UN LUGAR PARA SOÑAR

UN LUGAR PARA SOÑAR
puesta de sol en la Alhambra

sábado, diciembre 29, 2007

Emigrante por miedo

Hubo un tiempo, entre finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX que la emigración hacia Amérca en nuestro país fue una constante; multitud de aldeas, pueblos y ciudades, especialmente del norte de la península conocieron bien aquel movimiento migratorio en busca de fortuna.

El personaje de mi anécdota, completamente real, se convirtió sin querer en uno de aquellos emigrantes. El no tenía ninguna intención de serlo, de hecho, había desarrollado una prometedora carrera en España como crítico taurino, y sus crónicas eran publicadas en varios diarios del país. Durante la temporada se dedicaba a seguir a los toreros de plaza en plaza por toda la piel de toro, viajando en tren o en los autobuses conocidos como "correos".

Sucedió que le surgió la oportunidad de seguir a alguna de las grandes figuras de la época en la temporada taurina americana; era una gran ocasión que no se podía despreciar, y aceptó el trato. Su familia fue a despedirle al aeropuerto, e incluso se hicieron juntos una última foto junto al aparato en el que iba a cruzar el Atlántico.
Jamás un hombre pasó tanto miedo en una travesía como el protagonista de mi historia, que durante casi veinte horas se aferró a su asiento y soportó el ruido de las hélices, los vaivenes, las sensaciones más diversas, intentando guardar la compostura ante aquellos hombres a los que criticaba por sus faenas en la plaza, e incluso en alguna ocasión llamaba cobardes por no acercarse más al toro.
Cuando por fin el avión aterrizó en Méjico, besó el suelo y se juró a sí mismo que nunca más volvería a montar en uno de aquellos cacharros infernales, y así fue. Nunca regresó a España por el miedo que tenía a volar, y aquí se quedó su familia, separada por un inmenso océano de agua y miedo.
En Méjico se convirtió en corresponsal de los diarios españoles, pero nunca volvió a montar en un avión, y tampoco reunió el dinero suficiente para poder pagar los pasajes a su familia. Y allí se quedó, echando de menos su país, pero incapaz de regresar a él si no le ponían una carretera o una vía ferroviaria por la que volver.

Visiones artísticas


Este mes de Diciembre he aprovechado el tiempo libre para, entre otras cosas, ver dos exposiciones pictóricas muy distantes entre sí en el tiempo y el espacio, pero a su vez con interesantes puntos en común, en especial, la luz, y más concretamente, la luz del Mediterráneo.

Me estoy refiriendo a dos pintores muy distintos, el maestro Sorolla y Michele del Campo, del que creo que ya he hablado en alguna ocasión en el blog.

Sorolla. Visión de España

La exposición que actualmente puede verse en Valencia, en el edificio de Bancaja, son los murales que el pintor valenciano pintó por encargo para la Hispanic Society, una oportunidad única de contemplar estas pinturas. Es un recorrido tópico por una España decimonónica, aunque ya se pintaron en el siglo XX, y aunque Sorolla evitó tratar temas más folclóricos y retrató también temas sociales, como la pesca del atún de Ayamonte, o el pescado de Cataluña, puede hacerse un recorrido por la piel de toro en la que se destacará lo más "castizo" de cada zona.

En cada uno de los murales el maestro de la luz ha sabido plasmar el color de sus cielos de una manera diferente; los luminosos azules de Cataluña, Valencia y Elche; el cielo casi invernal del montaje mesetario de Castilla y la fiesta del pan; los grises de Guipúzcoa; el primaveral que se cuela entre las hojas en Galicia y la luminosidad que casi daña al espectador en Andalucia, especialmente en la última tela que pintó, Ayamonte, la pesca del atún, donde el reflejo del sol en el mar es tan realista que llega a dar la impresión de cegar.
Por supuesto hay que destacar en esta exposición la variedad de ropas y telas que retrata y el realismo con el que las plasma. En La fiesta del pan se pueden observar más de 40 modelos diferentes de trajes típicos de cada una de las regiones que recorrió para pintar este gran mural,y en algunos casos el detallismo es tal que se percibe la pesadez de las telas, la riqueza de los adornos, la complejidad de las joyas, las diferentes texturas de los terciopelos, las lanas, el algodón de las camisas, la seda de las medias y los pañuelos, la arpillera, los bordados... Este mismo detallismo en los vestidos puede comprobarse en Aragón, La jota y en Extremadura, El mercado.

No se puede destacar un sólo cuadro en concreto, pero, si tuviera que hacerlo me quedaría con Ayamonte, La pesca del atún, último cuadro de la serie, y, seguramente también último cuadro que terminaría Sorolla. En él la luz, el movimiento, el realismo, el esfuerzo son notorios. Es un cuadro lleno de realismo y a la vez de impresionismo, con pinceladas más largas, menos acabadas en el detalle pero que transmiten toda la esencia de la pintura de Sorolla.

La exposición podrá visitarse durante casi todo el año 2008 en Valencia, y posteriormente viajará a Madrid, Barcelona y Bilbao.

Michele del Campo

A Michele tal vez todavía no se le pueda considerar un maestro, pero todo se andará. Llevo siguiendo a Michele y su obra varios años, desde que coincidió estudiando en Dundee, Escocia, con mi hermana Azucena, y he notado a lo largo de estos años una evolución en él que me encanta y que presagia un gran futuro.



Michele es el pintor de lo cotidiano. Sus grandes lienzos plasman momentos únicos, pero que vemos a diario en nuestras calles, en nuestras playas. Su técnica se ha ido depurando cada vez más consiguiendo imágenes hiper realistas en las que destaca un colorido alegre y vivaz y una luz única, una luz Mediterránea, por mucho que ahora pinte desde su estudio de Madrid, la luz de su Italia y de Valencia siguen estando presentes en sus grandes murales.

Mucho ha evolucionado desde que pintara sus primeras obras desde una perspectiva con la altura casi de un niño, evitando las caras de sus anónimos modelos. Ahora su obra está plagada de rostros, a veces anónimos, a veces inventados, siempre juveniles y alegres, y los pequeños detalles y los fondos son cada vez más realistas. En esta última exposición los fondos de calles con grafittis cobran más protagonismo que las deliciosas tiendas que pudimos ver en la anterior, y su obra se ha vuelto más urbana, apenas aparecen playas, aunque hay un cuadro que plasma perfectamente las dunas de la playa del Saler.


La exposición puede verse en la Galería de Jorge Alcolea, C/ Claudio Coello 28 de Madrid, hasta el próximo día 10 de Enero y, si podéis, es algo que no deberíais perderos.

PD.:Si alguien quiere hacerme un buen regalo de Reyes, las paredes de mi casa admiten cualquiera de los cuadros de Michele.


jueves, diciembre 20, 2007

como me transformo en Susan Sarandon

Dicen que me parezco mucho a Susan Sarandon, y yo siempre respondo que no encuentro tal parecido, aunque a partir de ahora voy a tener que creérmelo. Compruébalo por ti mismo.



miércoles, diciembre 19, 2007

Pasadas por agua (... por fin sol)

3º Parte
Los fines de semana, incluso los pasados por agua, acaban en domingo, el nuestro también, y es el día en el que hay que regresar a la realidad habitual.

El domingo nos levantamos con una pequeña resaca y mucho sueño, y, con un sol espléndido y radiante, una luz que hacía daño a la vista. ¡Hay que joderse, el día que toca recoger los bártulos para volver a casa, el cielo brilla sin una sola nube a la vista!

Aprovechamos la mañana para pasear por el centro de la ciudad y por gran parte del cauce del Turia, y, como no, por la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Tomamos el sol, mientras paseábamos por una ciudad, que, aún llena de charcos, recobraba su brillo, su tranquilidad y su gente.
Pero, como ya digo, no dio para mucho más, porque había que regresar.
Por cierto, ellas se marcharon y el sol siguió brillando con una temperatura casi veraniega toda la semana.

La Navidad ya no es lo que era

Ya está aquí, ahora, ya sí que sí, estamos en la semana de la Navidad; lo que ocurre es que yo he tardado en reaccionar más que otras veces, porque ya no es lo que era, por mucho que nos lleven dando la lata todo el mes con villancicos, anuncios de fragancias, langostinos, decoraciones navideñas y demás zarandajas. Yo he echado en falta a los clásicos: al calvo de la lotería, con su melancólico anuncio en blanco y negro y el soniquete del vals; el posado navideño en la portada de Hola! de Isabel Preysler con todos sus hijos, o a la misma Isabel anunciándome los bombones dorados; el anuncio de turrón de "vuelve, a casa vuelve" que este año aún no he oído por ninguna parte, tal vez porque ya no haya quien tenga que volver a casa, si no a quien echar de casa...; la jamona embutida en un traje de cuero que busca desesperadamente a Jaks, aunque sólo en Navidad; ¿dónde se han escondido las burbujas doradas del cava?; incluso echo de menos a Edu, llamando a todo el mundo para desear feliz Navidad y a Rodolfo diciendo aquello de "lleváme a casa", y, sobretodo, a Martes y trece, que las Navidades sin ellos no han vuelto a ser las que eran.
¿Cómo quieren que nos contagiemos de espíritu navideño si nos quitan a los clásicos? Ahora para descubrir que estamos en adviento tengo que fijarme en las fachadas en las que, por doquier, desde hace un mes, un tipo vestido de rojo hace esfuerzos ímprobos para colarse por la ventana o el balcón. Que esa es otra, hemos adoptado un personaje que nada tiene que ver con nuestra cultura, y, como aquí no tenemos chimeneas, pues le hacemos entrar por el balcón.
Será que me estoy haciendo mayor, pero, esto ya no es lo que era.

miércoles, diciembre 05, 2007

Como elegir un buen amante

Este post va dirigido a una amiga que lleva mucho tiempo sin pareja, y por ende en el dique seco.

A menudo hablamos del tema, porque últimamente está un poco, como decirlo, desesperada, y, en esta cuestión yo tengo una teoría. Nada que ver con el mito del tamaño de los pies o de las narices, porque, aunque el tamaño tiene su relativa importancia, de nada vale si no se sabe utilizar. Además, no existe ninguna relación entre unas extremidades y otras.

No, mi teoría es otra bien distinta: para saber si un hombre será bueno en la cama hay que verle bailar antes. Si en la pista de baile es un patoso, incapaz de coordinar manos y pies, soso, o no tiene gracia alguna moviendo las caderas... más vale que te olvides de él, a no ser que estés dispuesta a sacrificarte en aras de su beneficio, o que te contentes con otras prácticas. Ahora bien, si te encuentras con un hombre que sepa llevar el ritmo, que se acople bien a ti bailando, que sepa mover decentemente las caderas, aunque no sea un experto bailarín, aunque desconozca los pasos de baile... nena, vete a por él, que seguro que el éxito en la cama estará garantizado.

Ya, ya sé que no es lo único, pero supongamos que has conocido a un chico que te resulta atractivo, que te hace reír y con el que estás a gusto. Llega el momento de dar el paso siguiente. Primero, deberás probar cómo besa. Si es de esos que te lavan la cara para darte un beso, yo lo descartaría, aunque hay a quien le gusta. Lo mismo digo si son de esos que te meten la lengua hasta la garganta y no te dejan respirar, o de los que sólo conocen un tipo de beso, que son aburridos y poco imaginativos. Del tema besos hay mucho para hablar, pero no es esta la cuestión, además, seguro que sabrás distinguir rápidamente a un buen besador de uno que no lo sea.

Por desgracia, un buen besador no siempre garantiza un buen amante, así que deberás pasar al segundo paso: la música.

Yo tengo mi propia selección, a base de un poquito de jazz, algo con saxo,un blues, tal vez un poco de bossa nova, de swing, algún tema de Sinatra, de Gershwin, de Aretha, de Bublé, Fever o This boots are make for walkin... tampoco hace falta mucho más. Si con esta música no se mueve con elegante cadencia y no se pone un poquito tontorrón, mejor que te despidas.

Claro, que el baile tampoco te garantiza un buen amante, aunque ayuda, pero si el chico en cuestión es un egoísta y no sabe jugar un poco, todo lo anterior está de más.

De todos modos, chicas, si el muchacho en cuestión os ha gustado, aunque esa primera vez os haya decepcionado en la cama, os recomiendo que le deis una segunda oportunidad, porque a veces la sorpresa puede ser muy grata, pero nunca una tercera, que ya no estamos para enseñar a nadie, y que vuestro tiempo y vuestro gozo, valen su peso en oro.

Por cierto, esta teoría no es aplicable a las mujeres, pues la mayoría sabemos oscilar nuestras caderas perfectamente, no hay más que vernos caminar sobre tacones (... y que conste que yo soy muy sensual bailando, y no digamos nada andando sobre tacones y con falda estrecha).

lunes, diciembre 03, 2007

Pasadas por agua (LA P... GOTA FRIA SIGUE)

2ª Parte
Sábado por la mañana. Los despertadores han sonado y corremos como locas a la balconada a ver el cielo. Ha dejado de llover, Valencia está mojada, gris, húmeda y oscura, pero nos conformamos, y tenemos esperanza de que la lluvia sea ya un recuerdo pasajero y el sol pueda abrirse camino en un día tan gris como este.

Desayunamos abundantemente para coger fuerzas ante el largo y completo día que nos espera. La primera parada va a ser, como no, la playa, y, para ir bien equipadas hay que llevar los biquinis puestos. ¡Optimistas! Como no me lo creo soy la única que sal de casa sin él.

Salimos de casa con grandes dosis de energía y esperanza, y con una bolsa de más de 1 kilo de golosinas variadas, y tomamos el autobús que en pocos minutos nos dejará de nuevo en la playa de la Malvarrosa. De todos modos, no nos fiamos totalmente y llevamos los chubasqueros y los paraguas por si acaso.

Decidimos dar una vuelta por el Puerto, donde meses atrás se ha celebrado la America`s Coup, especialmente por el edificio Veles e Vents, emblema de la citada competición y un lugar donde por las tardes y noches se puede disfrutar de un buen ambiente además de buenas vistas. Accediendo al edificio se levanta una ráfaga de aire húmedo acompañado de grandes gotas de agua. Bueno, puede ser un mal presagio, pero vamos a pensar que sólo ha sido un recuerdo de la pasada noche.

Paseamos por las cubiertas de las plantas del edificio, disfrutamos de las vistas, nos hacemos fotos y el cielo sigue de un amenazador gris. Teresa no para de insistir con que ella quiere ir a la playa, y parece que de nada le sirve que le diga que está a escasos 100 metros de ella, e Isabel repite casi una docena de veces que hay que ir a buscar un restaurante para reservar una paella, y yo no me canso de decirle lo mismo que a Teresa, ¡ van a acabar con mis nervios y mi paciencia!
Bajamos las gradas para dirigirnos al kiosco. Era justo ese momento y ese lugar en el que no tienes donde refugiarte... y las nubes que llevaban siguiéndonos ya un rato lo sabían. En escasos segundos comenzó una descarga de agua tremenda y un viento de gran fuerza que no sabíamos si soplaba del este, del oeste, del norte o del sur. Yo intentaba correr hacia la Avenida de Neptuno, pero avanzar se hacía difícil y entretanto no había lugar donde guarecerse. Por fin encontramos una especie de pérgola bajo la que refugiarnos mientras esperábamos a que aquella tormenta pasara. Isabel volvió a la carga con lo del restaurante y, reconozco que un poco irritada, le mostré los restaurantes de los que nos separaban unos metros y la playa que tanto ansiaba Teresa.
El chaparrón (es un decir, aquello fue bastante más que un chaparrón) cesó y por unos minutos un pequeño rayo de sol apareció en el cielo, momento que aprovechamos para dirigirnos a la playa.
Teresa salió corriendo, como si estuviera poseída por una fuerza invisible, y las demás le seguimos. Después de encargar una paella de bogavante en uno de los muchos restaurantes de Neptuno, nos dirigimos nuevamente a la playa, y tuvimos la osadía de pasear por la orilla y meternos hasta la pantorrilla. Bueno, hubo alguien a quien si no frenamos se nos mete de cabeza....

Comimos una estupenda paella de Bogavante regada con sangría en un sitio que no pienso recomendar a nadie, porque el servicio fue malo hasta decir basta y los postres no había quién se los comiera; como anécdota en cuanto a los postres, sólo diré que la mega-hiper-súper-extragolosa Isabel dejó prácticamente intacto el tiramisú que había pedido y para el que se había hecho hueco en el estómago. Ante su decepción por el postre, conseguimos que le trajeran un trozo de tarta del bautizo que se estaba celebrando en el interior del restaurante, y también se la dejó porque no era de su agrado... y puedo decir que Isabel es golosa hasta extremos nunca vistos y casi cualquier cosa con azúcar o chocolate es de su agrado. Como nos lo iban a cobrar, y después de la lata que dio con el postre, intentamos hacérselo tragar de cualquier manera, hasta por el escote si fuera necesario.

Para bajar el arroz y hacer una buena digestión , nada como pasear por la orilla de la playa, viendo los destrozos que la lluvia había ocasionado la noche anterior, corretear un poco por la arena, jugar entre las barcas y pasear por el paseo marítimo. El cielo nos había dado un armisticio y había que aprovecharlo. Y, para finalizar la tarde, nada mejor que visitar el centro de la ciudad, moviéndonos para ellos en un medio de transporte tan evocador y mítico como el tranvía (aunque ahora es tan moderno como la mejor red de metro). Así que cuando comenzaba otra vez a llover hicimos nuestro particular viaje en "tranvía desde la Malvarrosa".
Cuando llegamos a la conocida como estación de madera el cielo había abierto de nuevo sus compuertas y el agua lo cubría todo de nuevo: no exagero, las marquesinas de la estación no eran capaces de guarecernos, y cuando nos decidimos a salir de su protección, el agua nos cubría hasta los tobillos. Había que ver a la digna Isabel, con su paraguas rosa a juego con su camisa, bordeando todos los charcos para no mojarse sus zapatos de piel. A las demás nos daba igual, porque, habiendo aprendido del día anterior, llevábamos chanclas de goma, lo mejor para estas ocasiones (salvo que dispongas de unas katiuskas). Por fin, tras los rodeos de Isabel, conseguimos salir de la estación y cruzar el puente de Serranos, para que mis amigas admiraran las famosas torres, emblema de la ciudad. De allí, intentando no pisar los charcos, ni quedarnos embarradas en los jardines, ni que los coches que circulaban por Conde Trenor nos hicieran blanco de sus salpicaduras, nos dirigimos hacia la Casa de los Caramelos, donde las golosas hicieron acopio de mercancías, para entrar por la calle de Navellos hasta la Plaza de la Virgen.

No voy a decir que la imagen no fuera bella, pero le faltaba la intensa luz con la que el cielo valenciano suele iluminar esta plaza donde se mezclan estilos arquitectónicos, formas variadas, lo civil con lo eclesiástico, el ocio y la devoción.

No había muchas ganas de posar ante la fuente de Neptuno y las acequias de la Albufera, así que decidimos hacer visita cultural y,de paso refugiarnos de la lluvia, entrando en la catedral. Lo malo que tiene una visita a la catedral en sábado es que es habitual encontrarte con unas cuantas bodas de alto postín, entre las que destacábamos, y no precisamente por la elegancia de nuestros modelos, o que incluso te topes con alguna conocida que se extrañe de verte en tal lugar y más con esas pintas... pero en mí, es algo habitual.

Terminada la visita cultural, y habiendo hecho un buen escudriñaje de los modelos de las novias y los asistentes a las bodas, llegó la hora de la merienda, y ¿qué mejor que llevar a un grupo de golosas a Santa Catalina a tomar un chocolate o una buena horchata con fartons?. Desde luego, he de reconocer que esa tarde Isabel estaba un poco espesa; mientras todas las demás nos decidimos por la clásica y tradicional horchata ella se decidió por un chocolate, eso sí, acompañado por dos o tres fartons rellenos de crema. Como el chocolate no terminó de gustarle, para pasar el mal trago, decidió hacerlo acompañada de otros dos fartons, eso sí, esta vez sin relleno. ¡ Y el tipazo que tiene la condenada con el hambre que pasamos las demás!

A todo esto, y que nadie se confunda, seguía lloviendo, aunque con menos intensidad. Seguir visitando el centro de la ciudad con la humedad que rezumaban nuestros cuerpos no nos parecía una buena idea, además estábamos cansadas.
Aún tuvimos ganas de subir hasta la Plaza del Ayuntamiento, hacer compras para la cena y cargarnos con un poco de agua de Valencia para animarnos la noche... quién nos iba a decir que iba a dar para tanto.

Llegamos al apartamento muertas de cansancio. Unas buenas duchas (con escasez de toallas) nos hicieron entrar en calor. Preparamos una cena ligera y, después hacer recolección de toda nuestra medicación, y una competición de quién era la más dopada, (no voy a decir quién ganó por goleada), nos relajamos tomándonos una copita de agua de Valencia. La idea era acostarnos pronto, pero, ya se sabe, el alcohol suelta la lengua y terminamos por crear el grupo de resistencia. Algún día os contaré en qué consiste y las conspiraciones que descubrimos. Sólo puedo contaros que descubrimos que hasta el agua embotellada está manipulada (El agua Pascual para los que lo hacen poco y mal, y la Bezolla para alargar la ....) En fin, el grupo de la resistencia está ya en marcha, pero eso es otra historia.

Cruzando el Estrecho de Gibraltar


Hace unas semanas os hablé de mi hermano Apolo, de su determinación para llevar a cabo todo lo que se propone, y de su última odisea, el cruce del Estrecho de Gibraltar a nado. Por fin tengo las imágenes, y aquí las pongo para tod@s.


¡ Qué las disfrutéis!

Si por motivos técnicos, totalmente ajenos a mí, no pudierais verlo correctamente, pinchad esta dirección http://es.youtube.com/watch?v=cYBYxhXsSpU