La primavera está a la vuelta de la esquina, y a parte de la subida de las temperaturas, la mayor duración de los días y el rebrote de las plantas, lo sé porque he empezado a recibir invitaciones de boda. Y no sólo yo, mis amigas también. Y, realmente cuando nos lo planteamos nos da una pereza tremenda, aunque sabemos que finalmente asistiremos, desembolsaremos una cantidad que no teníamos prevista y que nos trastocará un poco el presupuesto, daremos la enhorabuena a los novios, comeremos y beberemos a su salud, nuestro chico se pasará con las copas, o terminará manchándose, bailaremos y terminaremos con ardor de estómago y tremendo dolor de pies.
Por todo ello, cuando hoy he recibido una invitación de boda, me he puesto a reflexionar sobre las razones que tenemos las mujeres para asistir a una boda (muy diferentes a las de ellos) y he llegado a la conclusión de que existen esencialmente cuatro motivos que nos empujan a aceptar, aunque no lo queramos reconocer:
- Aunque digamos lo contrario, porque es la ocasión perfecta para comprarnos un modelazo y unos zapatos divinos.
- Para criticar a todas las invitadas y sus looks.
- Porque siempre esperamos a que el oficiante diga aquello de " si alguno de los presentes tiene algo que decir ..." con la esperanza de que alguien diga algo.
- Por si no se presenta alguno de los contrayentes, o por si se presenta y dice "no quiero"
y porque de una boda siempre sale otra boda, la que sea, y tendrás cuatro nuevas razones para asistir a ella.
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