplando esta misma visión crepuscular y estés recordando los ocasos que contemplamos juntos mientras vivimos nuestros días de amor.
Otro día más la noche ha llegado; la luna, tan solitaria como yo, brilla en el cielo y se refleja plateada en el agua; seguro que tú también la estás viendo. A lo lejos, en el horizonte pequeños puntos de luz refulgen, barcos de pescadores que tal vez se guíen por el potente foco del faro de mi isla, como tú, si un día decides venirme a buscar. He pintado la puerta y las contraventanas de un intenso añil para que desde la lejanía puedas distinguir mi refugio, aunque pocas esperanzas me quedan ya.
En mi corazón sigue viviendo tu recuerdo mientras en mi vientre crece una criatura fruto de aquellos días de pasión. Ya queda poco para poderla tener entre mis brazos, y sólo espero que tenga los ojos tan azules como su padre, tan azules como el mar que cada mañana contemplo desde mi ventana.
sábado, septiembre 08, 2007
La vida Bárbara
Desde el primer momento la simpatía de Sofía por su pupila fue notoria, y llegaron a estrechar los lazos de tal manera que la relación que existía entre ambas mujeres iba más allá de lo profesional, se podría decir que Bárbara sentía algo más que admiración por su superiora, a la que intentaba imitar en todos los aspectos, mientras que Sofía llegó a desarrollar un profundo cariño por la muchacha, a la que quería casi como a la hija que nunca tuvo, tanto que hizo lo imposible por llegar a convertirla en parte de su familia.
Durante las fechas posteriores a la muerte de Alberto, Sofía no podía dejar de evocar imágenes de un pasado común en la que la protagonista era Bárbara. Recordaba su bello rostro rebosante de inocencia el día que la entrevistó para el trabajo. Le impresionaron desde el primer momento sus delicados modales y su exquisita educación, la mirada franca y directa, la manera en que se sentó, cruzando las piernas elegantemente hacia la derecha a la altura de los tobillos, su tono de voz suave al tiempo que firme y el entusiasmo con el que le enseñó y explicó algunos de los bocetos que portaba.
A veces, a su memoria llegaban imágenes de los primeros tiempos de relación laboral, cuando Bárbara parecía iluminar con su sola presencia cada rincón, cuando se ruborizaba cada vez que se elogiaba su trabajo o alguna de sus ideas, cuando cada mañana, por muy pronto que Sofía llegara, se la encontraba esperando ante los cierres de la tienda con la mejor de sus sonrisas. Añoraba aquella sensación de frescura, de aire nuevo que durante aquellos días inundó el negocio. En ocasiones, cuando cerraba los ojos volvía a vivir las largas conversaciones ante una taza de café poco antes de marchar a casa, aquellas charlas que cada vez eran más extensas e íntimas y en la que las dos se fueron abriendo lentamente. Sofía escuchaba con avidez los problemas que Bárbara tenía en la relación con sus padres y sus hermanos mayores, su desengaño amoroso y como éste había incidido en las ya de por sí malas relaciones familiares, los pequeños cotilleos, las relaciones con sus amigos, sus planes de futuro, a la vez que se permitía el darle consejos que la muchacha rápidamente ponía en práctica. A cambio, ella encontró una persona a la que poder contar sus problemas diarios, su complicada vida como empresaria, trabajadora, esposa, madre y ante todo mujer en un mundo de y para hombres. En Bárbara halló a alguien que no era sólo su confidente, demostraba ser ante todo una amiga y alguien que la admiraba, un ser al que podía aconsejar e incluso moldear. Cuando Sofía recordaba aquellos momentos sonreía… ¡Qué lejos habían quedado ahora! Sabía que aquella complicidad entre ambas mujeres no podría repetirse ya, no tenía esperanzas de que Bárbara le abriese su corazón para contarle lo que le estaba sucediendo y sabía muy bien el por qué.
Sofía había sido una mujer dedicada por entero a la familia y sobre todo a su trabajo. A lo largo de su vida había conocido a muchas personas, su carácter dicharachero y extrovertido le había procurado una extensísima agenda de conocidos, pero apenas tenía amigos. Con el paso de los años, al ir creciendo los hijos, se fue volcando cada vez más en su empresa, al tiempo que se aislaba de todo lo que no tuviera que ver con su particular universo. Con gran esfuerzo había conseguido sacar adelante sola un viejo negocio de antigüedades heredado, había logrado convertirlo en un exitoso estudio de decoración y tienda de muebles, referente de la nueva clase dirigente madrileña. De pronto, un día se dio cuenta de que estaba muy sola, ni su marido ni sus hijos conseguían ya llenar ese vacío que se había instalado en su alma, y tampoco tenía fuerzas ni ganas para reconquistar aquella parcela de su vida. Su negocio había crecido espectacularmente en detrimento de su vida personal , y fue entonces cuando decidió contratar a alguien que le ayudase en el trabajo, alguien en que poder delegar ciertas tareas con la esperanza de así encontrar un tiempo para recuperar su vida familiar. Ese alguien fue Bárbara.
Durante meses Sofía fue abriendo un hueco en su frío corazón de mujer luchadora e independiente, la tímida e insegura Bárbara había conseguido despertar en Sofía sentimientos que creía dormidos y que ni sus propios hijos le habían sabido provocar. Necesitaba su presencia, su cariño, y sobre todo esa adoración y admiración que Bárbara le transmitía en todo lo que hacía, decía y expresaba. Se había acostumbrado a la muchacha, le resultaba ya indispensable en su vida y no estaba dispuesta ni si quiera a pensar en perderla
Alrededor de la joven fue tejiendo una tela de araña en la que implicó al mediano de sus hijos, Alberto, un hombre frío, poco afectivo, pero siempre deseoso de complacer a su madre. No fue difícil organizar un encuentro casual entre ellos, deseosos como estaban ambos de conocerse tras haber oído las exageradas virtudes y méritos de uno y otro en boca de Sofía. Aquellos encuentros, siempre auspiciados por la misma persona, comenzaron a ser cada vez más frecuentes, y pronto una pequeña chispa prendió entre ambos. Sofía se llevó una gran alegría al comprobar que su estrategia había funcionado, ahora sólo tenía que avivar aquel pequeño fuego, y para ello no dudó en invitar a Nuria a pasar las vacaciones con ellos en su chalet en la costa, le fue introduciendo poco a poco en su círculo de amistades y familiares, le otorgó una pequeña participación en su empresa, y con el tiempo convenció a la pareja de la conveniencia de adquirir una propiedad conjunta en una urbanización a las afueras de Madrid, relativamente cercana a su residencia, e incluso, con astucia maquiavélica, consiguió que un desmotivado Alberto se declarase. Para aquel entonces Sofía ya sabía que Bárbara estaba suficientemente implicada en la familia y deslumbrada ante la posición y las comodidades que la vida junto a Alberto le ofrecían como para negarse a aquella proposición. En aquellos tiempos únicamente hubo un detalle que no satisfizo plenamente a Sofía: la fecha del enlace se pospuso hasta que las obras de la vivienda estuviesen completamente terminadas, casi dos años.
Sofía recordaba ahora como en aquel tiempo la actitud de Bárbara fue cambiando. Su entusiasmo ante todo fue descendiendo, ya no se sorprendía con cualquier detalle, se volvió más retraída, más fría, más interesada, menos comunicativa. Había logrado ganar una hija, pero a cambio estaba perdiendo su amistad.
A medida que la fecha de la boda se iba acercando, la relación entre ambas mujeres iba enfriándose. Aparentemente, nada había cambiado, Sofía le ayudó en la elección del traje, la confección del menú, la lista de invitados y todos los pequeños detalles que rodeaban al gran evento, sin embargo, los silencios cada vez eran mayores y los ojos de Bárbara no transmitían la ilusión esperada. Sofía sabía que Bárbara se encontraba atrapada en una red que no le hacía feliz, y que esa situación estaba distanciándolas irremisiblemente. Se sentía culpable, conocía bien a Bárbara, no sería capaz de renunciar a la complaciente vida que Alberto le ofrecía ni enfrentarse a la mujer que casi todo se lo había proporcionado.
Por eso, ahora que todo había acabado, Sofía, en su fuero interno, no podía dejar de alegrarse al ver los cambios que Bárbara estaba experimentando. Sabía que lo que estaba sintiendo era una aberración, pero no podía dejar de alegrarse ante la perspectiva de volver a recuperar a la Bárbara a la que siempre había querido, aunque para ello hubiera tenido que perder a su hijo. Confiaba en que todo volviera a ser como antes, esperaba que la joven nunca fuera consciente de que ella había sido la promotora de su estrangulamiento emocional, suspiraba porque volviera a acercarse nuevamente a ella, pero no sabía como hacerlo.