UN LUGAR PARA SOÑAR

UN LUGAR PARA SOÑAR
puesta de sol en la Alhambra

jueves, octubre 30, 2008

Atentado de ETA en la Universidad de Navarra

Hace unos minutos, exactamente a las 10:58 un coche bomba ha estallado en el parking de la Universidad de Navarra, frente a la Biblioteca de la Facultad de Comunicación. Los terroristas han actuado sin previo aviso contra una institución académica y cultural, porque para ellos, que ya han perdido toda la razón, cualquiera es un en enemigo.
Seguramente en su extraña lógica lo han hecho para reclamar un territorio que ellos creen que les debería pertenecer... pero, ¿quién quiere pertenecer a un grupo de desalmados, violentos, irracionales, terroristas, extorsionadores y asesinos? ¿Qué pretenden atacando una institución académica? ¿A quién quieren convencer con sus técnicas mafiosas y asesinas?
Cuando la razón está perdida, los cobardes, ignorantes, brutos y desalmados sólo saben utilizar el lenguaje de la violencia, y son capaces de actuar a la desesperada contra cualquiera. Quizás tienen miedo de que esos jóvenes que hoy están preparándose en la Universidad, mañana sean capaces de actuar con lógica y con palabras contra ellos, y puedan desarmarles y hacer comprender al mundo entero de que no existe ninguna lucha, ninguna razón para ETA, que son simplemente unos asesinos fanáticos, unos violentos cobardes e ignorantes que no saben vivir más que a costa del miedo de los demás.
Todos somos enemigos de ETA, cualquiera que no piense como ellos es un blanco potencial. Ellos no quieren paz, ni diálogo, ni nada parecido, porque eso significaría su desaparición y su integración en una sociedad pacífica y democrática. Ellos viven del terror, y lo seguirán haciendo mientras la sinrazón sea su motor.
¿Quién va a ser vuestro próximo objetivo? Ya no tenéis nada que reivindicar, sólo sabéis poner bombas y salir corriendo, porque sólo sabéis destrozar, sois incapaces de crear nada positivo. Estáis durando demasiado, ojalá un día dejen de temeros y se atrevan a acabar con vosotros, aunque sea con pasamontañas, detrás de una esquina y por la espalda, como vosotros nos habéis enseñado.

miércoles, octubre 29, 2008

La mujer del hielo

Dicen que cuando estás a punto de morir toda tu vida pasa por tu mente en un instante. Ese no fue mi caso, tampoco vi la luz blanca al final del túnel, ni nada de eso que habitualmente se cuenta. Cuando recibí el golpe en la cabeza sentí un profundo dolor y un fuerte escozor, y unos segundos después noté algo viscoso y caliente que empapaba mi cabello y se deslizaba por la nuca hacia la espalda, después se hizo la oscuridad, aunque aún podía oír, oler y sentir el movimiento. Después, cuando me arrojaron al agua noté el frío, como las piernas se me iban inmovilizando, como me hundía sin poder evitarlo, como los latidos de mi corazón se iban ralentizando, como iba perdiendo los sentidos poco a poco, hasta que dejé de sentir.

No sé cuanto tiempo permanecí así, ni quién me rescató, no recuerdo nada de eso. Sólo sé que un día, de repente fui consciente de estar en una cama, rodeada de tubos, cables y máquinas, que las enfermeras me cambiaban de posición cada cierto tiempo, que me lavaban una vez al día, cambiaban mis sábanas y de cuando en cuando me observaban y hacían algún comentario.

Estaba en un hospital y estaba en un coma profundo. Según decía el personal sanitario, no había ninguna esperanza para mí, pero, al ser una desconocida no identificada, no podían desenchufarme.

Pasó un tiempo hasta que me di cuenta de que ellos no hablaban en mi lengua, pese a todo yo les entendía perfectamente. Incluso entendía a una de las señoras de la limpieza que, en otro idioma, solía cantar tristes canciones de desamor y me llamaba la mujer del hielo. A veces, mientras limpiaba, aquella mujer me contaba cosas de su triste vida de emigrante.

De pronto, un día, empecé a recordar. Había salido de España dos días antes con destino a Hungría, a Budapest, para después viajar a Viena para descubrir el esplendor del viejo imperio Austrohúngaro. No era la primera vez que viajaba sola, de hecho, desde hacía cinco años solía reservar al menos una semana para disfrutar del placer de hacer turismo internacional en solitario y a mi ritmo. Por supuesto no hablaba ni una palabra de húngaro, pero con mi inglés, mi poco francés y mucha buena voluntad, cualquier destino es accesible.

Aquel día, tal vez apabullada por la monumentalidad del Budapest histórico, majestuoso, preciosista y melancólico, decidí adentrarme en búsqueda de la realidad húngara. Todos me dijeron que Hungría en general, y Budapest en particular, era uno de los lugares con más baja criminalidad de Europa, así que no tenía nada que temer. Bien abrigada y pertrechada con mi cámara, crucé el puente de la emperatriz Isabel sobre el amarillento Danubio y me adentré callejeando en la parte más oriental de Pest. Cuanto más me alejaba del Danubio, más sórdida se iba haciendo la ciudad. El sol se fue ocultando y la temperatura descendió bruscamente. Estaba cansada, aterida de frío, sólo quería volver al hotel, y anduve en busca de una parada de autobús, de tranvía o un taxi. Tres hombres se me acercaron, se ofrecieron a ayudarme y a acompañarme hacia una parada de autobuses. Nunca llegué a la parada. En una de aquellas callejuelas me golpearon en la cabeza y me robaron todo lo que llevaba; al perder el sentido se asustaron, y decidieron tirarme en el pequeño lago semihelado de un cercano parque.

Los días se sucedían en aquel hospital. Yo quería hablar, quería moverme, hacerles ver que seguía viva, que estaba despierta, pero mi cuerpo no respondía. Un día oí decir a una de las enfermeras que iban a dejar de alimentarme, que estaba costando un dineral al hospital, y que no podían seguir manteniendo eternamente a la extranjera desconocida. Esa misma noche la limpiadora se sentó unos minutos a mi lado. Como otras veces empezó a hablar, se sentía fracasada, no soportaba la tristeza y la añoranza de los suyos y volvía a su país, porque no soportaría volver a entrar en la habitación y no ver más a la única persona que durante casi un año la había escuchado, su mujer del hielo, la que la había echo mantener la esperanza con la expectativa de verme un día despertar. Noté sus lágrimas y un beso que depositó sobre mi mejilla, y mi mente empezó a verlo todo más claro. Me iban a dejar morir, me iban a desconectar, pero yo estaba viva, podía oír, oler, sentir el tacto, podía pensar, incluso con mucha más claridad que antes. Tenía que luchar, tenían que descubrir que estaba viva.
Hice grandes esfuerzos por abrir los ojos, por emitir sonidos, por mover mi cuerpo, y, de pronto se obró el milagro: moví mi brazo izquierdo y lo llevé hasta la cara de aquella mujer. Abrí los ojos y conseguí ver una imagen diluida de su rostro.
La conmoción fue grande en el hospital. Decenas de médicos y enfermeras acudieron a la habitación. La mujer del hielo había despertado de su largo letargo. Quería hablar, pero mi garganta estaba atrofiada y ocupada por un tubo. Movía mi mano izquierda en el aire y parpadeaba intentando hacerme entender. Repentinamente fui consciente de otra realidad: mis piernas habían desaparecido, ya no estaban, y todo el lado derecho de mi cuerpo estaba totalmente inerte. Empecé a hacer grandes aspavientos y conseguí quitarme algunos cables. Los médicos hablaban en su lenguaje técnico a mi alrededor, pero, por algún motivo desconocido, yo les entendía perfectamente.
Durante varios días me hicieron todo tipo de pruebas y exámenes. Al final del día mamá Svetlana, la limpiadora, entraba a mi habitación con una sonrisa y se sentaba a mi lado para hablar un rato conmigo. Un día mi garganta fue capaz de emitir sonidos y en un lenguaje que para mí resultaba completamente extraño, ruso, conseguí mantener una fluida conversación con ella.
El neurólogo no daba crédito, era capaz de entender y hablar perfectamente en ruso y en húngaro, dos idiomas que desconocía. Hizo una prueba más, llamó a un residente, un turco; al principio me costó entenderle, pero tras unos minutos, estaba en agradable charla con él. Era increíble e inexplicable.
Hace unas semanas me han dado el alta y he vuelto a España, y me he traído con migo a Svetlana. He perdido mis piernas, la movilidad de mi brazo derecho y la visión de un ojo, pero, a cambio he recibido un don que nadie puede explicar. En pocos minutos soy capaz de entender cualquier lengua viva o muerta, y de hablarla con bastante corrección. También he desarrollado una capacidad especial para entender otros lenguajes, como la música, el lenguaje informático, el lenguaje de sordos, la telegrafía. Además mi cerebro, dañado por el golpe, es capaz de retener, archivar y explicar cualquier dato, soy como un gran ordenador viviente.
Nunca vi pasar mi vida en imágenes, ni vi la luz al final del túnel, porque nunca estuve cerca de la muerte, el hielo conservó mi cerebro dañado y le dio unas capacidades extraordinarias que me han proporcionado una nueva vida llena de posibilidades.

viernes, octubre 17, 2008

El Corte inglés realiza publicidad engañosa

Sí señor@s sí, el Corte Inglés, los grandes almacenes más importantes y prestigiosos de España, mal que nos pese así es, se dedican a hacer publicidad engañosa. ¿O acaso su lema no es -y ha sido siempre- "si no queda satisfecho le devolvemos su dinero"? Pues ese eslogan tan machacón con el que llevan años taladrándonos el cerebro y que resulta ser su razón de ser, el motivo por el que al final millones de españolitos terminan comprando allí, es una falacia. Y, lo digo con total conocimiento de causa, y además la voy a compartir con todo aquel que se digne a leer este post.
Hace unos días una íntima amiga celebra su cumpleaños, y recibe numerosos regalos, entre ellos, dos que no son de su total agrado y que vienen con un ticket regalo del Corte Inglés, para, se supone, que pueda cambiarlos por lo que ella desee. Esta amiga se dirige a uno de los citados centros con el ánimo de cambiar estos regalos, y, no encontrando nada que le encaje en su gusto solicita la devolución económica para poderse comprar lo que ella quiera en otro establecimiento. Y aquí viene el problema. El Corte Inglés no pone ninguna objeción, simplemente le entrega una tarjeta regalo para que pueda hacer otra compra en cualquiera de sus establecimientos. Pero lo que ella quiere es el valor de estos regalos en metálico para gastarlo como y donde buenamente quiera, mientras que el Corte Inglés alega que es su política de empresa y que como las compras se realizaron a través de una tarjeta de compra del citado establecimiento, la devolución del importe debe hacerse únicamente a través de la tarjeta del comprador o, dado que tiene un ticket regalo, en una tarjeta regalo. Por más que de manera razonable se intenta hablar con el departamento de atención al cliente, los encargados no dan su brazo a torcer, y como mucho alegan que este tipo de tarjetas no tienen caducidad alguna y que pueden emplearse en todos los departamentos, pero, dado que ella no es la titular de la tarjeta que realizó la compra, no le reintegran el importe de estas compras, que ascienden a 100€.
Mi amiga, frustrada e impotente se vuelve a casa con los regalos, y, unos días más tarde vuelve a otro centro del Corte Inglés, devuelve las compras, le dan dos tarjetas regalo por un importe total de 100€ y decide comprar con ellas un electrodoméstico que necesita, aún sabiendo que en cualquier otro establecimiento ese mismo aparato va a ser mucho más económico. Pero, el Corte Inglés no tiene el producto y la marca que ella solicita, y, después de consultar en otros centros, se comprueba que efectivamente, el Corte Inglés, ese gran almacén que tiene todo, no trabaja con ese producto (estamos hablando de una escoba eléctrica de la marca Philips, un producto que en cualquier tienda de electrodomésticos está disponible por un precio de entre 100€ y 130€).
Ante esta situación decidimos dirigirnos de nuevo a Atención al Cliente para que se haga efectiva la devolución en metálico del importe de los tickets. Nuevamente una señorita nos explica que la política del centro es devolver el dinero de la misma manera que se efectuó la compra, y que si ésta se hace a través de tarjeta únicamente puede cargarse la devolución a la tarjeta utilizada o en tarjeta regalo. Mi amiga sigue exponiendo que no quiere una tarjeta, si no dinero en metálico para gastarlo como y donde guste, y, argumenta que si se trata de un regalo, si la devolución se hace en la tarjeta del comprador ella no disfruta de su regalo ni del importe de este. Además, coincide que la persona que efectuó el regalo ni si quiera vive en la misma provincia. La discusión va creciendo como una bola de nieve; cada vez aparecen más señoritas uniformadas, que con sonrisita irónica, y sabiéndonos cargadas de razón siguen utilizando el argumento de la política de empresa.
Pedimos hablar con un responsable. Nos meten en un despacho, alejadas de los posibles compradores (que se podían contar con los dedos de las manos) y el responsable se hace de rogar y aparece casi 20 minutos después. Cuando le llamamos la atención por este hecho nos tacha de mentirosas y nos dice que la demora ha sido mínima y, además, que no piensa permitirnos que hablemos en el tono que lo estamos haciendo. Volvemos a exponer todo nuestro razonamiento, y ella vuelve a la carga con el tema de la política de devolución en la forma que se realizó la compra. Nos dice, además, que existen unas normas que no se pueden saltar, para, acto seguido, decirnos que las normas se saltan. Todas menos la de devolvernos en metálico el importe de una compra que alguien ya ha abonado al Corte Inglés, eso sí, con una tarjeta del propio establecimiento.
La discusión sigue. La responsable no da su brazo a torcer, por más que le digamos que el dinero ya ha sido abonado del banco al Corte Inglés y que si la política es la de que si el cliente no queda satisfecho devuelven el dinero, esta no se está cumpliendo. Tras un buen rato, la responsable de Atención al Cliente nos hace una propuesta: como mi amiga no tiene tarjeta del establecimiento, propone hacer un abono en mi tarjeta, de manera que yo, en futuras compras, pueda descontarme el importe de los tickets. Está claro, con tal de no perder dinero, por poco que sea, el Corte Inglés está dispuesto a hacer un abono en una tarjeta del establecimiento a una tercera persona que no tiene nada que ver en el asunto.
Como es lógico, no aceptamos la propuesta, y nos volvimos a casa indignadas, maltratadas, sin dinero y sin mercancías, eso sí, con los tickets, mientras el Corte Inglés se quedó con sus artículos que pondrá de nuevo a la venta y con 100€ de más.
Así, que ya sabéis: a no ser que paguéis en metálico, el Corte Inglés no os va a devolver el dinero, y mucho menos si se trata de un regalo para un tercero.
¡Cuánto tiempo ha pasado desde mi último post! Y la cantidad de cosas que han sucedido en este periodo...
La última vez que escribí, los españoles estábamos eufóricos tras haber ganado la Eurocopa de fútbol, y ni si quiera nos preocupábamos de esa crisis económica que el Gobierno se empeñaba en negar con eufemismos tales como proceso de desaceleración económica y que hoy es una realidad a nivel mundial. En lo deportivo soñábamos con hacer un buen papel en las olimpiadas en China, y, aunque no fue así, disfrutamos con la Selección Española de Baloncesto, con Rafa Nadal, con los ciclistas, las chicas de natación sincronizada, el balonmano, los regatistas y los piragüistas, mientras fracasábamos estrepitosamente en atletismo.

La burbuja inmobiliaria explotó finalmente, y la crisis y el paro llegaron de verdad, como en el cuento de Pedro y el lobo, pero, como siempre, las playas se llenaron de veraneantes y turistas, los bares siguen estando llenos y los fines de semana las carreteras vuelven a colapsarse.

Un avión estalló al despegar y practicamente todo el pasaje falleció; se rasgaron las vestiduras, el panico surgió y a la gente pareció olvidársele que anualmente el número de víctimas de la carretera es mucho más elevado, y que el avión sigue siendo el medio de transporte más seguro.

Los malos tratos y la violencia machista han seguido durante estos meses, pero algo ha cambiado. Un hombre permanece aún hospitalizado por enfrentarse a un maltratador, mientras la presunta víctima se enriquece de plató en plató defendiendo a un agresor y queriendo culpabilizar a un buen ser humano. Las televisiones siguen haciendo negocio con las miserias de los más miserables.

El verano llegó y pasó. Aunque no lo parezca por las temperaturas, estamos en otoño, un otoño que se instaló en nuestras vidas con lluvias, tormentas e inundaciones, cosas de la gota fría.

En cuanto a mí... poco ha cambiado. La familia aumentó con la llegada de una nueva princesa. La familia y los buenos amigos siguen estando a mi lado, los que no lo eran tanto, han desaparecido, al menos de momento. Sigo pariendo miles de ideas y proyectos; algunos se quedan en el camino, en otros me empecino y sé que saldrán adelante, aunque con esfuerzo.

En general puedo seguir diciendo que soy moderadamente feliz y tremendamente afortunada de tener a mi lado a los que tengo, y que, aunque a veces, nubarrones grises que no son del otoño se instalan en mi alma, sigo peleando intentando no caerme.