Pensamientos, reflexiones, ideas,viajes, noticias, fotografías y pequeños relatos de la bulliciosa cabeza de Isabel Esperanza.
UN LUGAR PARA SOÑAR
lunes, noviembre 10, 2008
Fotos de Apolo en la Maratón de NY
Lo prometido es deuda. Ya tengo las imágenes de mi hermano Apolo en la Maratón de Nueva York, y creo que merecen la pena, no sólo por su esfuerzo personal, también porque son de una gran plasticidad y porque es otra manera de ver una de las ciudades más famosas del mundo.
lunes, noviembre 03, 2008
Apolo en la Maratón en Nueva York
Ayer mi hermano Apolo corría por primera vez la Maratón de Nueva York, la carrera más grande del mundo, aunque recorra la misma distancia que las otras maratones, 42,195 kilómetros, que se dice pronto.
El viernes, cuando salían de buena mañana hacía el aeropuerto, me despedí de él con un good luck a todo grito desde el balcón, mientras él me repetía it's up to you, New York..New York.
Como decía, el viernes él y su mujer, Mónica, salieron destino a la ciudad de los rascacielos con una agenda apretadísima, un montón de ilusiones, nervios, esperanzas y miles de sensaciones más. El sábado, como primera toma de contacto, participaban en la Carrera de la Amistad, un acto previo en el que unos 20.000 corredores de todas las nacionalidades, aproximadamente la mitad, recorren las calles de la ciudad desde el edificio de las Naciones Unidas hasta Central Park, el mismo lugar de la meta de la Maratón. Ese mismo día, por la noche, tenían una cena especial con otros participantes, la cena de la pasta, para tener reservas de carbohidratos para el día siguiente, y para que los corredores Europeos no tengan muchos problemas con sus biorritmos, ya que la diferencia horaria es de 6 horas, y en solo 2 días el cuerpo no ha tenido tiempo ha habituarse.
Pero lo importante y lo más impactante empezó el domingo día 2 de Noviembre a las 10:00 horas, 16:00 en España. Unos 40.000 corredores, de todas las edades, nacionalidades (aproximadamente 200 son españoles), sexos y sectores se daban cita en el Puente Verrazano, que une los distritos de Staten Island y Brooklin, para comenzar a recorrer los más de 42 kilómetros circulando por los barrios principales de la ciudad.
Imagino a mi hermano en ese puente, esperando escuchar el cañonazo de salida, concentrándose en disfrutar de la carrera, de Nueva York y de su reto, intentando olvidar su lesión en talón de Aquiles mientras disfrutaba de la voz de Franky ojos azules que por la megafonía instalada en el puente cantaba
Mi hermano no ha llegado el primero, entró en el puesto 700, con un tiempo de 2horas y 57 minutos, una magnífica marca si tenemos en cuenta el número de participantes y que él no es un profesional; superó ampliamente los tiempos de Wilson Gomes dos Santos y de Paula Radcliffe, no será noticia en ningún periódico, no saldrá su imagen en televisión, pero para nosotros es como si hubiese triunfado, y también para él que disfrutó como un enano recorriendo las calles de la mítica ciudad de los rascacielos, zancadeando por Brooklyn y Queens, atravesando Manhattan, subiendo hacia el Bronx, sintiéndose como el protagonista de una película de acción estadounidense rodada en los exteriores más fotografiados del mundo, subiéndose arriba cada vez que notaba los gritos de aliento de los miles de neoyorquinos que se tiran a la calle cada primer domingo de Noviembre para jalear a todos los que patean su ciudad, y con el deseo de llegar a Central Park para ver cumplido otro de sus sueños, otro de sus retos, colgarse la medalla que le acredita como corredor de la carrera más grande y más famosa del mundo, aunque mida exáctamente lo mismo que las otras.
¡¡¡Felicidades Apolo, sigue cumpliendo tus sueños!!!
El viernes, cuando salían de buena mañana hacía el aeropuerto, me despedí de él con un good luck a todo grito desde el balcón, mientras él me repetía it's up to you, New York..New York.
Como decía, el viernes él y su mujer, Mónica, salieron destino a la ciudad de los rascacielos con una agenda apretadísima, un montón de ilusiones, nervios, esperanzas y miles de sensaciones más. El sábado, como primera toma de contacto, participaban en la Carrera de la Amistad, un acto previo en el que unos 20.000 corredores de todas las nacionalidades, aproximadamente la mitad, recorren las calles de la ciudad desde el edificio de las Naciones Unidas hasta Central Park, el mismo lugar de la meta de la Maratón. Ese mismo día, por la noche, tenían una cena especial con otros participantes, la cena de la pasta, para tener reservas de carbohidratos para el día siguiente, y para que los corredores Europeos no tengan muchos problemas con sus biorritmos, ya que la diferencia horaria es de 6 horas, y en solo 2 días el cuerpo no ha tenido tiempo ha habituarse.
Pero lo importante y lo más impactante empezó el domingo día 2 de Noviembre a las 10:00 horas, 16:00 en España. Unos 40.000 corredores, de todas las edades, nacionalidades (aproximadamente 200 son españoles), sexos y sectores se daban cita en el Puente Verrazano, que une los distritos de Staten Island y Brooklin, para comenzar a recorrer los más de 42 kilómetros circulando por los barrios principales de la ciudad.
Imagino a mi hermano en ese puente, esperando escuchar el cañonazo de salida, concentrándose en disfrutar de la carrera, de Nueva York y de su reto, intentando olvidar su lesión en talón de Aquiles mientras disfrutaba de la voz de Franky ojos azules que por la megafonía instalada en el puente cantaba
Start spread in' the news,
I'm leavin' today
¡ I want to be a part of it
New York, New York!
Thse vagabond shoes, are longing to stray
right through the very heart of it
New York, New York !
I want to wake up, in a city that never sleeps
and find i'm king of the hill
top of the heap
These little town blues,
are melting away
I'll make a brand new start of it
in old New York
if I can make it there, I'll make it anywhere
it's up to you, New york..New York
New York...New York
I want to wake up, in a city that never sleeps
and find I`m a number one, top of the list
and find I`m a number one, top of the list
king of the hill, a number one....
These little town blues, are melting away
I'll make a brand new start of it
in old New York
if I can make it there, I'll make it anywhere
it's up to you, New York..New York New York!!!
Mi hermano no ha llegado el primero, entró en el puesto 700, con un tiempo de 2horas y 57 minutos, una magnífica marca si tenemos en cuenta el número de participantes y que él no es un profesional; superó ampliamente los tiempos de Wilson Gomes dos Santos y de Paula Radcliffe, no será noticia en ningún periódico, no saldrá su imagen en televisión, pero para nosotros es como si hubiese triunfado, y también para él que disfrutó como un enano recorriendo las calles de la mítica ciudad de los rascacielos, zancadeando por Brooklyn y Queens, atravesando Manhattan, subiendo hacia el Bronx, sintiéndose como el protagonista de una película de acción estadounidense rodada en los exteriores más fotografiados del mundo, subiéndose arriba cada vez que notaba los gritos de aliento de los miles de neoyorquinos que se tiran a la calle cada primer domingo de Noviembre para jalear a todos los que patean su ciudad, y con el deseo de llegar a Central Park para ver cumplido otro de sus sueños, otro de sus retos, colgarse la medalla que le acredita como corredor de la carrera más grande y más famosa del mundo, aunque mida exáctamente lo mismo que las otras.
¡¡¡Felicidades Apolo, sigue cumpliendo tus sueños!!!
jueves, octubre 30, 2008
Atentado de ETA en la Universidad de Navarra
Hace unos minutos, exactamente a las 10:58 un coche bomba ha estallado en el parking de la Universidad de Navarra, frente a la Biblioteca de la Facultad de Comunicación. Los terroristas han actuado sin previo aviso contra una institución académica y cultural, porque para ellos, que ya han perdido toda la razón, cualquiera es un en enemigo.
Seguramente en su extraña lógica lo han hecho para reclamar un territorio que ellos creen que les debería pertenecer... pero, ¿quién quiere pertenecer a un grupo de desalmados, violentos, irracionales, terroristas, extorsionadores y asesinos? ¿Qué pretenden atacando una institución académica? ¿A quién quieren convencer con sus técnicas mafiosas y asesinas?
Cuando la razón está perdida, los cobardes, ignorantes, brutos y desalmados sólo saben utilizar el lenguaje de la violencia, y son capaces de actuar a la desesperada contra cualquiera. Quizás tienen miedo de que esos jóvenes que hoy están preparándose en la Universidad, mañana sean capaces de actuar con lógica y con palabras contra ellos, y puedan desarmarles y hacer comprender al mundo entero de que no existe ninguna lucha, ninguna razón para ETA, que son simplemente unos asesinos fanáticos, unos violentos cobardes e ignorantes que no saben vivir más que a costa del miedo de los demás.
Todos somos enemigos de ETA, cualquiera que no piense como ellos es un blanco potencial. Ellos no quieren paz, ni diálogo, ni nada parecido, porque eso significaría su desaparición y su integración en una sociedad pacífica y democrática. Ellos viven del terror, y lo seguirán haciendo mientras la sinrazón sea su motor.
¿Quién va a ser vuestro próximo objetivo? Ya no tenéis nada que reivindicar, sólo sabéis poner bombas y salir corriendo, porque sólo sabéis destrozar, sois incapaces de crear nada positivo. Estáis durando demasiado, ojalá un día dejen de temeros y se atrevan a acabar con vosotros, aunque sea con pasamontañas, detrás de una esquina y por la espalda, como vosotros nos habéis enseñado.
miércoles, octubre 29, 2008
La mujer del hielo
Dicen que cuando estás a punto de morir toda tu vida pasa por tu mente en un instante. Ese no fue mi caso, tampoco vi la luz blanca al final del túnel, ni nada de eso que habitualmente se cuenta. Cuando recibí el golpe en la cabeza sentí un profundo dolor y un fuerte escozor, y unos segundos después noté algo viscoso y caliente que empapaba mi cabello y se deslizaba por la nuca hacia la espalda, después se hizo la oscuridad, aunque aún podía oír, oler y sentir el movimiento. Después, cuando me arrojaron al agua noté el frío, como las piernas se me iban inmovilizando, como me hundía sin poder evitarlo, como los latidos de mi corazón se iban ralentizando, como iba perdiendo los sentidos poco a poco, hasta que dejé de sentir.
No sé cuanto tiempo permanecí así, ni quién me rescató, no recuerdo nada de eso. Sólo sé que un día, de repente fui consciente de estar en una cama, rodeada de tubos, cables y máquinas, que las enfermeras me cambiaban de posición cada cierto tiempo, que me lavaban una vez al día, cambiaban mis sábanas y de cuando en cuando me observaban y hacían algún comentario.
Estaba en un hospital y estaba en un coma profundo. Según decía el personal sanitario, no había ninguna esperanza para mí, pero, al ser una desconocida no identificada, no podían desenchufarme.
Pasó un tiempo hasta que me di cuenta de que ellos no hablaban en mi lengua, pese a todo yo les entendía perfectamente. Incluso entendía a una de las señoras de la limpieza que, en otro idioma, solía cantar tristes canciones de desamor y me llamaba la mujer del hielo. A veces, mientras limpiaba, aquella mujer me contaba cosas de su triste vida de emigrante.
De pronto, un día, empecé a recordar. Había salido de España dos días antes con destino a Hungría, a Budapest, para después viajar a Viena para descubrir el esplendor del viejo imperio Austrohúngaro. No era la primera vez que viajaba sola, de hecho, desde hacía cinco años solía reservar al menos una semana para disfrutar del placer de hacer turismo internacional en solitario y a mi ritmo. Por supuesto no hablaba ni una palabra de húngaro, pero con mi inglés, mi poco francés y mucha buena voluntad, cualquier destino es accesible.
Aquel día, tal vez apabullada por la monumentalidad del Budapest histórico, majestuoso, preciosista y melancólico, decidí adentrarme en búsqueda de la realidad húngara. Todos me dijeron que Hungría en general, y Budapest en particular, era uno de los lugares con más baja criminalidad de Europa, así que no tenía nada que temer. Bien abrigada y pertrechada con mi cámara, crucé el puente de la emperatriz Isabel sobre el amarillento Danubio y me adentré callejeando en la parte más oriental de Pest. Cuanto más me alejaba del Danubio, más sórdida se iba haciendo la ciudad. El sol se fue ocultando y la temperatura descendió bruscamente. Estaba cansada, aterida de frío, sólo quería volver al hotel, y anduve en busca de una parada de autobús, de tranvía o un taxi. Tres hombres se me acercaron, se ofrecieron a ayudarme y a acompañarme hacia una parada de autobuses. Nunca llegué a la parada. En una de aquellas callejuelas me golpearon en la cabeza y me robaron todo lo que llevaba; al perder el sentido se asustaron, y decidieron tirarme en el pequeño lago semihelado de un cercano parque.
Los días se sucedían en aquel hospital. Yo quería hablar, quería moverme, hacerles ver que seguía viva, que estaba despierta, pero mi cuerpo no respondía. Un día oí decir a una de las enfermeras que iban a dejar de alimentarme, que estaba costando un dineral al hospital, y que no podían seguir manteniendo eternamente a la extranjera desconocida. Esa misma noche la limpiadora se sentó unos minutos a mi lado. Como otras veces empezó a hablar, se sentía fracasada, no soportaba la tristeza y la añoranza de los suyos y volvía a su país, porque no soportaría volver a entrar en la habitación y no ver más a la única persona que durante casi un año la había escuchado, su mujer del hielo, la que la había echo mantener la esperanza con la expectativa de verme un día despertar. Noté sus lágrimas y un beso que depositó sobre mi mejilla, y mi mente empezó a verlo todo más claro. Me iban a dejar morir, me iban a desconectar, pero yo estaba viva, podía oír, oler, sentir el tacto, podía pensar, incluso con mucha más claridad que antes. Tenía que luchar, tenían que descubrir que estaba viva.
Hice grandes esfuerzos por abrir los ojos, por emitir sonidos, por mover mi cuerpo, y, de pronto se obró el milagro: moví mi brazo izquierdo y lo llevé hasta la cara de aquella mujer. Abrí los ojos y conseguí ver una imagen diluida de su rostro.
La conmoción fue grande en el hospital. Decenas de médicos y enfermeras acudieron a la habitación. La mujer del hielo había despertado de su largo letargo. Quería hablar, pero mi garganta estaba atrofiada y ocupada por un tubo. Movía mi mano izquierda en el aire y parpadeaba intentando hacerme entender. Repentinamente fui consciente de otra realidad: mis piernas habían desaparecido, ya no estaban, y todo el lado derecho de mi cuerpo estaba totalmente inerte. Empecé a hacer grandes aspavientos y conseguí quitarme algunos cables. Los médicos hablaban en su lenguaje técnico a mi alrededor, pero, por algún motivo desconocido, yo les entendía perfectamente.
Durante varios días me hicieron todo tipo de pruebas y exámenes. Al final del día mamá Svetlana, la limpiadora, entraba a mi habitación con una sonrisa y se sentaba a mi lado para hablar un rato conmigo. Un día mi garganta fue capaz de emitir sonidos y en un lenguaje que para mí resultaba completamente extraño, ruso, conseguí mantener una fluida conversación con ella.
El neurólogo no daba crédito, era capaz de entender y hablar perfectamente en ruso y en húngaro, dos idiomas que desconocía. Hizo una prueba más, llamó a un residente, un turco; al principio me costó entenderle, pero tras unos minutos, estaba en agradable charla con él. Era increíble e inexplicable.
Hace unas semanas me han dado el alta y he vuelto a España, y me he traído con migo a Svetlana. He perdido mis piernas, la movilidad de mi brazo derecho y la visión de un ojo, pero, a cambio he recibido un don que nadie puede explicar. En pocos minutos soy capaz de entender cualquier lengua viva o muerta, y de hablarla con bastante corrección. También he desarrollado una capacidad especial para entender otros lenguajes, como la música, el lenguaje informático, el lenguaje de sordos, la telegrafía. Además mi cerebro, dañado por el golpe, es capaz de retener, archivar y explicar cualquier dato, soy como un gran ordenador viviente.
Nunca vi pasar mi vida en imágenes, ni vi la luz al final del túnel, porque nunca estuve cerca de la muerte, el hielo conservó mi cerebro dañado y le dio unas capacidades extraordinarias que me han proporcionado una nueva vida llena de posibilidades.
No sé cuanto tiempo permanecí así, ni quién me rescató, no recuerdo nada de eso. Sólo sé que un día, de repente fui consciente de estar en una cama, rodeada de tubos, cables y máquinas, que las enfermeras me cambiaban de posición cada cierto tiempo, que me lavaban una vez al día, cambiaban mis sábanas y de cuando en cuando me observaban y hacían algún comentario.
Estaba en un hospital y estaba en un coma profundo. Según decía el personal sanitario, no había ninguna esperanza para mí, pero, al ser una desconocida no identificada, no podían desenchufarme.
Pasó un tiempo hasta que me di cuenta de que ellos no hablaban en mi lengua, pese a todo yo les entendía perfectamente. Incluso entendía a una de las señoras de la limpieza que, en otro idioma, solía cantar tristes canciones de desamor y me llamaba la mujer del hielo. A veces, mientras limpiaba, aquella mujer me contaba cosas de su triste vida de emigrante.
De pronto, un día, empecé a recordar. Había salido de España dos días antes con destino a Hungría, a Budapest, para después viajar a Viena para descubrir el esplendor del viejo imperio Austrohúngaro. No era la primera vez que viajaba sola, de hecho, desde hacía cinco años solía reservar al menos una semana para disfrutar del placer de hacer turismo internacional en solitario y a mi ritmo. Por supuesto no hablaba ni una palabra de húngaro, pero con mi inglés, mi poco francés y mucha buena voluntad, cualquier destino es accesible.
Aquel día, tal vez apabullada por la monumentalidad del Budapest histórico, majestuoso, preciosista y melancólico, decidí adentrarme en búsqueda de la realidad húngara. Todos me dijeron que Hungría en general, y Budapest en particular, era uno de los lugares con más baja criminalidad de Europa, así que no tenía nada que temer. Bien abrigada y pertrechada con mi cámara, crucé el puente de la emperatriz Isabel sobre el amarillento Danubio y me adentré callejeando en la parte más oriental de Pest. Cuanto más me alejaba del Danubio, más sórdida se iba haciendo la ciudad. El sol se fue ocultando y la temperatura descendió bruscamente. Estaba cansada, aterida de frío, sólo quería volver al hotel, y anduve en busca de una parada de autobús, de tranvía o un taxi. Tres hombres se me acercaron, se ofrecieron a ayudarme y a acompañarme hacia una parada de autobuses. Nunca llegué a la parada. En una de aquellas callejuelas me golpearon en la cabeza y me robaron todo lo que llevaba; al perder el sentido se asustaron, y decidieron tirarme en el pequeño lago semihelado de un cercano parque.
Los días se sucedían en aquel hospital. Yo quería hablar, quería moverme, hacerles ver que seguía viva, que estaba despierta, pero mi cuerpo no respondía. Un día oí decir a una de las enfermeras que iban a dejar de alimentarme, que estaba costando un dineral al hospital, y que no podían seguir manteniendo eternamente a la extranjera desconocida. Esa misma noche la limpiadora se sentó unos minutos a mi lado. Como otras veces empezó a hablar, se sentía fracasada, no soportaba la tristeza y la añoranza de los suyos y volvía a su país, porque no soportaría volver a entrar en la habitación y no ver más a la única persona que durante casi un año la había escuchado, su mujer del hielo, la que la había echo mantener la esperanza con la expectativa de verme un día despertar. Noté sus lágrimas y un beso que depositó sobre mi mejilla, y mi mente empezó a verlo todo más claro. Me iban a dejar morir, me iban a desconectar, pero yo estaba viva, podía oír, oler, sentir el tacto, podía pensar, incluso con mucha más claridad que antes. Tenía que luchar, tenían que descubrir que estaba viva.
Hice grandes esfuerzos por abrir los ojos, por emitir sonidos, por mover mi cuerpo, y, de pronto se obró el milagro: moví mi brazo izquierdo y lo llevé hasta la cara de aquella mujer. Abrí los ojos y conseguí ver una imagen diluida de su rostro.
La conmoción fue grande en el hospital. Decenas de médicos y enfermeras acudieron a la habitación. La mujer del hielo había despertado de su largo letargo. Quería hablar, pero mi garganta estaba atrofiada y ocupada por un tubo. Movía mi mano izquierda en el aire y parpadeaba intentando hacerme entender. Repentinamente fui consciente de otra realidad: mis piernas habían desaparecido, ya no estaban, y todo el lado derecho de mi cuerpo estaba totalmente inerte. Empecé a hacer grandes aspavientos y conseguí quitarme algunos cables. Los médicos hablaban en su lenguaje técnico a mi alrededor, pero, por algún motivo desconocido, yo les entendía perfectamente.
Durante varios días me hicieron todo tipo de pruebas y exámenes. Al final del día mamá Svetlana, la limpiadora, entraba a mi habitación con una sonrisa y se sentaba a mi lado para hablar un rato conmigo. Un día mi garganta fue capaz de emitir sonidos y en un lenguaje que para mí resultaba completamente extraño, ruso, conseguí mantener una fluida conversación con ella.
El neurólogo no daba crédito, era capaz de entender y hablar perfectamente en ruso y en húngaro, dos idiomas que desconocía. Hizo una prueba más, llamó a un residente, un turco; al principio me costó entenderle, pero tras unos minutos, estaba en agradable charla con él. Era increíble e inexplicable.
Hace unas semanas me han dado el alta y he vuelto a España, y me he traído con migo a Svetlana. He perdido mis piernas, la movilidad de mi brazo derecho y la visión de un ojo, pero, a cambio he recibido un don que nadie puede explicar. En pocos minutos soy capaz de entender cualquier lengua viva o muerta, y de hablarla con bastante corrección. También he desarrollado una capacidad especial para entender otros lenguajes, como la música, el lenguaje informático, el lenguaje de sordos, la telegrafía. Además mi cerebro, dañado por el golpe, es capaz de retener, archivar y explicar cualquier dato, soy como un gran ordenador viviente.
Nunca vi pasar mi vida en imágenes, ni vi la luz al final del túnel, porque nunca estuve cerca de la muerte, el hielo conservó mi cerebro dañado y le dio unas capacidades extraordinarias que me han proporcionado una nueva vida llena de posibilidades.
viernes, octubre 17, 2008
El Corte inglés realiza publicidad engañosa
Sí señor@s sí, el Corte Inglés, los grandes almacenes más importantes y prestigiosos de España, mal que nos pese así es, se dedican a hacer publicidad engañosa. ¿O acaso su lema no es -y ha sido siempre- "si no queda satisfecho le devolvemos su dinero"? Pues ese eslogan tan machacón con el que llevan años taladrándonos el cerebro y que resulta ser su razón de ser, el motivo por el que al final millones de españolitos terminan comprando allí, es una falacia. Y, lo digo con total conocimiento de causa, y además la voy a compartir con todo aquel que se digne a leer este post.
Hace unos días una íntima amiga celebra su cumpleaños, y recibe numerosos regalos, entre ellos, dos que no son de su total agrado y que vienen con un ticket regalo del Corte Inglés, para, se supone, que pueda cambiarlos por lo que ella desee. Esta amiga se dirige a uno de los citados centros con el ánimo de cambiar estos regalos, y, no encontrando nada que le encaje en su gusto solicita la devolución económica para poderse comprar lo que ella quiera en otro establecimiento. Y aquí viene el problema. El Corte Inglés no pone ninguna objeción, simplemente le entrega una tarjeta regalo para que pueda hacer otra compra en cualquiera de sus establecimientos. Pero lo que ella quiere es el valor de estos regalos en metálico para gastarlo como y donde buenamente quiera, mientras que el Corte Inglés alega que es su política de empresa y que como las compras se realizaron a través de una tarjeta de compra del citado establecimiento, la devolución del importe debe hacerse únicamente a través de la tarjeta del comprador o, dado que tiene un ticket regalo, en una tarjeta regalo. Por más que de manera razonable se intenta hablar con el departamento de atención al cliente, los encargados no dan su brazo a torcer, y como mucho alegan que este tipo de tarjetas no tienen caducidad alguna y que pueden emplearse en todos los departamentos, pero, dado que ella no es la titular de la tarjeta que realizó la compra, no le reintegran el importe de estas compras, que ascienden a 100€.
Hace unos días una íntima amiga celebra su cumpleaños, y recibe numerosos regalos, entre ellos, dos que no son de su total agrado y que vienen con un ticket regalo del Corte Inglés, para, se supone, que pueda cambiarlos por lo que ella desee. Esta amiga se dirige a uno de los citados centros con el ánimo de cambiar estos regalos, y, no encontrando nada que le encaje en su gusto solicita la devolución económica para poderse comprar lo que ella quiera en otro establecimiento. Y aquí viene el problema. El Corte Inglés no pone ninguna objeción, simplemente le entrega una tarjeta regalo para que pueda hacer otra compra en cualquiera de sus establecimientos. Pero lo que ella quiere es el valor de estos regalos en metálico para gastarlo como y donde buenamente quiera, mientras que el Corte Inglés alega que es su política de empresa y que como las compras se realizaron a través de una tarjeta de compra del citado establecimiento, la devolución del importe debe hacerse únicamente a través de la tarjeta del comprador o, dado que tiene un ticket regalo, en una tarjeta regalo. Por más que de manera razonable se intenta hablar con el departamento de atención al cliente, los encargados no dan su brazo a torcer, y como mucho alegan que este tipo de tarjetas no tienen caducidad alguna y que pueden emplearse en todos los departamentos, pero, dado que ella no es la titular de la tarjeta que realizó la compra, no le reintegran el importe de estas compras, que ascienden a 100€.
Mi amiga, frustrada e impotente se vuelve a casa con los regalos, y, unos días más tarde vuelve a otro centro del Corte Inglés, devuelve las compras, le dan dos tarjetas regalo por un importe total de 100€ y decide comprar con ellas un electrodoméstico que necesita, aún sabiendo que en cualquier otro establecimiento ese mismo aparato va a ser mucho más económico. Pero, el Corte Inglés no tiene el producto y la marca que ella solicita, y, después de consultar en otros centros, se comprueba que efectivamente, el Corte Inglés, ese gran almacén que tiene todo, no trabaja con ese producto (estamos hablando de una escoba eléctrica de la marca Philips, un producto que en cualquier tienda de electrodomésticos está disponible por un precio de entre 100€ y 130€).
Ante esta situación decidimos dirigirnos de nuevo a Atención al Cliente para que se haga efectiva la devolución en metálico del importe de los tickets. Nuevamente una señorita nos explica que la política del centro es devolver el dinero de la misma manera que se efectuó la compra, y que si ésta se hace a través de tarjeta únicamente puede cargarse la devolución a la tarjeta utilizada o en tarjeta regalo. Mi amiga sigue exponiendo que no quiere una tarjeta, si no dinero en metálico para gastarlo como y donde guste, y, argumenta que si se trata de un regalo, si la devolución se hace en la tarjeta del comprador ella no disfruta de su regalo ni del importe de este. Además, coincide que la persona que efectuó el regalo ni si quiera vive en la misma provincia. La discusión va creciendo como una bola de nieve; cada vez aparecen más señoritas uniformadas, que con sonrisita irónica, y sabiéndonos cargadas de razón siguen utilizando el argumento de la política de empresa.
Pedimos hablar con un responsable. Nos meten en un despacho, alejadas de los posibles compradores (que se podían contar con los dedos de las manos) y el responsable se hace de rogar y aparece casi 20 minutos después. Cuando le llamamos la atención por este hecho nos tacha de mentirosas y nos dice que la demora ha sido mínima y, además, que no piensa permitirnos que hablemos en el tono que lo estamos haciendo. Volvemos a exponer todo nuestro razonamiento, y ella vuelve a la carga con el tema de la política de devolución en la forma que se realizó la compra. Nos dice, además, que existen unas normas que no se pueden saltar, para, acto seguido, decirnos que las normas se saltan. Todas menos la de devolvernos en metálico el importe de una compra que alguien ya ha abonado al Corte Inglés, eso sí, con una tarjeta del propio establecimiento.
La discusión sigue. La responsable no da su brazo a torcer, por más que le digamos que el dinero ya ha sido abonado del banco al Corte Inglés y que si la política es la de que si el cliente no queda satisfecho devuelven el dinero, esta no se está cumpliendo. Tras un buen rato, la responsable de Atención al Cliente nos hace una propuesta: como mi amiga no tiene tarjeta del establecimiento, propone hacer un abono en mi tarjeta, de manera que yo, en futuras compras, pueda descontarme el importe de los tickets. Está claro, con tal de no perder dinero, por poco que sea, el Corte Inglés está dispuesto a hacer un abono en una tarjeta del establecimiento a una tercera persona que no tiene nada que ver en el asunto.
Como es lógico, no aceptamos la propuesta, y nos volvimos a casa indignadas, maltratadas, sin dinero y sin mercancías, eso sí, con los tickets, mientras el Corte Inglés se quedó con sus artículos que pondrá de nuevo a la venta y con 100€ de más.
Así, que ya sabéis: a no ser que paguéis en metálico, el Corte Inglés no os va a devolver el dinero, y mucho menos si se trata de un regalo para un tercero.
Ante esta situación decidimos dirigirnos de nuevo a Atención al Cliente para que se haga efectiva la devolución en metálico del importe de los tickets. Nuevamente una señorita nos explica que la política del centro es devolver el dinero de la misma manera que se efectuó la compra, y que si ésta se hace a través de tarjeta únicamente puede cargarse la devolución a la tarjeta utilizada o en tarjeta regalo. Mi amiga sigue exponiendo que no quiere una tarjeta, si no dinero en metálico para gastarlo como y donde guste, y, argumenta que si se trata de un regalo, si la devolución se hace en la tarjeta del comprador ella no disfruta de su regalo ni del importe de este. Además, coincide que la persona que efectuó el regalo ni si quiera vive en la misma provincia. La discusión va creciendo como una bola de nieve; cada vez aparecen más señoritas uniformadas, que con sonrisita irónica, y sabiéndonos cargadas de razón siguen utilizando el argumento de la política de empresa.
Pedimos hablar con un responsable. Nos meten en un despacho, alejadas de los posibles compradores (que se podían contar con los dedos de las manos) y el responsable se hace de rogar y aparece casi 20 minutos después. Cuando le llamamos la atención por este hecho nos tacha de mentirosas y nos dice que la demora ha sido mínima y, además, que no piensa permitirnos que hablemos en el tono que lo estamos haciendo. Volvemos a exponer todo nuestro razonamiento, y ella vuelve a la carga con el tema de la política de devolución en la forma que se realizó la compra. Nos dice, además, que existen unas normas que no se pueden saltar, para, acto seguido, decirnos que las normas se saltan. Todas menos la de devolvernos en metálico el importe de una compra que alguien ya ha abonado al Corte Inglés, eso sí, con una tarjeta del propio establecimiento.
La discusión sigue. La responsable no da su brazo a torcer, por más que le digamos que el dinero ya ha sido abonado del banco al Corte Inglés y que si la política es la de que si el cliente no queda satisfecho devuelven el dinero, esta no se está cumpliendo. Tras un buen rato, la responsable de Atención al Cliente nos hace una propuesta: como mi amiga no tiene tarjeta del establecimiento, propone hacer un abono en mi tarjeta, de manera que yo, en futuras compras, pueda descontarme el importe de los tickets. Está claro, con tal de no perder dinero, por poco que sea, el Corte Inglés está dispuesto a hacer un abono en una tarjeta del establecimiento a una tercera persona que no tiene nada que ver en el asunto.
Como es lógico, no aceptamos la propuesta, y nos volvimos a casa indignadas, maltratadas, sin dinero y sin mercancías, eso sí, con los tickets, mientras el Corte Inglés se quedó con sus artículos que pondrá de nuevo a la venta y con 100€ de más.
Así, que ya sabéis: a no ser que paguéis en metálico, el Corte Inglés no os va a devolver el dinero, y mucho menos si se trata de un regalo para un tercero.
¡Cuánto tiempo ha pasado desde mi último post! Y la cantidad de cosas que han sucedido en este periodo...
La última vez que escribí, los españoles estábamos eufóricos tras haber ganado la Eurocopa de fútbol, y ni si quiera nos preocupábamos de esa crisis económica que el Gobierno se empeñaba en negar con eufemismos tales como proceso de desaceleración económica y que hoy es una realidad a nivel mundial. En lo deportivo soñábamos con hacer un buen papel en las olimpiadas en China, y, aunque no fue así, disfrutamos con la Selección Española de Baloncesto, con Rafa Nadal, con los ciclistas, las chicas de natación sincronizada, el balonmano, los regatistas y los piragüistas, mientras fracasábamos estrepitosamente en atletismo.
La burbuja inmobiliaria explotó finalmente, y la crisis y el paro llegaron de verdad, como en el cuento de Pedro y el lobo, pero, como siempre, las playas se llenaron de veraneantes y turistas, los bares siguen estando llenos y los fines de semana las carreteras vuelven a colapsarse.
Un avión estalló al despegar y practicamente todo el pasaje falleció; se rasgaron las vestiduras, el panico surgió y a la gente pareció olvidársele que anualmente el número de víctimas de la carretera es mucho más elevado, y que el avión sigue siendo el medio de transporte más seguro.
Los malos tratos y la violencia machista han seguido durante estos meses, pero algo ha cambiado. Un hombre permanece aún hospitalizado por enfrentarse a un maltratador, mientras la presunta víctima se enriquece de plató en plató defendiendo a un agresor y queriendo culpabilizar a un buen ser humano. Las televisiones siguen haciendo negocio con las miserias de los más miserables.
El verano llegó y pasó. Aunque no lo parezca por las temperaturas, estamos en otoño, un otoño que se instaló en nuestras vidas con lluvias, tormentas e inundaciones, cosas de la gota fría.
En cuanto a mí... poco ha cambiado. La familia aumentó con la llegada de una nueva princesa. La familia y los buenos amigos siguen estando a mi lado, los que no lo eran tanto, han desaparecido, al menos de momento. Sigo pariendo miles de ideas y proyectos; algunos se quedan en el camino, en otros me empecino y sé que saldrán adelante, aunque con esfuerzo.
En general puedo seguir diciendo que soy moderadamente feliz y tremendamente afortunada de tener a mi lado a los que tengo, y que, aunque a veces, nubarrones grises que no son del otoño se instalan en mi alma, sigo peleando intentando no caerme.
sábado, junio 28, 2008
Por una vez, todos orgullosos de ser españoles
España es finalista del Campeonato Europeo de Fútbol, y la euforia se ha desatado. Aún queda ganar un partido contra Alemania, pero nadie parece dudar de que lo va a conseguir. Desde que, tras 90 minutos de partido, una prórroga y penaltys, la Selección Española de fútbol consiguiera acabar contra Italia y la maldición de cuartos, el país vive como en una nube, y mucho más tras ganar con rotundidad a los rusos. Parece que ya no exista crisis o desaceleración económica; la subida del euribor y la bajada de la Bolsa no parecen afectar a nadie; el gasóleo, la gasolina, las frutas, la leche, y montones de productos más que se encarecen día a día han dejado de preocupar; no hay malas noticias, es más, no hay noticias, sólo se habla de España, de su selección de fútbol y de la roja.
El fútbol parece poderlo todo, sobre todo cuando casi todos van con el mismo equipo. Incluso ha conseguido que miles de banderas españolas ondeen por el país y por toda Europa sin que nos de vergüenza, sin que por ello se hagan discriminaciones políticas. Y, aunque esto del fútbol me tiene un poco harta, me siento orgullosa de ver que los que me rodean se sienten orgullosos de ser españoles, de enseñar sus colores y no por eso insultar a nadie. Cualquier francés, italiano, americano, inglés o de cualquier otra nacionalidad se siente orgulloso de su patria, de su bandera y la exhibe, ¿por qué aquí no?.
Aunque sea consecuencia del fútbol, viva España, los españoles y su bandera. ¡Ah! Y que dejen el himno como está y que cada uno lo cante como quiera, con chunta-chunta o la-la-la-la.
lunes, junio 02, 2008
Lanzarote, una isla que no te dejará indiferente
Lanzarote puede ser un buen destino para tus próximas vacaciones, o para un escapada de fin de semana, o para cualquier momento, porque, seguro que si vas, te quedarán ganas de repetir.
La isla está a poco más de dos horas de Madrid, y hay compañías de bajo coste que vuelan diariamente a Lanzarote por muy poco dinero, con lo que se puede decir que en menos de tres horas podrás estar disfrutando de playas de aguas cristalinas, paisajes volcánicos, pueblos blancos, eterna primavera, una arquitectura tradicional y a la vez moderna totalmente integrada en el paisaje, amplia oferta cultural, tierras negras, vistas alucinantes, tranquilidad,...de casi todo lo que tú quieras.
Cada una de las islas que conforman el archipiélago canario es muy diferente entre sí, y ésta, la antigua conejera, destaca sobre todo por la gran cantidad de volcanes que se extienden de noreste a suroeste, volcanes que entraron por última vez en larga y lenta erupción en el siglo XVIII, modificando parte de su geografía y dotando a la isla de un paisaje casi lunar que contrasta con oasis de palmerales, como Haría, playas de arena blanca y fina, como las de Punta del Papagayo, de arena negra, como las del Golfo y los Hervideros, y urbanizaciones perfectamente integradas en el paisaje.
En Lanzarote la naturaleza y las explosiones volcánicas lo hicieron casi todo, y la mano del hombre, más concretamente la del artista César Manrique, que está presente en toda la isla, supo sacar provecho de ese paisaje único uniéndole elementos de la arquitectura tradicional conejera, creando espacios dotados de belleza y espectacularidad.
Si buscas algo más que playa, y de verdad, las playas son maravillosas, Lanzarote te ofrece unas cuantas alternativas.
Puedes empezar con una ruta por el norte de la isla, donde no puedes dejar de ver los Jameos del Agua, la Cueva de los Verdes, el Mirador del Río, las playas de Famara, Haría y el Jardín de Cactus.
Para los canarios la palabra jameo significa una oquedad formada en una cueva volcánica al desplomarse el techo de ésta; son cuevas de lava a cielo abierto. Los Jameos del agua son producto de una explosión acaecida en el volcán de la Corona, y son grutas y tubos de lava que se prolongan por espacio de varios kilómetros, adentrándose hasta el mar. Sólo es visitable una pequeña parte de este intrincado laberinto, en la que es notoria la mano del genial César Manrique. Hay que descender una empinada escalera de piedra para encontrarte con un exótico jardín que hace que inmediatamente te encuentres en medio de un oasis de tranquilidad y armonía, en el que la naturaleza, la luz y el agua son los auténticos protagonistas. Desde este lugar se inicia el Túnel de la Atlántida, una gruta sumergida en el océano, al que sólo los submarinistas tienen acceso; pero los turistas debemos dirigirnos al gran lago subterráneo, un lago de agua salada en el que un pequeño orificio natural abierto en el techo ilumina la gran cueva e incluso te permite ver a los únicos pobladores de este lago, unos minúsculos cangrejos ciegos, propios de aguas mucho más profundas, pero que han hecho de este lugar su nuevo hábitat. Desde esta gruta natural pasamos a un espacio a cielo abierto, luminoso y blanco, en el que el azul del cielo se refleja en su blanca piscina, y donde la vegetación y la roca volcánica terminan de armonizar el conjunto. En esta zona varias terrazas te permitirán contemplar un paisaje único, rodeado del océano y los volcanes, y visitar la casa de los volcanes. Desde aquí se pasa al jameo grande, un auditorio muy singular, y más allá de este continúa la mayor parte de la gruta, no accesible para los visitantes, que llega hasta el volcán de la Corona, aunque a medio camino se encuentra la Gruta de los Verdes.
Si quieres ver la Cueva de los Verdes, tendrás que pagar de nuevo, aunque merece la pena recorrer un tramo de casi dos kilómetros en los que disfrutarás de las formas que la lava al solidificarse y enfriarse fue realizando, de los distintos colores de las piedras, de estafilitos, de rincones y galerías, de un gran auditorio y de una sorpresa final que no te desvelaré, pero que seguro te gustará. Además, la cueva posee un microclima propio, siempre en torno a los 18º-20º, y un constante flujo de aire, por lo que no existe ninguna sensación de claustrofobia. La lástima es que no te dejan continuar por el túnel hasta el volcán, si no que por una galería superior se sale nuevamente a la superficie.
Cuando sales de la cueva a la superficie, el paisaje te hace entrar en un shock: una llanura inmensa, practicamente desértica te rodea, y al fondo ves el volcán de la Corona, y más allá, la cadena de volcanes, es un paisaje casi desolador, así que, no pierdas tiempo y sigue el recorrido.
Si continúas hacia el norte puedes llegar hasta el Mirador del Río, pero, te recomiendo que no pagues la entrada, porque lo bonito del lugar son las espectaculares vistas que desde este mirador se tiene de la isla de la Graciosa. Unos metros más allá por la misma carretera que te ha llevado hasta el mirador puedes contemplar el mismo paisaje por un precio inmejorable. Porque, en Lanzarote todo cuesta dinero, y, la mayoría de las cosas más de la cuenta. Lanzarote es la isla más cara del archipiélago, y la cesta de la compra más cara de toda España. Económicamente hablando sólo merece la pena el tabaco, la perfumería y algunos licores, lo demás está por las nubes, incluyendo cosas tan básicas como el agua, las patatas,la fruta o la leche. Alguna pega tenía que tener.
Volviendo a nuestro recorrido para terminar el día te recomiendo que desde el Mirador te dirijas hasta Haría, una población famosa por su palmeral. Aquí el paisaje es completamente diferente a cualquier otro lugar de la isla, te encuentras en un valle llamado el Valle de las 10.000 palmeras,un oasis de casas blancas rodeado de palmeras y otros árboles y rodeado de montañas volcánicas. Y, si continúas por la abrupta carretera, desde la que se tienen las mejores vistas de Haría, finaliza la jornada dirigiéndote a la playa de Famara. Son casi tres kilómetros de arena fina de color dorado a los pies de un acantilado de más de 500 metros de altura y casi totalmente vertical. Es una playa salvaje y peligrosa por el fuerte oleaje, ideal para la práctica de surf, pero es una delicia, si no hace mucho aire, tumbarte en alguna de sus dunas, pasear por la orilla e incluso remojarte con alguna de sus olas. En esta zona, además, el turismo es prácticamente inexistente, hay alguna que otra casa, pero desde luego, la masificación no existe y el paisaje es precioso.
Por hoy lo dejo...pero todavía hay mucho más que conocer y ver en Lanzarote.
Tormentas nocturnas
Me gusta ver llover de noche, a cubierto, desde la terraza de mi casa y observar como el agua discurre por la pendiente, calle abajo, formando regueros.
A esas altas horas de la madrugada, cuando la ciudad está casi en absoluto silencio y sólo se oye la lluvia, las gotas chocando contra el suelo, repicando en las carrocerías de los coches y regando las plantas.
De pronto, por la cuesta aparece despacio un coche, y con sus faros alumbra el brillante asfalto en el que se reflejan las gotas que caen formando perfectas ondas circulares.
El eco aumenta, el sonido es más fuerte y la cadencia rítmica aumenta más y más. Ahora cae con más fuerza y me quedo embelesada, desde mi refugio, mirando la fuerte lluvia, como corre el agua por la pendiente de mi calle, y como empieza a burbujear el pavimento.
Un relámpago cruza el cielo, después otro y otro, iluminando el oscuro horizonte y mostrando la verdadera intensidad de la lluvia.
Me gusta que llueva de noche, y me encanta salir a mi terraza a contemplar la lluvia, pero me gusta que durante el día brille el sol en el cielo azul.
martes, mayo 13, 2008
Yo sí estuve en París en el 68
Se cumplen ahora 40 años del famoso Mayo del ´68 francés, y parece que todo el mundo estuvo allí, todos tenían derecho que defender, una protesta que realizar, una lucha utópica en la que creer, una necesidad real de manifestarse contra el sistema, un ansia de libertad, todos tienen algo que contar. La mayoría de los que ahora hablan de aquel Mayo francés saben lo que saben por oídas, por los que otros les contaron o por lo que a través de la televisión y la prensa censurada les llegó , pero, vivirlo, vivirlo de verdad... ¡que pocos!.
Mis padres sí vivían allí, como muchos eran emigrantes que trabajaban y vivían en París, y más concretamente, muy cerca del Barrio Latino. En más de una ocasión mi padre se encontró atrapado en una manifestación estudiantil, mi madre se vio afectada por la huelga general, especialmente por la de transportes, y sintieron miedo y a la vez esperanza, porque sabían que aquello estaba haciendo cambiar el mundo, por mucho que en España algo así fuera totalmente impensable.
Lo mejor de todo es que mi madre estaba embarazada de mí, y se suponía que salía de cuentas a finales de Mayo. Imaginaros, huelgas generales, escaramuzas continuas en el barrio y mi madre a punto de salir de cuentas. De hecho, una tarde tuvo una falsa alarma y mientras intentaban llegar al hospital se vieron rodeados por una turba.
Finalmente vine al mundo, de manera más o menos tranquila, en París un 4 de Junio, cuando los ánimos empezaban a aplacarse un poco, en un ala prefabricada del hospital Port Royal. Hace unos años, cuando visitamos París buscamos el hospital, y lo encontramos, pero aquel ala prefabricada ya había dejado de existir y en su lugar existía un nuevo pabellón materno-infantil.
Como decía, aunque yo no recuerde nada, yo sí puedo decir que viví la primavera parisina del `68, y en ocasiones, pienso, que si a veces soy tan revolucionaria, no tendrá un poco que ver con el hecho de haber vivido desde el útero materno todos aquellos conflictos, y pasar mis primeros días por los Jardines de Luxemburgo al lado de aquellos estudiantes que, puño en alto, protestaban por todo.
sábado, mayo 10, 2008
Unas fotos para alegrar el día
Como está lloviendo sin parar, y el cielo sigue totalmente nublado amenazando con descargar más agua, que , por otro lado, tanta falta nos hace, he decidido alegrar el día con este post con algunas de mis últimas fotos.
Espero que todo el mundo lo disfrute.
Paseando por la playa de Famara en Lanzarote
Los Jameos del Agua, al norte de Lanzarote
Panorámica de la Isla de la Graciosa
jueves, mayo 08, 2008
Cuentos de colores. Negro (III y última parte)
La anciana pidió un trago de agua. Se mantuvo unos minutos en silencio, con los ojos cerrados, recordando aquellos momentos, volvió a sorber un poco de agua y siguió hablando.
"Por suerte para mí, Villanueva no permaneció mucho más tiempo en casa, las batallas le esperaban. Por los periódicos que, de cuando en cuando, nos llegaban supe de su crueldad para con el enemigo y comprendí que me habían casado con un monstruo;la admiración, que nunca el cariño, que había sentido por aquel hombre desapareció y se convirtió en auténtico pavor.
Con la caída de las primeras hojas descubrí que estaba embarazada. En principio intenté ocultarlo a todos, pero me fue difícil. Mi propio padre se encargó de avisar al capitán Villanueva de la buena nueva y esa misma Navidad se presentó de incógnito, vestido de mujer, en nuestra finca para comprobar mi estado de buena esperanza. Durante aquellos días estuvo especialmente cariñoso, acariciaba y besaba mi barriga, y le hablaba con una dulzura que me parecía imposible en él. Soñaba con un hombrecito, fuerte y valiente que continuara su labor y propagara su apellido por el mundo entero. Conmigo estaba indiferente, gracias a Dios, yo sólo era el vehículo que transportaba su futura herencia.
Celebramos el Año Nuevo todos juntos en la finca, temiendo que alguno de sus enemigos pidiera acercarse demasiado; brindamos por la criatura que llevaba en mis entrañas y al poco desapareció.
Seguí con mi vida normal, tranquila, ayudando en las labores de la casa hasta la mañana que me puse de parto. Recuerdo el momento doloroso, pero como uno de los más felices de mi vida, especialmente cuando la comadrona colocó a mi criatura sobre mi pecho. Era una niña bellísima, con una abundante mata de pelo negro y una boquita en forma de corazón, el bebé más lindo que yo había visto nunca. Esa misma noche el capitán, aparecido como un fantasma de la nada se presentó en mi alcoba con la decepción y la rabia pintadas en el rostro. Tuve que escuchar los peores insultos, las palabras más amargas y dolorosas, e incluso tuve que interponerme entre él y la cunita donde plácidamente dormía mi bebé. Recibí algunos golpes, no sé cuantos, porque caí al suelo y perdí el conocimiento hasta que mi padre me recogió empapada en sangre; el capitán Villanueva había desaparecido nuevamente.
De aquella paliza me recuperé rápidamente, pero de sus insultos y su desprecio, me costó un poco más. Mi niña, crecía sana, fuerte y creo que feliz, y eso me mantenía con fuerzas, aún temiendo el momento en que mi esposo volviese a casa. Como es lógico, no pasó mucho tiempo. Durante tres días con sus tres noches fui su esclava, su amante, su enfermera, y aguanté todo tipo de vejaciones mientras la angustia y el asco se apoderaban de mí. Se marcharon pronto, llevándose de casa todas cosas de valor que teníamos, las provisiones que aún nos quedaban y parte del ganado.
Pronto supe que volvía a estar embarazada, y nuevamente mi padre dio aviso. Esta vez el capitán no acudió, y pidió que no se le molestase a no ser que naciese el ansiado varón.
En esta ocasión el parto se complicó. Nacieron dos mellizos prematuramente, niño y niña. Villanueva llegó a tiempo de verlos aún con vida a ambos, pero el niño, murió pocas horas después en brazos de su padre, que lloró amargamente como nunca lo hubiera imaginado. Incluso sentí pena por aquel hombretón roto de dolor. A la niña, como es lógico, no la hizo ni caso. Por cierto, a pesar de su carácter enfermizo y sus problemas de movilidad siempre fue la más inteligente y fuerte de todos mis hijos.
Poco después mi padre sufrió un infarto cerebral que le postró en la cama durante varios meses hasta que la enfermedad se lo llevó para siempre.
Durante casi un año no supe nada del capitán, y en aquel tiempo sucedió el echo más bello de mi vida y el que siempre he mantenido oculto. Como usted recordará, padre, en origen nuestra hacienda llegaba hasta más allá del río, lo que hoy se considera la frontera. Hubo momentos en los que algunas batallas y escaramuzas se libraban casi en nuestras tierras, e incluso fueron frecuentes las ocasiones en las que soldadesca de uno y otro bando se llegaron hasta nuestra propiedad en busca de comida o de auxilio. Entre aquellos soldados malheridos, perdidos y exhaustos apareció él. Era poco más que un niño, alguien de mi edad, asustado y con el terror gravado en sus inmensos ojos azules. Tenía algunas heridas superfluas y una pierna rota. Amparada en la bruma del amanecer cargué con él hasta nuestra casa, le subí al desván y allí me ocupé de curarle las heridas y entablillarle aquella pierna. Durante varios meses le mantuve escondido en mi propia casa sin que nadie sospechase nada. Apenas nos entendíamos, hablábamos con monosílabos y con gestos, pero, por sorprendente que pueda parecerle, padre, nos enamoramos como dos locos adolescentes a los que nada más pudiera importarles. Yo me pasaba el día esperando que cayera la noche para subir al desván a refugiarme en sus brazos, a besarle, a acariciar todo su cuerpo y amarle, y le garantizo que el sentimiento era mutuo.
Estando todavía David refugiado en nuestro desván, un amanecer Villanueva acompañado de dos de sus hombres y un par de mujerzuelas se presentó de improvisto en la casa. El terror volvió a adueñarse de mí, no sólo por lo que pudiera hacerme a mí, si no por lo que podría ocurrir si encontraba a David. Me hizo servirles comida, yació conmigo en nuestra cama, y, después, dándome un puntapié me echó de mi alcoba para hacer entrar a una de aquellas rameras. La indignación se apoderó de mí no por lo que usted está pensando, padre, si no porque vi brillar alrededor de su cuello uno de los collares de granates que había pertenecido a mi madre y que Villanueva se había llevado de casa de mi padre.
Subí llorosa al desván y le conté la situación como pude a David; él me propuso matarle en aquel mismo instante, degollarle junto a su amante, pero no me pareció buena idea, antes de que la sangre hubiera llegado a las sábanas hubiéramos muertos a manos de sus sicarios.
Esa misma noche Villanueva desapareció, llevándose, de paso, algunos corderos y un ternerillo.
La situación pareció volver a normalizarse. Por los periódicos supimos que mi esposo había ganado importantes batallas y que había ascendido al grado de coronel. Incluso en uno de aquellos periódicos vi una foto de él acompañado por algunos de sus hombres y aquella ramera, de nombre Roberta. David estaba cada día más recuperado, y yo temía el día en que me dijese que se marchaba, por eso no había noche que no pasase a su lado haciendo el amor con verdadera desesperación.
Una noche subí y el ya no estaba; en la cama encontré un corazón toscamente dibujado y unas flores. No tuve tiempo de decirle que estaba embarazada y que tenía la seguridad de que la criatura que crecía en mis entrañas era hijo suyo.
La guerra terminó ese mismo año, antes de que yo diera a luz. El Coronel Villanueva, ahora ya todo un héroe, volvió a su casa, donde recibió todo tipo de honores, fiestas y alabanzas. La hacienda volvió a transformarse, e incluso he de reconocer que logró que fuera aún más bella de lo que nunca había sido. Hizo construir una nueva casa para todos nosotros, una gran casa con todo tipo de comodidades y lujos, y, en ella instaló a su amante Roberta y a las cuatro hijos que a lo largo de los años había tenido con ella. Aún se presentaron dos mujeres más que dijeron haber sido amantes de mi esposo, acompañadas de sus hijas, que durante un tiempo también compartieron nuestro techo.
A finales del verano nació mi hijo, por fin el ansiado varón. El coronel se llenó de orgullo y presumió de hijo ante todos, sin sospechar, ni por un segundo, que aquella criatura, de piel blanca y ojos claros como ningún otro de sus hijos, era el fruto del amor de su esposa con uno de sus enemigos. ¡Qué paradojas tiene el destino, verdad padre!
Al nacer mi hijo, el estatus dentro de mi propia casa varió un poco; yo volvía a ser la señora de la casa, la que organizaba y mandaba el servicio y la que volvía a instalarse en las mejores habitaciones acompañada de mis hijos. Roberta y sus hijos ocupaban otra parte de la casa, en la que también se instalaron las otras niñas. El coronel apenas volvió a pisar mi habitación un par de veces más, prefería los brazos de su ruda amante, a la que una mañana, en presencia de todos, le arranqué el collar de granates sin que el coronel hiciese ni el mínimo gesto.
El Coronel estaba ya empezando a cansarse de su inactividad, y muchos de los que siempre le habían apoyado empezaron a presionarle para que se incorporase de manera activa a la vida política, algo que no tardó en hacer.
La calma por fin había vuelto a nuestras vidas. De cuando en cuando entre Roberta y mi hermana pequeña, que también vivía con nosotros, se organizaba alguna disputa doméstica, pero Roberta sabía de antemano que la tenía perdida. Recibíamos visitas de personalidades importantes de la región, dábamos alguna fiesta, nuestros hijos crecían en armonía y todo parecía haberse normalizado.
Una mañana salí a pasear sola a caballo hasta el río, era aún muy temprano, pero entre las brumas le distinguí. Era David. Nos abrazamos y allí mismo, junto al río hicimos el amor. Atropelladamente le conté todo lo que había sucedido desde su desaparición, pero no vi en él la reacción que yo esperaba. Me hizo muchas preguntas sobre el coronel, sobre sus hábitos, los días que salía a la ciudad, quién solía acompañarle...cosas por el estilo."
La anciana hizo una mueca y le dirigió una mirada cómplice al párroco. Empezó a sonreír, primero de manera tímida, después abiertamente.
"No es que yo colaborase en nada, pero, no soy tonta, padre, nunca lo fui, y sabía muy bien lo que David estaba intentando aún sin proponérmelo. Le di todas las respuestas que él deseaba, incluso alguna más, y le indiqué el mejor día y la mejor hora.
El coronel le regaló un vehículo a Roberta, y ella se moría de ganas por salir a la ciudad con él. Yo la animé a que lo estrenase aquel sábado yendo de compras, e incluso convencí al coronel para que la acompañara; con lo que no contaba era con que Roberto, el hijo de ambos, también quisiese ir, y no tuve manera de hacerle desistir. A la entrada a la ciudad, en el puente, una emboscada les estaba esperando. El Coronel recibió 47 balas, Roberta una docena, y al niño sólo una le hirió mortalmente.
Cuando la noticia se escribió en los periódicos se enmascaró un poco, y nada se habló de Roberta ni del niño.
Se celebró un gran funeral de estado, todo el mundo lloró tan gran pérdida, las banderas ondearon a media hasta, se sucedieron homenajes y actos, yo me vestí de negro de pies a cabeza, adopté a todos sus hijos y me convertí oficialmente en la viuda del país, en un ejemplo para todas las mujeres y hombres.
Padre, ni si quiera tenía aún 25 años y ya me condenaban a ser una viuda de por vida, la viuda de un héroe, la madre de 8 hijos de todas las edades, una mujer que debía ser un ejemplo para toda la nación.
A lo largo de todos los años la situación política ha ido variando como lo hace el viento. Unas veces yo era la imagen del enemigo, y mi finca y mis propiedades se veían esquilmadas y reducidas casi a cenizas; otras veces el viento soplaba a nuestro favor y la Hacienda Villanueva volvía a ser el epicentro de la nación, el lugar de culto. Y yo siempre aquí, en mi tierra, terca, sacando adelante a los míos sin que nadie pudiese reprocharme nunca nada.
En todos estos años sólo he sido una mujer que ha intentado sacar adelante a todos sus hijos, los propios y los ajenos, que ha visto como la muerte, la enfermedad, el dolor y las desgracias se han cebado en esta casa. Una mujer a la que no le han dejado vivir, porque el día que aquel murió, yo dejé de ser una mujer para ser una leyenda, alguien que no ha tenido derecho a vida propia, a diversiones, a amores, a nada. Llevo 75 años de luto por él, y aún hay historiadores, periodistas y curiosos que vienen hasta aquí para saber algo más del héroe, y a todos les cuento la historia que para él inventé. Nunca hablo de su carácter colérico, de sus amantes, de su trato vejatorio, de sus palizas, de su indiferencia hacia sus hijos o hacia mí, de sus robos, de su tiranía... eso, es la verdadera historia, y usted la ha conocido en acto de confesión, así que se irá conmigo a la tumba".
La anciana volvió a sonreír; se la notaba tranquila. Con gran esfuerzo cogió dos de las fotos que tenía sobre la mesilla; primero besó uno por uno a todos sus hijos, después atrajo hacia sí el retrato de su hijo, muerto pocos años atrás y llamándole David le besó repetidas veces, hasta que el marco resbaló de entre sus manos y dio su último suspiro. Le faltaban sólo unos días para cumplir 100 años.
viernes, abril 04, 2008
Busco alguien a estrenar
Estábamos en amena conversación, y, como suele suceder en estos casos, de un tema nos fuímos a otro, y terminamos por hablar de sexo, en concreto de la primera vez. No, no pienso hablar en este post de mi primera vez, ni del cómo, ni del cuándo, ni del con quién, ni de qué tal fue, lo siento por los morbosos, el tema es otro.
Hablando de ello te das cuenta de que hay alguien que fue el primero, (ó la primera) y, que por mucho que queramos, ése no se olvida, de una manera o de otra, siempre se nos queda marcado. Y, de repente, me di cuenta de que yo nunca había sido esa primera vez para nadie, que no he dejado ese tipo de marca en nadie, y mi orgullo se sintió mínimamente herido y no pude evitar el manifestarlo en voz alta. Alguien me dijo que todavía estaba a tiempo de subsanar el problema y mi cabecita loca se puso inmediatamente a elucubrar.
Parto de la base de que son todo fantasías, que yo tengo mi pareja, con la que llevo muchos años de felicidad y de necesidades cubiertas, pero la imaginación es libre y juguetona. Estoy a punto de entrar en la cuarentena, y puede decirse que no estoy de mal ver, pero, sinceramente, no me veo en la tesitura de ponerme a ligar en bares y discotecas en busca del virgo perdido.Además, pienso que tiene que ser dificilísimo encontrar un ser mínimamente apetecible y con más de veinte años que se haya mantenido célibe, a no ser un tarado, y, esos me dan mucho miedo. En todo caso, puestos a elegir, se busca joven de más de 25 y menos de 35, cuerpo atlético y bien formado, atractivo y sin taras ni traumas, que se le necesita para una sola vez, pero dudo mucho que esos existan. Tampoco me veo acudiendo a la salida de los institutos, cual vieja verde, para buscar un púber acneico al que seducir, ¡ qué horror!, y, a lo peor, ni con esos, porque tengo entendido que los chicos cada vez rebajan más la edad de su primer contacto sexual.
Además, ¡qué pereza! porque seguro que me encontraría con un torpe atolondrado al que tendría que darle unas cuantas lecciones previas.
Visto lo visto, terminé con la cabeza fría y con los pies calientes, y con la convicción de que mi fantasía no se cumpliría jamás, porque, sólo era eso, una fantasía.
Hablando de ello te das cuenta de que hay alguien que fue el primero, (ó la primera) y, que por mucho que queramos, ése no se olvida, de una manera o de otra, siempre se nos queda marcado. Y, de repente, me di cuenta de que yo nunca había sido esa primera vez para nadie, que no he dejado ese tipo de marca en nadie, y mi orgullo se sintió mínimamente herido y no pude evitar el manifestarlo en voz alta. Alguien me dijo que todavía estaba a tiempo de subsanar el problema y mi cabecita loca se puso inmediatamente a elucubrar.
Parto de la base de que son todo fantasías, que yo tengo mi pareja, con la que llevo muchos años de felicidad y de necesidades cubiertas, pero la imaginación es libre y juguetona. Estoy a punto de entrar en la cuarentena, y puede decirse que no estoy de mal ver, pero, sinceramente, no me veo en la tesitura de ponerme a ligar en bares y discotecas en busca del virgo perdido.Además, pienso que tiene que ser dificilísimo encontrar un ser mínimamente apetecible y con más de veinte años que se haya mantenido célibe, a no ser un tarado, y, esos me dan mucho miedo. En todo caso, puestos a elegir, se busca joven de más de 25 y menos de 35, cuerpo atlético y bien formado, atractivo y sin taras ni traumas, que se le necesita para una sola vez, pero dudo mucho que esos existan. Tampoco me veo acudiendo a la salida de los institutos, cual vieja verde, para buscar un púber acneico al que seducir, ¡ qué horror!, y, a lo peor, ni con esos, porque tengo entendido que los chicos cada vez rebajan más la edad de su primer contacto sexual.
Además, ¡qué pereza! porque seguro que me encontraría con un torpe atolondrado al que tendría que darle unas cuantas lecciones previas.
Visto lo visto, terminé con la cabeza fría y con los pies calientes, y con la convicción de que mi fantasía no se cumpliría jamás, porque, sólo era eso, una fantasía.
Cuentos de colores. Negro (II parte)
_”Esta no va a ser una confesión normal, padre, pero no quiero abandonar este mundo sin que al menos alguien conozca la verdad. Así, que, prepárese para escuchar mi historia.”_ La anciana cerró los ojos, suspiró profundamente y empezó a recordar.
_” Yo apenas tenía trece años la primera vez que le vi, aunque, como todos, había oído hablar de él, que por aquel entonces, y por méritos propios ya había alcanzado el cargo de teniente, estaba a punto de ser nombrado capitán y era ya una leyenda local. Eran las fiestas en honor a nuestra patrona, y él era nuestro ilustre invitado; todas las fuerzas vivas del lugar se peleaban por mantener su atención aunque fuera sólo por unos minutos, y, en general, el pueblo entero se encontraba sumamente honrado con la presencia de aquel héroe, cuya misión no era otra que la de conseguir fondos para su causa y soldados para su lucha.
Yo estrenaba un precioso vestido de color rosa que mi madre me había confeccionado para la ocasión. En la iglesia me sentí observada, cuando salimos a la plaza, advertí su mirada, y, más tarde, en la procesión, nuestros ojos se cruzaron un par de veces, hasta que yo me ruboricé, aunque no niego que me sentí halagada.
Por la noche se celebró un baile en la plaza; el teniente no bailó, bastante entretenido estaba hablando con unos y con otros intentando recaudar fondos y adeptos que quisieran alistarse al ejército que estaba formando, pero entre conversación y conversación se le escapaban miradas de reojo hacia mí que todas mis amigas pudieron contemplar muertas de envidia.
Al día siguiente, hacia el medio día, el teniente apareció por nuestra finca acompañado por el alcalde. Mi padre, como la mayoría de los propietarios de fincas cercanas a la frontera, simpatizaba con la causa del teniente, y le había ofrecido una ayuda desinteresada. Mientras los hombres hablaban de política en el jardín, mi madre nos mandó a ayudar en la cocina, donde yo tuve que aguantar las oportunas bromas de mis hermanas y de la cocinera.
El teniente y el alcalde se quedaron a almorzar con nosotros. No sé cómo ocurrió, pero terminé sentada frente a él, y cada vez que levantaba la vista de mi plato me encontraba a aquel hombre contemplándome, mirándome de una manera como hasta entonces no lo había hecho nadie, y, no lo voy a negar, aquello me proporcionaba un placer por mí desconocido.
Después, durante el café alabó la comida, nuestra hospitalidad, y nos dedicó una serie de piropos a cada una de nosotras.
Pensé que nunca más le volvería a ver, que mi pequeña aventura galante había llegado a su fin, pero estaba equivocada. La tarde siguiente el teniente apareció nuevamente por nuestra finca, esta vez venía solo, y aunque su visita era inesperada mi padre le recibió amablemente. Desde la ventana de la habitación de mi hermana espié su conversación, que a mi madre no parecía agradarle, pero que finalizó con un fuerte apretón de manos de los dos hombres. Por la noche, durante la cena conocimos el tema de aquella conversación: el teniente se había sentido fuertemente atraído por mí y le había pedido permiso a mi padre para cortejarme, y éste, sintiéndose tremendamente orgulloso y halagado había accedido a que su hija mediana, su tesorito, como él me llamaba, fuese conquistado por tan gallardo prohombre.”
Un pequeño ataque de tos interrumpió la narración. El sacerdote acercó un vaso de agua a los labios de la anciana, que, en cuanto se hubo recuperado siguió con su relato.
_” La tarde siguiente el teniente se presentó en nuestra finca y tras tomar café con mi padre me invitó a pasear por el camino que bajaba hasta al río, y así empezó nuestro noviazgo, caminando seguidos de una cohorte de familiares que actuaban como carabinas. Yo apenas hablaba, mientras él me contaba miles de historias sobre batallas, justicia y libertad.
Me sentía fascinada, yo, una insignificante muchacha de pueblo elegida entre todas las mujeres por aquel atractivo hombre al que todos admiraban, estaba henchida de gozo y orgullo, y apenas me daba cuenta de lo que sucedía a mi alrededor.
La estancia del teniente en el pueblo duró sólo una semana más, y con su partida también se acabaron nuestros paseos, pero nuestra relación continuó, tornándose ahora epistolar. Cada pocos días recibía un par de cartas en las que me ponía al día de los pasos que iba dando en busca de nuevos hombres con los que formar su ejército y en las que intercalaba preciosas frases de amor, algún verso dedicado o palabras tiernas. Durante cinco meses acumulé un centenar de cartas, siempre leídas previamente por mi madre, a las que yo contestaba según su dictado, y un día, de repente, la correspondencia se interrumpió y tuvimos noticia de que la guerra había comenzado. Casi tres meses estuve sin noticias de él, hasta que una tarde apareció en nuestra finca acompañado por dos hombres y con el rango de capitán. Mientras sus hombres esperaban en el porche, al resguardo del frío de aquel invierno, mi padre y él se encerraron en el despacho. Pocos minutos después toda la familia fuimos convocada; el capitán Villanueva había pedido oficialmente mi mano y mi padre se la había concedido gustosamente.
No me pregunte cómo me sentí, padre, porque no sabría decírselo. ¿Contenta? no, ¿ilusionada? Tampoco, ¿sorprendida? no, tampoco fue esa la reacción ¿desconcertada? Sí, creo que es la palabra que mejor definiría mi estado.
Al día siguiente nos reunimos con el sacerdote y fijamos la boda para el otoño siguiente, el segundo sábado del mes de septiembre, y pocas horas más tarde el capitán Villanueva y sus hombres partieron de nuevo a la guerra.
Fue una temporada muy agitada. Cada día recibíamos expectantes nuevas noticias de la guerra; había semanas de júbilo cuando los nuestros conseguían avanzar posiciones, y momentos de desesperación y tristeza cuando se perdían batallas y hombres. Mi padre estaba más comprometido cada vez con la causa, y los beneficios de nuestra finca cada vez eran menores. Mi madre y yo ocupábamos nuestro tiempo en realizar a toda prisa mi ajuar y en convertir en un hogar una pequeña edificación ruinosa que existía en un extremo de la propiedad. Yo me veía arrastrada por todos aquellos acontecimientos sin disfrutar verdaderamente de nada.
Aquel verano fue especialmente doloroso y triste para mí. El conflicto se estaba desarrollando ya muy cerca de nuestro territorio, y las noticias que nos llegaban no eran nada halagüeñas. Cada día conocíamos nuevas derrotas, y empezamos a ser conscientes de la pérdida de numerosas jóvenes vidas. En el mes de julio una plaga de gripe azotó la comarca y en nuestro pueblo fue especialmente virulenta, acabando con la vida de muchos de nuestros vecinos. Una tarde volvíamos andando del cementerio cuando se desencadenó una fuerte tormenta. Mi madre nos apremió para llegar a la casa y refugiarnos de la lluvia, pero llegamos empapadas. Seguramente ella, en su afán de cuidar de nosotras, permaneció más tiempo con la ropa mojada, o tal vez, ya estaba enferma, el caso es que al día siguiente amaneció con una fiebre muy alta. Esa misma noche empezó a ahogarse, y cuatro días después falleció. Se me rompió el corazón y por primera vez en mi vida supe lo que era el dolor.
Teñí toda mi ropa de negro y me abandoné a la tristeza. Era como si de repente la muerte de mi madre me mostrase por primera vez la verdadera cara de la vida.”_ De los ojos de la anciana empezaron a brotar lágrimas que se abrían camino entre los pliegues de su apergaminado rostro. _ “Me sentía desolada, a mi alrededor sólo veía pena, muerte, injusticia y dolor. La guerra me parecía cada vez más absurda, los ideales de mi padre en un nuestro futuro destino me resultaban cada vez más insensatos, las cartas de Villanueva más atroces, y el vestido blanco que colgaba de la percha de mi armario más esperpéntico. Durante días no comí, no dormí, sólo lloré, y no solo por mi madre.
Anunciamos a mi prometido el fallecimiento de mi madre. Villanueva se presentó en nuestra casa justo una semana antes de la fecha prevista para nuestra boda en compañía del párroco. Yo estaba decidida a guardar los preceptivos dos años de luto por mi madre, pero ni mi padre, ni el capitán, ni el párroco aceptaron mi decisión y acordaron que lo mejor era celebrar el casamiento en la fecha prevista sin festejos de ninguna clase. Y así fue, el segundo sábado del mes de septiembre, a las ocho de la mañana, vestida de negro de los pies a la cabeza y sólo unos días después de enterrar a mi madre, me convertí en la señora de Villanueva.”
La anciana paró de hablar y el silencio se hizo en la habitación. El sacerdote se quedó desconcertado durante unos segundos, hasta que la mujer abrió los ojos de nuevo. Le pidió que la incorporara un poco más, y cuando se hubo acomodado reanudó su crónica donde la había dejado.
_”No sé que idea tenía del matrimonio, pero fuera cual fuera, estaba equivocada. De la iglesia nos trasladamos directamente a la casa, y mi esposo decidió consumar el matrimonio inmediatamente. No hubo palabras dulces, ni caricias tiernas, ni delicadas maneras; todo aquello que había leído en las cartas desapareció como papel mojado. Me convertí en la esclava de mi marido, siempre atenta a sus órdenes, siempre complaciente, y sobre todo asustada, pues ya aquel primer día de casados recibí mis primeras bofetadas. "
_” Yo apenas tenía trece años la primera vez que le vi, aunque, como todos, había oído hablar de él, que por aquel entonces, y por méritos propios ya había alcanzado el cargo de teniente, estaba a punto de ser nombrado capitán y era ya una leyenda local. Eran las fiestas en honor a nuestra patrona, y él era nuestro ilustre invitado; todas las fuerzas vivas del lugar se peleaban por mantener su atención aunque fuera sólo por unos minutos, y, en general, el pueblo entero se encontraba sumamente honrado con la presencia de aquel héroe, cuya misión no era otra que la de conseguir fondos para su causa y soldados para su lucha.
Yo estrenaba un precioso vestido de color rosa que mi madre me había confeccionado para la ocasión. En la iglesia me sentí observada, cuando salimos a la plaza, advertí su mirada, y, más tarde, en la procesión, nuestros ojos se cruzaron un par de veces, hasta que yo me ruboricé, aunque no niego que me sentí halagada.
Por la noche se celebró un baile en la plaza; el teniente no bailó, bastante entretenido estaba hablando con unos y con otros intentando recaudar fondos y adeptos que quisieran alistarse al ejército que estaba formando, pero entre conversación y conversación se le escapaban miradas de reojo hacia mí que todas mis amigas pudieron contemplar muertas de envidia.
Al día siguiente, hacia el medio día, el teniente apareció por nuestra finca acompañado por el alcalde. Mi padre, como la mayoría de los propietarios de fincas cercanas a la frontera, simpatizaba con la causa del teniente, y le había ofrecido una ayuda desinteresada. Mientras los hombres hablaban de política en el jardín, mi madre nos mandó a ayudar en la cocina, donde yo tuve que aguantar las oportunas bromas de mis hermanas y de la cocinera.
El teniente y el alcalde se quedaron a almorzar con nosotros. No sé cómo ocurrió, pero terminé sentada frente a él, y cada vez que levantaba la vista de mi plato me encontraba a aquel hombre contemplándome, mirándome de una manera como hasta entonces no lo había hecho nadie, y, no lo voy a negar, aquello me proporcionaba un placer por mí desconocido.
Después, durante el café alabó la comida, nuestra hospitalidad, y nos dedicó una serie de piropos a cada una de nosotras.
Pensé que nunca más le volvería a ver, que mi pequeña aventura galante había llegado a su fin, pero estaba equivocada. La tarde siguiente el teniente apareció nuevamente por nuestra finca, esta vez venía solo, y aunque su visita era inesperada mi padre le recibió amablemente. Desde la ventana de la habitación de mi hermana espié su conversación, que a mi madre no parecía agradarle, pero que finalizó con un fuerte apretón de manos de los dos hombres. Por la noche, durante la cena conocimos el tema de aquella conversación: el teniente se había sentido fuertemente atraído por mí y le había pedido permiso a mi padre para cortejarme, y éste, sintiéndose tremendamente orgulloso y halagado había accedido a que su hija mediana, su tesorito, como él me llamaba, fuese conquistado por tan gallardo prohombre.”
Un pequeño ataque de tos interrumpió la narración. El sacerdote acercó un vaso de agua a los labios de la anciana, que, en cuanto se hubo recuperado siguió con su relato.
_” La tarde siguiente el teniente se presentó en nuestra finca y tras tomar café con mi padre me invitó a pasear por el camino que bajaba hasta al río, y así empezó nuestro noviazgo, caminando seguidos de una cohorte de familiares que actuaban como carabinas. Yo apenas hablaba, mientras él me contaba miles de historias sobre batallas, justicia y libertad.
Me sentía fascinada, yo, una insignificante muchacha de pueblo elegida entre todas las mujeres por aquel atractivo hombre al que todos admiraban, estaba henchida de gozo y orgullo, y apenas me daba cuenta de lo que sucedía a mi alrededor.
La estancia del teniente en el pueblo duró sólo una semana más, y con su partida también se acabaron nuestros paseos, pero nuestra relación continuó, tornándose ahora epistolar. Cada pocos días recibía un par de cartas en las que me ponía al día de los pasos que iba dando en busca de nuevos hombres con los que formar su ejército y en las que intercalaba preciosas frases de amor, algún verso dedicado o palabras tiernas. Durante cinco meses acumulé un centenar de cartas, siempre leídas previamente por mi madre, a las que yo contestaba según su dictado, y un día, de repente, la correspondencia se interrumpió y tuvimos noticia de que la guerra había comenzado. Casi tres meses estuve sin noticias de él, hasta que una tarde apareció en nuestra finca acompañado por dos hombres y con el rango de capitán. Mientras sus hombres esperaban en el porche, al resguardo del frío de aquel invierno, mi padre y él se encerraron en el despacho. Pocos minutos después toda la familia fuimos convocada; el capitán Villanueva había pedido oficialmente mi mano y mi padre se la había concedido gustosamente.
No me pregunte cómo me sentí, padre, porque no sabría decírselo. ¿Contenta? no, ¿ilusionada? Tampoco, ¿sorprendida? no, tampoco fue esa la reacción ¿desconcertada? Sí, creo que es la palabra que mejor definiría mi estado.
Al día siguiente nos reunimos con el sacerdote y fijamos la boda para el otoño siguiente, el segundo sábado del mes de septiembre, y pocas horas más tarde el capitán Villanueva y sus hombres partieron de nuevo a la guerra.
Fue una temporada muy agitada. Cada día recibíamos expectantes nuevas noticias de la guerra; había semanas de júbilo cuando los nuestros conseguían avanzar posiciones, y momentos de desesperación y tristeza cuando se perdían batallas y hombres. Mi padre estaba más comprometido cada vez con la causa, y los beneficios de nuestra finca cada vez eran menores. Mi madre y yo ocupábamos nuestro tiempo en realizar a toda prisa mi ajuar y en convertir en un hogar una pequeña edificación ruinosa que existía en un extremo de la propiedad. Yo me veía arrastrada por todos aquellos acontecimientos sin disfrutar verdaderamente de nada.
Aquel verano fue especialmente doloroso y triste para mí. El conflicto se estaba desarrollando ya muy cerca de nuestro territorio, y las noticias que nos llegaban no eran nada halagüeñas. Cada día conocíamos nuevas derrotas, y empezamos a ser conscientes de la pérdida de numerosas jóvenes vidas. En el mes de julio una plaga de gripe azotó la comarca y en nuestro pueblo fue especialmente virulenta, acabando con la vida de muchos de nuestros vecinos. Una tarde volvíamos andando del cementerio cuando se desencadenó una fuerte tormenta. Mi madre nos apremió para llegar a la casa y refugiarnos de la lluvia, pero llegamos empapadas. Seguramente ella, en su afán de cuidar de nosotras, permaneció más tiempo con la ropa mojada, o tal vez, ya estaba enferma, el caso es que al día siguiente amaneció con una fiebre muy alta. Esa misma noche empezó a ahogarse, y cuatro días después falleció. Se me rompió el corazón y por primera vez en mi vida supe lo que era el dolor.
Teñí toda mi ropa de negro y me abandoné a la tristeza. Era como si de repente la muerte de mi madre me mostrase por primera vez la verdadera cara de la vida.”_ De los ojos de la anciana empezaron a brotar lágrimas que se abrían camino entre los pliegues de su apergaminado rostro. _ “Me sentía desolada, a mi alrededor sólo veía pena, muerte, injusticia y dolor. La guerra me parecía cada vez más absurda, los ideales de mi padre en un nuestro futuro destino me resultaban cada vez más insensatos, las cartas de Villanueva más atroces, y el vestido blanco que colgaba de la percha de mi armario más esperpéntico. Durante días no comí, no dormí, sólo lloré, y no solo por mi madre.
Anunciamos a mi prometido el fallecimiento de mi madre. Villanueva se presentó en nuestra casa justo una semana antes de la fecha prevista para nuestra boda en compañía del párroco. Yo estaba decidida a guardar los preceptivos dos años de luto por mi madre, pero ni mi padre, ni el capitán, ni el párroco aceptaron mi decisión y acordaron que lo mejor era celebrar el casamiento en la fecha prevista sin festejos de ninguna clase. Y así fue, el segundo sábado del mes de septiembre, a las ocho de la mañana, vestida de negro de los pies a la cabeza y sólo unos días después de enterrar a mi madre, me convertí en la señora de Villanueva.”
La anciana paró de hablar y el silencio se hizo en la habitación. El sacerdote se quedó desconcertado durante unos segundos, hasta que la mujer abrió los ojos de nuevo. Le pidió que la incorporara un poco más, y cuando se hubo acomodado reanudó su crónica donde la había dejado.
_”No sé que idea tenía del matrimonio, pero fuera cual fuera, estaba equivocada. De la iglesia nos trasladamos directamente a la casa, y mi esposo decidió consumar el matrimonio inmediatamente. No hubo palabras dulces, ni caricias tiernas, ni delicadas maneras; todo aquello que había leído en las cartas desapareció como papel mojado. Me convertí en la esclava de mi marido, siempre atenta a sus órdenes, siempre complaciente, y sobre todo asustada, pues ya aquel primer día de casados recibí mis primeras bofetadas. "
martes, marzo 25, 2008
Puesta de sol entre nubes
¡Y pensar que ya estamos en primavera, con el frío que hemos pasado esta Semana Santa!
Es increíble, el día 1 de Marzo yo estaba en la playa, tomando el sol, e incluso atreviéndome a darme un remojón en la orilla, y tan sólo tres semanas después, cuando la cronología ya había marcado la llegada de la primavera, la meteorología nos sorprende con una brusca bajada de las temperaturas, e incluso con nieve. El clima está tan loco como nosotros.
miércoles, marzo 19, 2008
Bienvenida, señorita primavera!!!
sábado, marzo 15, 2008
Fallas 2008, falto yo.
Hoy es el gran día, hoy oficialmente empiezan las fallas, la fiesta valenciana por antonomasia, la celebración del color, la luz, la música, la alegría, la calle, el sonido, de las flores, de la primavera, de la renovación,de la belleza, de la crítica, de la ironía, de tantas y tantas cosas... y yo este año tengo que vivirlas desde la lejanía.
Todo el que me conoce sabe que me encantan las fallas y el ambiente fallero, pero odio las aglomeraciones, sobretodo cuando van acompañadas de más grados de alcohol de la cuenta, grandes dosis de ignorancia, grosería, descontrol y todo lo que va a conllevar el que de por sí unas fiestas multitudinarias coincidan con la Semana Santa, y Valencia se vaya a convertir en el destino favorito de miles de personas con ganas de juerga. A todos ellos les recuerdo que la utilización del vehículo propio es una estupidez, porque gran cantidad de calles se cortan por la plantá de los monumentos y por las carpas de los casales, las cordás de las tracas, los escenarios de las orquestas, etc., además, las fallas, para vivirlas de verdad hay que disfrutarlas desde primera hora y a pie (y este año más, porque habrá huelga de autobuses y suburbano).
Pero, eso no me va a impedir comentarlas, porque, aunque físicamente no esté allí, y no pueda vivir las mascletás que tanto nos gustan, los pasacalles, los castillos, la ofrenda y todo lo que acompaña a la fiesta, sí puedo hablar de los monumentos, de las fallas en sí propiamente dichas.
Tengo que reconocer que algo ya había visto, y es que estuve en la exposición del Ninot Indultat. Mis previsiones, y mi voto, han coincidido plenamente con la decisión de los visitantes. Como en la edición anterior el ninot que se salvará de la cremá este año pertenece a la falla de Convento Jerusalén, y nuevamente se hace un homenaje a un gran artista valenciano, en este caso a la insigne doña Concha Piquer; el conjunto recibe el título de "Lección de canto" y el artista nuevamente es Paco López Albert y el escultor Toni Ramos. El conjunto, dotado de un realismo increíble, presenta a una doña Concha ya en época madura, cuando se había retirado de los escenarios, vestida con un traje negro ribeteado con encajes y adornada elegantemente con un mantón de manila. A la artista la acompañan una dulce fallerita, alzada sobre uno de los famosos baúles de la Piquer, que aprende a cantar "La Maredeueta" y se acompaña de un joven fallero que porta en su brazos a la Virgen de los Desamparados. Desde luego, yo lo tenía muy claro, al menos dentro de la Sección Especial, porque en la Sección Primera A, la división de plata, al homenaje a la Piquer le había salido un duro competidor, el conjunto de la falla de Quart-Palomar, una bellísima valenciana vestida de fallera con paraguas y cesta de huevos para las monjas clarisas que quedó en segundo puesto y con muy poco margen. Creo que, y por lo visto en la exposición y en algunos bocetos, aunque esta falla pertenezca a la categoría de plata, merecerá la pena verla, ya que en la sección infantil también presentaron un conjunto que recibió numerosos votos y, que igualmente quedó muy bien posicionado, aunque el indulto infantil fue para la falla menor de la comisión Exposición-Micer Mascó y su homenaje a "Els xiquets de la replegà", obra del artista Joan Blanch .
De todos modos, no sé qué pasa, que raramente coinciden los premios del público con los premios otorgados por un jurado formado por miembros del Gremio de Artistas Falleros y por miembros de Junta Central Fallera, ya que ellos, en la Sección Especial premiaron al conjunto presentado por la Comisión de Nou Campanar, que, aunque mucho más grande que los demás, a mi juicio, no era merecedor del premio. Con el resto de los premios, en su mayoría estoy de acuerdo con este jurado, sobretodo en la Sección A que ya he comentado y en la Sección 5ª B, Avda. Burjasot-Joaquín Ballester, más que nada, por lo que me toca de cercana.
En cuanto a la otra quiniela, la importante, creo que el Primer Premio inevitablemente irá a parar a la Falla de Nou Campanar, que este año ha cambiado de escenario y que actualmente se ubica en las confluencias de las calles Pedriatra Jorge Comín y Hernández Lázaro. La comisión que preside Juan Armiñana a invertido este año nada más y nada menos que 900.000€ en un monumento, llamado "Quant de conte", del artista Pedro Santaeulalia, de una altura de 28 metros, con nada más y nada menos que 26 remates y más de 200 ninots, de los cuales, este año, tanto mayores como infantiles, arderán la noche de San José. Nuevamente Juan Armiñana y su falla entrarán en la historia como la falla más grande jamás plantada, y seguirán batiendo récords. No le resto mérito a la obra de Santaeulalia, pero, con un presupuesto tan disparatado, no hay, ni habrá, quién les haga sombra.
La verdadera batalla se plantea por el segundo puesto, para el que en las quinielas se dan como favoritas a Convento Jerusalén, con su "Hagan fuego,señores" y Exposición-Micer Mascó,con "Fent Historia", aunque este año podría volver a entrar en el bombo la Plaza del Pilar, todo depende del jurado.
Exposición, con nuevo artista, Pere Baenas y el lema "Fent Historia" presenta nuevamente una falla de concepto más moderno, dominada por los volúmenes y los colores suaves, mientras que Convento Jerusalén, más tradicional, vuelve a presentar un monumento de corte y concepción más clásica, de colores intensos e imágenes estilizadas y más realistas, que en algunos casos caen un poco incluso en la ñoñería, pero, para qué voy a negarlo, que a mí me gusta más.
Como ya he comentado, por lo que he podido ver hasta ahora, Plaza del Pilar parece volver a tener aspiraciones, tal vez no para un segundo, pero casi, pues este año ha erigido un monumento clásico, de figuras atractivas y con colores realistas, atractiva y entretenida, aunque en el podium también podría estar Sueca-Literato Azorín, que como siempre es un cita obligada, ya que vuelve a revalidar su título de mejor iluminación, pese a las protestas de algunos vecinos, vamos, lo de todos los años.
Lo que sí se conoce ya son los premios infantiles, y Exposición ha conseguido arrebatar en la categoría menor el premio a Nou Campanar, pero dudo mucho que en la mayor pueda hacer otro tanto.
Bueno, por hoy no comentaré nada más de las fallas. Espero no equivocarme mucho en mi particular quiniela, y desear a todos los que allí están que las disfruten lo mejor posible. Cuidado con el alcohol, los carteristas y los que tiran petardos sin mirar.
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