UN LUGAR PARA SOÑAR

UN LUGAR PARA SOÑAR
puesta de sol en la Alhambra

viernes, diciembre 29, 2006

Pequeño resumen del 2006

Ya faltan muy pocas horas para que el año 2006 llegue a su fin, y creo que sería oportuno hacer un pequeño resumen de este año.
No puede decirse que en el plano personal haya sido un buen año: llevo ya un exactamente un año de baja por enfermedad y sigo sin encontrarme bien del todo, me despidieron de mi trabajo, he engordado otro poco y he llorado mucho... pero como dice mi amiga Susana, algo bueno tendrá el día, o en este caso, el año.
Y sí, este año también ha tenido muchas cosas buenas, aunque me haya costado un poquito verlas. Este año he redescubierto a los amigos, a la familia, a toda esa gente que me quiere y para la que soy alguien importante, y desde luego, puedo sentirme muy afortunada, porque debo decir que hay mucha gente que me quiere, y me quiere mucho, así que debo decir que en ese aspecto el 2006 ha sido un año muy bueno, un año de mucho amor y cariño... y por cierto, si me quieren será porque yo me lo merezco ¿no?
Además el 2006 trajo a dos nuevas personitas a la familia, mis dos maravillosas sobrinas, María y Sofía, que son una preciosidad y una alegría.
El año también me trajo este blog en el que cuento muchas de las cosas que se me pasan por la cabeza, y que espero que sirvan minimamente a alguien más, aunque sólo sea para pasar un rato, este cuaderno que espero que me acompañe mucho tiempo más.
Resumiendo, que el año 2006 tampoco ha sido tan malo, que al fin y al cabo aún estamos aquí para contarlo, y que estoy segura qe el 2007 va a ser mucho mejor, aunque sólo sea porque lo que tuvo de bueno este lo voy a mantener el que viene.
Mucha salud y mucho amor para el nuevo año que está a punto de comenzar.

viernes, diciembre 22, 2006

Pequeños placeres

Lo confieso, soy una hedonista. Actualmente mi vida gira en torno a la búsqueda y la consecución del placer y la eliminación del dolor de mi vida, no sólo del dolor físico, sino, y principalmente, del dolor del alma y el espíritu, de esas heridas que una vez abiertas son tan difíciles de cicatrizar por más que el tiempo pase.
Desde que he recuperado el interés por volver a disfrutar gozo con pequeñas cosas que provocan satisfacción a mis sentidos, pequeños placeres a los que me entrego y que recomiendo a todos aquellos que quieran disfrutar del deleite.
Voy a aprovechar mi blog para hablaros de algunos de esos placeres que espero que también adoptéis y os produzcan el mismo grado de satisfacción que a mí.
Hoy sólo voy a destacar 5, uno para cada sentido.

La vista.
Si te rodeas de cosas bonitas, agradables a la vista, todo parece más bonito. Por eso siempre voy con mi cámara en el bolsillo, para poder captar y retener cualquier imagen que me parezca bella, para poder fotografiar todo aquello que me excita. Siempre hay un momento para disfrutar contemplando una puesta de sol, un cielo tintado de rojo, una luna llena brillante, un reflejo en un charco, una mirada, una sonrisa, un jardín, una playa, un edificio interesante... y a través de las fotografías siempre hay tiempo para recordarlo evocando las sensaciones de aquel momento.
Por cierto, invito a dedicar alguna tarde a pasear por el centro de la ciudad mirando hacia arriba: se descubren balcones modernistas, cariátides voluptuosas, celosías y ventanas de inspiración mudéjar o decoraciones insólitas donde uno menos se lo espera.
El olfato.
¿Hay algo más evocador que un aroma?, ¿existe algo más excitante que un olor?
Una amiga me dio un truco: hacer que mi aseo diario se convirtiera en una experiencia aromática simplemente utilizando barritas de incienso durante la ducha. Yo os doy otro truco más, también para la ducha o el baño: llena tu cuarto de baño de velas aromáticas, enciéndelas, apaga las luces y dúchate sólo con la luz de las velas y envuelto por su aroma... experimenta redescubriendo tu cuerpo.
El tacto.
Los masajes no son sólo un capricho, son una necesidad. Ten siempre a mano un frasco de aceite para masajes y compártelo con tu pareja. Haz que te dé suaves masajes en cualquier zona de tu cuerpo, sólo con las yemas de los dedos, con toda la mano, con la lengua, con una pluma... con lo que os pida la imaginación. ¡Ah!, debe ser recíproco, pues también dando masajes se obtiene gran placer.
Y por supuesto, al menos una vez al mes, es recomendable recibir un masaje de manos de un profesional. Es menos sensual, pero merece la pena.
El oído.
El silencio no existe, no te engañes, y las ciudades son cada vez más ruidosas. Contra esto nada puedes hacer, así que yo te recomiendo que desempolves aquellos viejos discos que tanto te gustaba escuchar, aquellos que te traen recuerdos de una época pasada, de un viejo amor, de momentos divertidos. Busca un sofá cómodo, una buena postura, apaga la luz y disfruta por unos momentos de esa música. Y si el cuerpo te pide bailar, no lo reprimas, nadie te está mirando.
*(Recuerda que puedes disponer de esos viejos discos a través de Internet en formato mp3...)
El gusto.
Para disfrutar con el gusto tienes que olvidarte del sentimiento de culpa y del pecado de la gula, sólo de esa manera podrás gozar. En cualquier caso recuerda que cualquier alimento se disfruta antes con los otros cuatro sentidos, y que en nuestra boca el paladar y sobre todo la lengua están llenas de terminaciones nerviosas conectadas directamente con el centro de placer de nuestro cerebro.
Prueba con tu postre favorito: toma una cucharada, acércatela a los labios y prueba sólo una pizca con la punta de la lengua. Recorre tus labios con la lengua. Ahora estás preparado para llevarte la cucharada completa a la boca. Déjala que se deshaga en tu lengua, cierra los ojos y déjate llevar por las sensaciones que ese dulce bocado provoca entre tu lengua y tu paladar. Saborea, descubre los componentes, la textura...No hay prisa, y si tienes que masticar recerca que no hay prisa.
Si te ha gustado con un dulce prueba a hacerlo también con tu plato de comida favorito.
Si te atreves a más, no utilices como soporte un plato, prueba a comer sobre el cuerpo de tu pareja sin cubiertos, y a ser posible, sin manos.

La próxima vez, os descubriré más pequeños placeres, aunque no hay nada que satisfaga más que quererse uno mismo, mimarse y complacerse

jueves, diciembre 14, 2006

Tan lejos...tan cerca


¿Qué tendrán las curvas que son tan bellas?

Gracias por el apoyo.

Los que me ya me conocen saben que desde hace ya algún tiempo sufro uno de los males de este tiempo, lo que los médicos llaman depresión ansiógina, y que un buen amigo mío llama melancolía. Esta es una enfermedad cada día más común, hay que tomársela en serio, pero, por suerte, se puede salir de ella poniendo mucho empeño, con un buen diagnóstico, un correcto tratamiento y mucha ayuda.

Para mí, aparte de la medicación y del esfuerzo personal, hay dos factores que me están ayudando enormemente: una terapia con una profesional idónea y el apoyo de mi familia y amigos.

Hace ya varios meses que comencé una terapia con una psicóloga, Sonsoles; ella, en la soledad de su despacho o con la colaboración del grupo de terapia que creó, me ha ayudado en gran manera a conocerme mucho mejor, a comprenderme, y a quererme un poquito más. Sonsoles siempre me dice que tengo que hablarme con más cariño, que tengo que quererme más, que tengo que quitarme las máscaras y corazas que me he ido poniendo a lo largo del tiempo, abrirme a los demás y dejar que conozcan, dejarme querer, y en ello estoy.

En las últimas sesiones creo que he avanzado mucho, o al menos yo así lo siento, y sobre todo, he llegado a entender una parte de mí que he comprendido que me está afectando muchísimo: yo fui una niña superresponsable que apenas disfrutó de su niñez por su forma de ser, y sobre todo, una chica a la que no le dejaron disfrutar de la adolescencia.

Es todo muy contradictorio. Siendo niña desarrollé unas capacidades de responsabilidad, formalidad, comportamiento... propias de un ser adulto y viví una infancia en la que yo misma, inconscientemente, reprimí el comportamiento propio de una niña de mi edad. Pero, cuando llegué a la adolescencia, mi entorno, en especial mi familia, quiso sobreprotegerme de tal manera que tampoco me permitieron comportarme como una adolescente; esto generó un conflicto muy grande en mí, y de cuando en cuando, me rebelaba, pero no como lo haría una joven normal, sólo contra mis padres o mis mayores, si no sobre todo contra mí, haciéndome daño a mí misma, viviendo siempre en un permanente conflicto conmigo, en una dualidad que a punto ha estado de costarme mi salud mental.

Como digo, la terapia con la psicóloga, tanto la individual como la colectiva, están siendo de gran ayuda, y aunque soy consciente de que aún queda un trayecto por recorrer, ahora sé que estoy en el buen camino, poco a poco vuelvo a tener ganas de disfrutar, de sonreír, de salir... aunque me cueste esfuerzo y me lo tenga que repetir a diario.

Y, desde luego, sin el apoyo de los que me rodean, esto nunca hubiera sido posible. Mi recuperación también tengo que agradecérsela a mi familia, en especial a mi madre, a mi pareja, a mis amigos, especialmente a Chelo, a Javi, a Mari, a mis nuevos amigos del grupo de terapia, a los que me han dado su apoyo y su comprensión, y a este blog que me permite verter casi todo aquello que llevo dentro.

¡ Muchas gracias !


miércoles, diciembre 13, 2006

El primer beso



Hace unos días, durante una amena conversación sobre las primeras veces, un amigo me preguntó por mi primer beso, ese primer beso que por más tiempo que pase nunca se olvida y que siempre se recuerda con un cariño especial.

Fue durante unas vacaciones de Semana Santa, en el pueblo. Esa noche el chico que me gustaba y yo nos perdimos del resto de la pandilla, y paseando por las calles más solitarias llegamos hasta la ermita. Recuerdo que hacía muchísimo frío, y para resguardarnos del gélido viento nos refugiamos al abrigo de un contrafuerte; con la excusa del frío cada vez nos acercábamos más el uno al otro, y de pronto, su boca se acercó a la mía y me besó. ¡Qué chasco! No escuché violines, ni trompetas, ni el suelo tembló bajo mis pies, ni nada de nada, y lo peor, él se dio cuenta de que no sabía besar; por suerte me dio unas ligeras explicaciones y repetimos la jugada. Tengo que decir que aunque mejoré un poco, mi segundo beso no fue nada del otro mundo. Pero el chico estaba por la labor, y repetimos una tercera vez... y entonces sí, entonces noté como una ola de calor subía hacia mis mejillas, como el vello de mi cuerpo se erizaba y como durante unos segundos una pequeña sacudida eléctrica recorría mi cuerpo haciéndome conocer una sensación de placer hasta ese momento desconocida. Mi boca ansiaba su boca, su lengua, su contacto, y era recíproco.
No sé cuánto tiempo estuvimos besándonos, porque los dos perdimos la noción del tiempo, sólo sé que de vuelta a casa iba flotando, como en una nube, que ya no sentía el frío, y que no podía quitarme una sonrisa de felicidad de la cara.
Esa noche dormí como una bendita, soñando con los dulces besos del chico de los ojos verdes.
A la mañana siguiente una ola de vergüenza me invadió: no podía dejar de pensar que todo el mundo me miraba, especialmente mi madre, y que adivinaban lo que había pasado, que algún cambio físico se había producido en mí, porque yo me sentía diferente, para mí aquel beso significó el paso definitivo de la niñez a la adolescencia.
Durante aquella Semana Santa hubo más besos, besos con olor a hierba y sabor a pan, pero los otros no los recuerdo, como tampoco recuerdo los de las vacaciones siguientes, ni la mayoría de los que vendrían después.
Sin embargo, hubo otros primeros besos que también fueron especiales y cuyo recuerdo sigue emocionándome.
Con especial cariño recuerdo un beso casi robado que le di a un chico en las escaleras. El chico me gustaba a rabiar, pero él no se decidía y yo tampoco. Se estaba haciendo tarde, me tenía que marchar a casa, y decidí lanzarme de cabeza a la piscina. Si salía mal iba a hacer el ridículo más espantoso, pero con no volvernos a ver, todo solucionado; pero, si salía bien...y salió bien. Escuché violines, orquesta, coros, fuegos artificiales y no sé cuantas cosas más, y por lo visto, él también. Aquel beso “robado”, pero compartido en las escaleras significó el comienzo de una bonita relación, en la que hubo muchos más besos, largos, dulces,cálidos, húmedos y sensuales.
Después besé a muchas ranas y sapos, lo confieso, hasta que encontré a un príncipe. También en esta ocasión tuve yo que lanzarme a besarle, porque el chico no se arrancaba. Tiempo después me confesó que aquel primer beso que le di no le gustó excesivamente, pero dio igual, porque ya estaba enamorado. Pero esa es otra historia que nada tiene que ver con los primeros besos.